Karl Rove, ex asistente de George Bush ha manifestado:
"Estoy orgulloso de que empleáramos técnicas que
hicieron que los terroristas nos proporcionaran información muy valiosa para
impedir atentados, por ejemplo, en el aeropuerto londinense de Heathrow",
dijo Rove.
El ex asistente de George Bush defendió las técnicas porque,
según él, "hemos hecho del mundo un sitio más seguro de lo que era antes.
Eran apropiadas, estaban en sintonía con la legalidad internacional y
estadounidense", afirmó.
Asimismo aseguró no sentirse mal porque no hubiera armas de
destrucción masiva en Irak. "No especialmente, porque teníamos informes de
que las estaban empleando contra el pueblo iraquí y contra nuestros
propios soldados en Bagdad", aseguró.
Rove acaba de publicar sus memorias
en un libro titulado Courage and Consequence. En él, dibuja las dos
legislaturas de Bush como un mandato "impresionante, duradero y
significativo", para la historia de EE.UU.
No es el primer colaborador de Bush que defiende las torturas. El ex vicepresidente, Dick Cheney, uno de los máximos
responsables de la invasión de Irak, ha considerado en múltiples ocasiones que
dichas técnicas han servido para evitar muchos atentados. Asimismo, acusó al
presidente Obama de poner en riesgo la seguridad al prohibirlas.
Si por lo menos en lugar de justificar tales tropelías
simplemente informaran acerca de los
sucesos que acontecieron, la gente se sentiría mejor. No hace mucho tiempo un
amigo de Australia me comentaba que si bien Hiroshima y Nagasaki fueron una matanza
incalificable, la muerte de los 350.000 japoneses sirvió para evitar las
muertes de otro tanto de cientos de miles de personas.
Nos enfrentamos ahora al yihadismo. Sus crímenes horrendos
se multiplican allende los mares. Ni se sabe cuántos europeos han adherido a su
quehacer diabólico participando en las masacres que ya comienzan a ser habituales.
El problema es especialmente difícil. El mundo se mueve dejando
atrás cualquier respeto por el ser humano. Los 5 millones de desocupados que
hay en España y los casi 3 millones de niños subalimentados contradicen el
discurso del gobierno que insiste en que vamos por el buen camino.
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