- Penguin Clásicos publica "Anna Karénina" de Léon Tolstoi
“La verdad es que no debemos considerar Anna Karénina como una obra de arte, sino como un fragmento de vida (…) y lo que la novela pierde en arte lo gana así en realidad”, escribía el crítico Matthew Arnold en su ensayo dedicado a Tolstoi. Sin embargo, lo cierto es que Anna Karenina no pierde en arte por mucho que gane en realidad, pues, como apunta George Steiner en su ya esencial ensayo, Tolstoi o Dostoievski, “Anna Karénina es incomparablemente la más grande, por su plan, su humanidad y su técnica”. Más allá de la discusión acerca de siMadame Bovary es superior a Anna Karénina- algo que, en parte, sostenía Romain Rolland-, de lo que no hay duda es que la novela de Tolstoi es un clásico imprescindible de la literatura cuya historia ha vencido al paso del tiempo. Tolstoi, apunta Nabokov en sus clases de literatura, “hizo un descubrimiento en el cual, cosa curiosa, no se han fijado nunca los críticos. Descubrió -y desde luego nunca se dio cuenta de haberlo descubierto- un método de representación de la vida que se corresponde, de la manera más agradable y exacta, con nuestra idea del tiempo. Es el único escritor que conozco cuyo reloj está puesto con los innumerables relojes de los lectores”. Para Nabokov las “imprecisiones” históricas de Anna Karenina, así como de otras de sus novelas –“Tolstoi era bastante descuidado a la hora de tratar la idea objetiva del tiempo. Los lectores atentos han observado que enGuerra y paz hay niños que crecen demasiado deprisa o más despacio de lo debido (…) En Anna Karénina hay unos patinazos terroríficos sobre la carretera helada del tiempo”- no interfiere en ese “realismo” en el que se ha inscrito al autor ruso, que no buscaba el mero reflejo mimético de la realidad, cuanto el sentido o, en palabras del propio Nabokov, la verdad de la realidad. “Lo que de verdad seduce al lector medido es ese don que tenía Tolstoi para proveer a su ficción de unos valores temporales que coinciden exactamente con nuestro sentido de tiempo”.
En el capítulo de El canon occidental dedicado a Tolstoi, Harlod Bloom se pregunta cuán importantes son las creencias morales, religiosas y estéticas de Tolstoi a la hora de juzgar y comprender sus obras. ¿La verdad que busca Tolstoi es una verdad moral? ¿Qué valores definen la desdichada historia de Anna Karénina? Antes de contestar a esta pregunta, hay que recordad, como apunta Nabokov, que Tolstoi “cuando descubrió su nueva religión -mezcla neutra de una especie de Nirvana hindú y el Nuevo Testamente, Jesús sin la Iglesia- llegó, como consecuencia lógica, a la conclusión de que el arte era impío porque se basa en la imaginación, el engaño y la invención” y, en efecto, tras escribir Anna Karénina, “resolvió dejar de escribir todo lo que no fueran ensayos éticos”, aunque, “afortunadamente, no pudo mantener siempre aherrojada aquella colosal necesidad creadora” y, poco después, en efecto, escribiría La muerte de Iván Ilich. ¿Es la muerte de Anna Karénina el “castigo” a una mujer que abandona a su marido y huye con su amante? ¿Quiere acaso Tolstoi condenar a su protagonista? Nabokov sostiene que la muerte de Anna Karénina no es la condena a una mujer que, asumiendo el sufrimiento y las consecuencias de sus actos, decide seguir el camino del hombre al que ama; en todo caso, añade el escritor y ensayista, también cabría castigarle a él, a quien, sin embargo, la conservadora alta sociedad rusa no condena, pues “él es hombre”.

Anna termina siendo presa, una vez más, la cárcel de la que huye, su matrimonio con Karénin, vuelve aparecer de la mano de Vronski y ese deseo de “vivir por sí misma” se vuelve un imposible. Todo se viene abajo y, como para Emma, solo parece haber una salida:
“‘Allí’ se dijo, mirando la sombra del vagón y la tierra mezclada de carbón esparcido sobre las traviesas. ‘Allí en medio. Así le castigaré y me libraré de todos y de mi misma’. Quiso tirarse bajo el vagón, pero le fue difícil desprenderse del saquito, cuyas asas se le enredaron en la mano, impidiéndole ejecutar su idea”. Sin embargo, poco minutos después, ya no hay más salida para Anna: “La luz de la vela con que Anna leía el libro lleno de inquietudes, engaños, penas y maldades, brilló por unos momentos más viva que nunca y alumbró todo lo que antes veía entre tinieblas. Luego brilló por un instante con un vivo chisporroteo; fue debilitándose… y se apagó para siempre”.
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