lunes, 22 de diciembre de 2014

ASÍ HA MUERTO PLATANITO, UN TORO DE LIDIA.

LA MUERTE DE PLATANITO Y LA TRADICIÓN

Por Carlos A. Trevisi

RAE
TRADICIÓN

    3. f. Doctrina, costumbre, etc., conservada en un pueblo por transmisión de padres a hijos.

Corridas de toros

Seguramente habrá que ser de pura cepa española para tomar partido  acerca de la prohibición de las corridas de toros (o de su continuidad). Las estadísticas dicen que son cada vez menos los españoles que asisten a las corridas –Canarias y Cataluña así lo demuestran; habría, por lo menos aparentemente, una cierta reticencia a frecuentarlas. En lo personal me resulta doloroso escuchar argumentos a favor de su continuidad, sobre todo porque hay pruebas sobradas de que la lidia, que por lo general termina con la vida del toro, puede terminar en el espanto que vimos hace apenas unos días cuando el pitón de la bestia, atravesando  la garganta del torero,  le salió por la boca. Fue verdaderamente dantesco. El sólo hecho de haber vivido por televisión una cosa así riñe con cualquier argumento que sostenga su continuidad. Esto no obstante hay algo más: la insensibilidad que se muestra ante el padecimiento de una noble  bestia a la que se hostiga infringiéndole heridas desde el mismo momento que pisa el ruedo.
No hace mucho tiempo un toro saltó la valla que separa al público del ruedo y arremetió contra los aficionados. Fue horrible ver el espanto que causó en la gente que en un afán desesperado por evitar  la embestida de la enloquecida bestia intentaba sortear los escalones que hasta ese momento les había servido de asiento. De resultas hubo 18 heridos y un chiquito de 10 años gravemente herido por aplastamiento al caérsele el toro encima. Sin duda se trata de "daños colaterales" como hipócritamente se ha dado en llamar a la barbarie que resulta de la guerra.  Seguramente se dirá lo mismo en este caso, aunque se hablará de "fatalidad". Claro que así como se justifican los "daños colaterales" de la guerra se justificará esta fatalidad. Y ¡viva la Pepa! A los deudos de los soldados muetos se les explicará que no ha sido en vano por tratarse de una guerra por la democracia y la libertad -una guerra justa, que le dicen- y a los padres de la criatura y a los 18 heridos que arrasó el toro que "son cosas que pasan". Y a pasar página.

No hay nada peor que ver las cosas desde uno mismo en lugar de verlas desde las cosas mismas. 

Los ingleses, gentes tradicionales si las hay, abolieron la caza del zorro por brutal.
En España  seguimos con los toros. De “de toda la vida”, se oye a diario como prueba de nuestra tradicional forma de ser. Los ingleses con motivo de la abolición de las corridas en Cataluña comentaron la noticia diciendo que se había abolido una costumbre propia de “barbarians”. 

Jeremías Bentham, filósofo inglés del siglo XVIII es ampliamente reconocido, entre otros atributos que exaltaron su sensibilidad, como promotor de los derechos de los animales. Dejó claro que la capacidad de sufrimiento antes bien que la de la razón marcaba el signo distintivo de las semejanzas que lo emparentaban con el ser humano. Argumentaba que de ser así lo mismo podría argumentarse de los niños menores –“infants”- y de los minusválidos mentales.

“If reason alone were the criterion by which we judge who ought to have rights, human infants and adults with certain forms of disability might fall short, too. In 1789, alluding to the limited degree of legal protection afforded to slaves in the French West Indies by the Code

Jeremy Bentham

Noir, he wrote: 


“The day has been, I am sad to say in many places it is not yet past, in which the greater part of the species, under the denomination of slaves, have been treated by the law exactly upon the same footing, as, in England for example, the inferior races of animals are still. The day may come when the rest of the animal creation may acquire those rights which never could have been witholden from them but by the hand of tyranny. The French have already discovered that the blackness of the skin is no reason a human being should be abandoned without redress to the caprice of a tormentor. It may one day come to be recognised that the number of the legs, the villosity of the skin, or the termination of the os sacrum are reasons equally insufficient for abandoning a sensitive being to the same fate. What else is it that should trace the insuperable line? Is it the faculty of reason or perhaps the faculty of discourse? But a full-grown horse or dog, is beyond comparison a more rational, as well as a more conversable animal, than an infant of a day or a week or even a month, old. But suppose the case were otherwise, what would it avail? The question is not, Can they reason? nor, Can they talk? but, Can they suffer?”

Así ha muerto 'Platanito', un toro de lidia, a lanzazos.


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