Ante todo y para evitar suspicacias, siendo contrario al aborto, no 
  estoy de acuerdo con ninguna ley que 
regule la necesidad de abortar de las mujeres. Ante todo porque en cada mujer y 
su pareja -nadie habla del 
gestor del nonato (algo curioso, ¿verdad?)- debe equipararse su libertad de 
hacerlo con aquellas 
otras obligaciones a las que la ley la obliga por la igualdad de derechos que le 
asiste en otros 
órdenes: el laboral, el político y la actuación que le cabe en el orden social.
Sostengo 
firmemente que no basta con la gestación para considerar "persona" al nonato. 
Nacemos todos iguales, 
con las mismas potencias, siendo así, "uno" idéntico a todos los demás. La vida 
futura nos empujará  
a ser "uno" en nosotros mismos, distintos a todos los demás. Nos 
transformamos en 
personas cuando gracias a un proceso educativo que se inicia en el mismo momento 
de nuestro alumbramiento con el afecto que nos dispensan nuestros padres, con su afán de 
instalar en nosotros una 
voluntad de hierro, una inteligencia al servicio del conocimiento y el 
sacrificio que impone vivir en libertad, 
la gran libertad, la libertad de conciencia.
El 
planteo que sostengo abarca a todos los seres humanos por igual, a los que 
tienen  deficiencias intelectuales (a un down, a un autista o a cualquier otro que la padezca) y a 
los que no, a los que se considera "normales", como si los que padecen una deficiencia no lo fueran.
Un nonato 
down -candidato al aborto según la ley de Gallardón- puede no resolver 
intelectualmente su vida, pero su 
entrega, su alegría de vivir, su capacidad de amar sin límites lo distinguen. 
¿Que patrones morales abordamos 
para justificar el aborto de un minusválido? Pues, la moralidad de circunstancias que 
anima nuestro cotidiano 
vivir: el éxito y un mundo de diversión que alienta nuestra necesidad de 
consumir hasta de lo que no 
necesitamos.
Cada 
mujer debe asumir en libertad, según su propia conciencia, si ha de abortar o 
no. Pretender lo contrario es 
autoritarismo puro, es someterla a acatar una vida que no podrá sobrellevar 
porque no podrá soportarla.
Se me 
dirá que no todas las mujeres tienen la suficiente madurez para convivir con 
tamaña carga. Y es cierto.
La 
solución a la tragedia no pasa por una ley. Pasa por una educación a la que 
tienen que abocarse los gobiernos 
para evitar embarazos no deseados, por implicar al sistema educativo en algo más 
que "enseñar" cuánto 
mide el Tajo, en lograr que la imaginación que anida en los estudiantes se 
prodigue en actos creativos en los 
que cada chico/a asuma la fuerza interior que le estamos negando. En pocas 
palabras, que sea responsable de sus 
actos con plena satisfacción de lo que su intimidad le dicta.
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