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El modo de producción aísla a unos de otros,
en vez de establecer relaciones mutuas entre ellos (…) y la identidad de
sus intereses no engendra entre ellos ninguna comunidad, ninguna unión
nacional y ninguna organización política”.
No, no es una definición del precariado
del siglo XXI, es la descripción que hacía Carlos Marx en 1852, en el 18
de Brumario de Luis Bonaparte, del comportamiento político del
campesinado francés, criticando su favorable actitud ante el golpe de
Estado del sobrino de Napoleón.
El marxismo clásico ha considerado las
clases sociales desde dos perspectivas: 1) como una
categoría analítica sociológica que es previa al marxismo, esto es, grupos de
individuos que se definen por una misma forma de relacionarse con los medios de
producción; 2) como un instrumento político, mediante la conciencia de clase,
para crear entre los trabajadores una percepción emocional de sentirse
parte de una comunidad y gracias a ello ganar hegemonía.
La pertenencia a una clase no parte de
la libre voluntad del individuo, sino de condicionantes económicos y culturales
ajenos a la persona, la clase social no es algo a lo que uno pueda elegir
vincularse emocionalmente, como la religión o la patria, viene dada por su
relación con los medios de producción y
su papel en la organización del trabajo.
Creo que en las complejas sociedades
desarrolladas actuales la clase social no es un instrumento útil para
construir comunidad. Los cambios políticos, productivos y sociales de los últimos
cuarenta años han generado un mundo del trabajo mucho más
diverso: un creciente volumen de jóvenes trabajadores de
actividades de servicios (de alta y baja cualificación) con una
estructura empresarial muy atomizada y con escasa capacidad, individual y
colectiva, de negociación de sus condiciones de trabajo, lo que algunos denominan precariado; una menguante clase obrera industrial pero
en la que todavía hay un importante volumen de trabajadores que
aun conservan una notable
capacidad de negociación colectiva gracias a la actuación de los sindicatos; un número creciente de trabajadores de alta cualificación, formados gracias a un sólido sistema de educación pública, con un elevado poder individual de negociación de sus condiciones de trabajo que en términos de capacidad de consumo les ha permitido ser considerados como clase media.
capacidad de negociación colectiva gracias a la actuación de los sindicatos; un número creciente de trabajadores de alta cualificación, formados gracias a un sólido sistema de educación pública, con un elevado poder individual de negociación de sus condiciones de trabajo que en términos de capacidad de consumo les ha permitido ser considerados como clase media.
Que la clase social sea el envolvente
emocional colectivo de un abanico de trabajadores tan diverso y plural se
me antoja un ejercicio político baldío. Además la pertenencia
a una clase no parte de la libre voluntad del individuo, sino de condicionantes económicos y culturales ajenos
a la persona, la clase
social no es algo a lo que uno pueda elegir vincularse emocionalmente, como la
religión o la patria, viene dada por su relación con los medios de producción y su papel en la organización
del trabajo.
Insistir en la clase social como elemento que crea comunidad no ayuda a que el mundo del trabajo del siglo XXI recupere la hegemonía cultural de la que disfrutó en Europa durante los “treinta años dorados”.
Insistir en la clase social como elemento que crea comunidad no ayuda a que el mundo del trabajo del siglo XXI recupere la hegemonía cultural de la que disfrutó en Europa durante los “treinta años dorados”.
Los retos que deben afrontar los
sindicatos, y en general las fuerzas
políticas progresista, para no quedar en la cuneta de la historia son:
1) dar una respuesta organizativa eficaz a los cambios que se han producido en el mundo del trabajo de forma que nos permita seguirdefendiendo eficazmente los derechos de los trabajadores, como ha planteado CCOO en el proceso de “Repensar el sindicato”;
2) crear nuevas redes de alta densidad social con otras organizaciones
que, aunque no tienen al trabajo como centro principal de su actividad, no son ajenas a él, 3) reconstruir para millones de trabajadores la percepción emocional de ser parte de la misma comunidad desde la ciudadanía democrática: “pertenecemos a una misma comunidad todos los individuos que libremente participamos en la toma de decisiones
sobre nuestro futuro colectivo”.
políticas progresista, para no quedar en la cuneta de la historia son:
1) dar una respuesta organizativa eficaz a los cambios que se han producido en el mundo del trabajo de forma que nos permita seguirdefendiendo eficazmente los derechos de los trabajadores, como ha planteado CCOO en el proceso de “Repensar el sindicato”;
2) crear nuevas redes de alta densidad social con otras organizaciones
que, aunque no tienen al trabajo como centro principal de su actividad, no son ajenas a él, 3) reconstruir para millones de trabajadores la percepción emocional de ser parte de la misma comunidad desde la ciudadanía democrática: “pertenecemos a una misma comunidad todos los individuos que libremente participamos en la toma de decisiones
sobre nuestro futuro colectivo”.
Los sindicatos del siglo XXI deben
reconstruir para millones de trabajadores la percepción emocional de ser
parte de la misma comunidad desde la ciudadanía
democrática.
Hay que recordar que ya en 1838 la
recién constituida Asociación de Trabajadores de
Londres, el primer sindicato,
redactó la Carta del Pueblo en la
que se exigía el sufragio universal, el voto secreto y la abolición de los requisitos de
propiedad para ser miembro de la Cámara de los Comunes.
La ciudadanía democrática debería ser
el catalizador de los sentimientos de pertenencia a una
comunidad incluyente. La enorme virtualidad social de la democracia es
que nos permite sentirnos individuos libres a la vez que formamos
parte de una colectividad
en cuya definición participamos y que es muy fácil ampliar el perímetro de la comunidad, simplemente ensanchando la base social de quienes pueden participar en la toma de decisiones, sin tener que pertenecer a una misma raza, religión o clase social.
Bruno Estrada
Economista. Adjunto al Secretario General de CCOO. Miembro de Economistas Frente a la Crisis y del Consejo Internacional de Economía de PODEMOS.
en cuya definición participamos y que es muy fácil ampliar el perímetro de la comunidad, simplemente ensanchando la base social de quienes pueden participar en la toma de decisiones, sin tener que pertenecer a una misma raza, religión o clase social.
Bruno Estrada
Economista. Adjunto al Secretario General de CCOO. Miembro de Economistas Frente a la Crisis y del Consejo Internacional de Economía de PODEMOS.
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