martes, 9 de diciembre de 2014

AZNAR


JUAN GOYTISOLO describe a Aznar

 Tras cuatro años de mayoría absoluta en las Cortes, compruebo que el señor
Aznar me ha devuelto a la "deplorable condición de español" (Borges escribió
"de argentino"). Su autoritarismo de estilo caudillista; la descalificación
abrupta del adversario erigida en pauta de gobierno; el servilismo ante el
fuerte y arrogancia con el débil; la opusdeización del Estado y la vuelta de
la religión a las escuelas; la manipulación a sabiendas de datos falsos para
justificar la invasión de Irak o su gastado recurso a esgrimir el espantajo
de la desintegración de España - cuando, mezclando capachos con berzas,
equipara el proyecto federalista de Maragall al plan soberanista de
Ibarretxe -, nos están conduciendo a una lógica de enfrentamiento desconocida
en España desde la transición. Su tosco unitarismo nacional-católico
disgrega; su afán de protagonismo en la prensa estadounidense nos envisca en
la mezcla de sangre, crudo y arena de las planicies de Irak; la heredada
aversión derechista a Francia, de cuya dependencia se precia de habernos
librado, se traduce en una subordinación peor a la política imperial de
Bush. La España que nos deja se halla mucho más dividida que la anterior a
su segundo mandato. La armonización gradual con la normativa europea, buena
vecindad con Marruecos y proyección política y cultural en Iberoamérica de
los Gobiernos que le precedieron han sufrido un grave quebranto. Aznar no
nos ha encumbrado a la grandeza histórica que le obsesiona: nos arrastra a
una situación de dependencia condicionada por las incertidumbres del
calendario electoral norteamericano. Al escuchar en directo los elogios de
Bush a "su visión y sabiduría", me acordé de ciertas fábulas de Esopo y de
La Fontaine. El presidente del Gobierno martillea sus verdades con el aplomo
y suficiencia de quien, para su desgracia, ignora la duda. Su concepción del
liderazgo no es civil, sino militar.

JUAN GOYTISOLO

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