EL TPP, LAS TRANSNACIONALES Y TRUMP
Hedelberto López Blanch
Rebelión
La
decisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump de excluir a su país
del Tratado Transpacífico (TPP) no ha tomado por sorpresa a los otros 11
miembros, pero sí ha creado muchas interrogantes sobre cómo responderán las
grandes compañías transnacionales que aspiraban a controlar una parte
importante del mercado mundial.
Trump
cumplió su promesa pre electoral al firmar el decreto sobre el TPP, Tratado que
ya había sido suscrito, en febrero de 2016 por los 12 países que lo integran
(Estados Unidos, Japón, Australia, Brunei, Canadá, Chile, Malasia,
Nueva Zelanda, México, Perú, Singapur y Vietnam ) pero no ratificado aún por
algunos de los esos Parlamentos.
En total abarca el 40 % de la economía mundial, el 30
% de las exportaciones globales, el 25 % de las importaciones, y reúne a 800 millones de
consumidores.
El
multimillonario pacto, conveniado en forma secreta desde 2006, beneficia a las
grandes compañías transnacionales y a Estados Unidos pues la primera condición
es que pondría fin a los aranceles de 18 000 productos norteamericanos, entre
estos, automóviles, maquinaria, cigarrillos, tecnología de la información,
productos de consumo, el acceso a internet, la protección a los inversionistas,
la propiedad intelectual, los farmacéuticos y la producción digital .
La
gravedad de ese mega acuerdo consiste, además, en que las transnacionales
obtendrían amplios poderes para desafiar las regulaciones, acciones y decisiones
de gobiernos soberanos ante tribunales organizados por mecanismos
internacionales controlados por el gran capital. Sus integrantes deben aceptar
las reglas establecidas pese a que éstas atenten contra la soberanía nacional.
De
esa forma, las corporaciones monopólicas pueden demandar a los gobiernos y
solicitar millonarias indemnizaciones si estos no obedecen las prerrogativas
obtenidas en los convenios.
Entre
las poderosas compañías transnacionales que han laborado en la confección del
acuerdo, aparecen Chevron (petrolera), Monsanto (afroindustrial) y Barrick Gold
(minera), informó la organización empresarial Council of the Americas-Americas
Society, con sede en Nueva York.
El
ex presidente Barack Obama durante su mandato hizo todo lo posible por llevar a
vías de hecho el Tratado pero sus acciones fueron bloqueadas en la Cámara de
Representantes por miembros del Partido Republicano.
Obama,
quien estaba decidido a detener el empuje económico alcanzado en los últimos
años por China y Rusia, declaró en uno de sus discursos que “con más del 95 %
de nuestros clientes potenciales viviendo fuera de nuestras fronteras, no
podemos dejar que países como China escriban las reglas de la economía global”
Ahora
Trump ha dado un giro de 90 grados hacia el proteccionismo económico y dejó
claro que su gobierno no participará en los próximos cuatro años en acuerdos de
libre comercio, ya sean el TPP, el Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la
Inversión (TTIP) que se negociaba entre Estados Unidos y la Unión Europea, o el
Tratado de Libre Comercio de América (TLCAN) el cual pretende revisar con
México y Canadá.
Algunos
gobiernos han declarado que de todas formas buscarán ratificar el TPP, aunque
comprendan que no sería lo mismo que con la participación de la mayor economía
mundial. Otros analistas aseguran que el beneficio mayor recaerá en China que
continuará incrementando su influencia no solo en la región asiática sino
también en América Latina.
Pero
la pregunta clave es ¿qué harán las compañías transnacionales que después de
tantos años de participar en las discusiones secretas en las cuales obtuvieron
numerosas prebendas, ahora que de un solo plumazo vean “volar” jugosos y
millonarios convenios?
Hasta
el año 2013, el principal negociador de Estados Unidos dentro el TPP sobre
temas agrícolas fue Islam Siddiqui, ex cabildero de Monsanto. Siddiqui dejó
esas funciones tras asegurar plenamente la imposición de futuras leyes a favor
de las transnacionales.
Otra
enorme prebenda obtenida por este negociador obliga a los países a acatar la
propiedad intelectual de las semillas que fue promovida por Monsanto en 1991, o
sea, las naciones y los campesinos solo podrán utilizar semillas de esa
multinacional.
Al
salir Estados Unidos del TPP, esas compañías dejarían de explotar la flora y la
fauna de varios países sin tener que rendir cuentas por desastres provocados
por la aplicación de dañinos pesticidas o por descontroladas explotaciones
petroleras como el caso de la ex compañía Texaco (adquirida después por
Chevron) que afectó miles de hectáreas en la Amazonía Ecuatoriana.
Ese
Tratado también beneficia a las grandes farmacéuticas porque impide que los
laboratorios de genéricos tengan el permiso para vender medicamentos para el
VIH, cáncer y vacunas que sean más baratos y con la misma calidad. De esa
forma, solo si cuentan con bastante dinero podrán adquirir medicamentos para
mejorar o salvar sus vidas.
En
México, uno de los países firmantes del pacto, el 84% de los medicamentos que
se venden son genéricos.
Toda
esa realidad augura que se abrirán nuevos frentes de lucha económica y política
entre la Casa Blanca y las transnacionales.
Mientras
tanto, si los demás integrantes insisten en continuar adelante con el TPP sin
Estados Unidos, e invitar en su lugar a China, deberán realizar una revisión
completa del texto, hacerlo público y eliminar las enormes prebendas que se les
otorgan a las transnacionales en contra de sus pueblos.
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