Carlos A. Trevisi
Suena el móvil. Mi amiga atiende.
Era del colegio al que asiste su hijo de
17 años. Le avisaban por un mensaje que el jovencito no había asistido
clase. La madre se preocupa: "¿Dónde habrá ido éste mocoso?".
-Está haceiendo la rabona, contesto.
-¿Cómo puede ser?, responde intrigada.
-Tendría algo más importnte que hacer,
replico; algo que no tendrías que saber que haría.
-Suerte que el colegio me ha avisado...
-Te parece bien que avisen, por lo visto.
Guarda silencio.
-A mi no.
-¿A ti no te interesaría saberlo?
-Sí, pero de su propia boca.
-El procedimiento que ha seguido el instituto no corresponde. Primero porque te ha hecho saber que no ha ido al cole pero no sabe por dónde anda; solo te ha creado incertidumbre y ha dejado a salvo por ante tí que se ocupa de los alumnos y que está atento cuando no asisten a clase. Eso es todo.¿De qué te ha servido a ti enterarte? ¿Habrías acso ido a la policía para darlo por desaparecido? Seguramente te habrías quedado en casa preocupada a la espera de que apareciera a la hora habitual de comer. Le reprocharías lo hecho, te enojarías, le dirías a tu marido, le quitarías el móvil, le prohibirías salir el fin de semana y no sé cuántas cosas más.
Mira lo que haría yo.
Al día siguiente iría al colegio; le agradecería a la autoridades que me hubieran comunicado la ausencia de mi hijo del día anterior y le pediría al rector que hablara con él y le preguntara porqué no habia asistido a clase; le pediría que no le hiciera saber que yo había estado en el cole y le dijera que no había hablado conmigo; le pediría igualmente que me enviara, ahora sí, un mensaje haciéndome saber que había faltado a la escuela y los motivos que le había dado.
El resto se conversaría en casa, en
familia.
Si pese a todo este operativo tu hijo no se sincera contigo busca un colegio para padres donde descubrir
1.
que se educa en satisfacción de la plenitud de las potencias que animan al
hombre. Esto es, ponerlo en actitud creadora. Y la creación exige una gran
armonía de la que no puede estar ausente la integralidad del hombre: su afecto,
su inteligencia, su voluntad y su libertad.
Hoy es más importante que nunca la formación de los individuos; una
formación que no puede ser cerrada, sino abierta, pues estamos cada vez más en
una sociedad en la que la idea es que el estudio nos capacite para
pensar. Ese es el tipo de educación que se hace imprescindible. Una formación
abierta que no puede ser simplemente un catálogo de datos, sino el desarrollo
de una capacidad de aprender. No se trata de enseñar –con lo que por
supuesto deberá continuarse- sino que es más bien aprender a aprender. Hay que
aprender a desarrollar la capacidad por la cual uno busca, contrasta,
discierne, descarta, elige, etc.
2.
que en una sociedad
en la que la gran mayoría son ignorantes, la influencia que tiene el peso de
los ignorantes en la toma de decisiones es decisiva. El problema es la
ignorancia de quienes no saben expresar sus demandas sociales a otros, que no
saben participar en una argumentación...
Se debe educar para incorporar a las personas que están
alejadas del mundo del razonamiento, del mundo de la comprensión; de las
personas que están excluidas del manejo del mundo simbólico; para
incorporar a todos aquellos que no tienen manera de entrar en ese mundo.
Esa ignorancia es peligrosa porque ese tipo de personas se dejará llevar por
una visión del mundo simplificada, por la búsqueda de chivos expiatorios.
3.
que toda la gente tiene que ser
todo a la vez. Todos tenemos que optar, influir, decidir, participar
en la decisión del todo...
Lo que tenemos que hacer es poner los valores en
acto. Si se pudiera conseguir que los maestros nos pusiéramos en acto
solidario, nada de explicar la solidaridad sino ser solidarios, si
consiguiéramos asumir esos roles y lanzarnos a amar, a pensar, a usar de
nuestra libertad, otro sería el cantar. Pero hay una ruptura entre lo que
debemos hacer y lo que podemos hacer. ¿Cómo podemos hacer para que todo lo
dicho se desplace por el eje del “hacer”?
Parte de una
entrevista a Fernando Savater que en nombre de la Fundación Emilia María
Trevisi llevé a cabo en El Monasterio de El Escorial
Nos dice D. Fernando:
En Madrid hay unas discotecas que
funcionan toda la noches del fin de semana y durante el día, de modo que un
joven que entra ahí el viernes recién vuelve a casa el lunes por la mañana.
Estuve en un debate en la radio acerca de lo que había que hacer. Los padres
pedían que el gobierno pusiera policías en las carretera, en las esquinas en
las puertas de las discotes y que tal y cual. Eran padres que no podían
controlar a sus hijos pero estaban sinceramente convencidos de que el ministro
del interior iba a controlar a los hijos de todos los españoles". (En
San Lorenzo de El Escorial, 16 de enero de 2001)
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