Carlos A. Trevisi
Para
ser el país más poderoso del mundo –como se lo clasifica- bien podría atenerse
a superar las dolorosas circunstancias por las que atraviesa. Sería de destacar que la ciudadanía no está por la labor dado que vive ensimismada en la arrogancia
y el poder que emana de sus dirigentes políticos, a los que elige sin reparar demasiado en sus calidades. Ejemplares como Reagan, los
Bush y Trump –amén de otros varios como Nixon- han dado prueba de que las alternativas de una nación no son su gente sino el poder.
El
americano medio vive feliz en un mundo donde rige un fausto mal entendido, el dinero y la
negación de los valores que proclaman
desde la fe que profesan. El poder ha conseguido que vivan plácidamente, sin
ver la realidad en la que están sumergidos hasta que sus hijos son enviados a la
guerra a defender intereses que les son ajenos como no sea que satisfagan un
trasnochado patriotismo. De la guerra vuelven enfermos, con la conciencia alterada
por haber matado, o simplemente no vuelven.
Todo sea por la patria.
Hace
apenas unos días un joven irrumpió en el colegio donde había estudiado acribillando
a balazos de ametralladora a jóvenes estudiantes y profesores. El arma utilizada
había sido adquirida a su nombre por el asesino.
No
fue ésta la primera vez que sucede algo igual. Cualquiera puede comprar armas de
fuego en EE.UU. Existe una asociación que avala que así sea, la del "rifle". Así se hizo el
país: desde las armas. La aniquilación de nativos indígenas fue atroz; la
guerra civil mató un millón de norteamericanos; las bombas atómicas en
Hiroshima y Nagasaki mataron 350.000 personas; las sucesivas guerras por
intereses espurios desde la Segunda Guerra
mundial, no sé a cuántos más.
Estos
antecedentes llevaron al poder a Trump, al que no se le ha ocurrido nada mejor
que sugerir que hay que armar a los profesores para defender las escuelas de los
ataques como el sufrido recientemente.
Que yo sepa los profesores no han reaccionado. Solo los estudiantes podrían enfrentar tamaño disparate.
He visitado Manhattan y el sur de EE.UU. en tres ocasiones. La grandeza de Manhattan es compatible con una actitud de vida que apunta a las cosas antes que a las personas. Me quedé admirado y perplejo por lo que vi. Me quedaría admirado igualmente de lo que se ve en un mundo que me es totalmente ajeno y al que nada me empujaría a ir: Kuwait, por ejemplo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario