Carlos A Trevisi
Ortega, como otras tantas personalidades relevantes en
el campo del saber representa una de las figuras sobresalientes de una España
que lo ha postergado. Hasta es razonable que así sea cuando la vorágine que
vivimos nos ha hecho olvidar nada menos que a Cervantes.
En su libro LA REBELIÓN DE LAS MASAS describe con
meridiana claridad lo que le tocó vivir
durante las primeras décadas del siglo pasado cuando las muchedumbres
asomaban en el horizonte.
“Las ciudades están llenas de gente. Las casas llenas
de inquilinos. Los hoteles llenos de huéspedes. Los trenes llenos de viajeros.
Los cafés llenos de consumidores. Los paseos llenos de transeúntes. Las salas de
los médicos famosos llenas de pacientes. Los espectáculos, como no sean muy
extemporáneos, llenos de espectadores. Las playas llenas de bañistas. Lo que
antes no solía ser problema, empieza a serlo casi de continuo: no encontrar
sitio. (…) ¿Que es lo que vemos y al
verlo nos sorprende tanto? Vemos la muchedumbre, como tal, posesionada de los
locales y utensilios creados por la civilización. (…) Sorprenderse, extrañarse
es comenzar a entender. Es el deporte y el lujo específico del intelectual. (…)
La aglomeración, el lleno, no era antes frecuente. ¿Por qué lo es ahora? (…) La
muchedumbre, de pronto, se ha hecho visible, se ha instalado en los lugares
preferentes de la sociedad. Antes, si existía, pasaba inadvertida , ocupaba el
fondo del escenario social; hora se ha adelantado a las baterías, es ella el
personaje principal. Ya no hay protagonistas: solo hay coros. El concepto de
muchedumbre es cuantitativo y visual. La sociedad es siempre una unidad dinámica de dos factores:
minorías y masas. Las minorías son individuos o grupos de individuos
especialmente cualificados. Masa es el
hombre medio. De este modo se convierte lo que era meramente cantidad
–la muchedumbre- en una determinación cualitativa: es la cualidad común, es el
hombre en cuanto no se diferencia de otros hombres, sino que repite en sí un
tipo genérico. ¿Qué hemos ganado con esta conversión de la cantidad a la
cualidad? Muy sencillo: por medio de ésta comprendemos la génesis de aquél. La
formación normal de una muchedumbre implica la coincidencia de deseos, de
ideas, de modo de ser en los individuos
que la integran, pero hay una diferencia esencial. En los grupos que se
caracterizan por no ser muchedumbre y masa la coincidencia efectiva de sus
miembros consiste en algún deseo, idea o ideal que por sí solo excluye el gran
número. Para formar una minoría es preciso que, antes, cada cual se separe de
la muchedumbre.
(…) Masa es todo aquel que no se valora a si mismo.
Sino que se siente como todo el mundo y sin embargo no se angustia; siente el saber sentirse como todos los demás.
Imagínese un hombre humilde que al intentar valorarse por razones especiales –al preguntarse si tiene
talento para esto o lo otro, si
sobresale en algún orden- advierte que no posee ninguna cualidad excelente.
Este hombre se sentirá mediocre y vulgar, mal dotado, pero no se sentirá masa.
(… )
La división en masas y minorías excelentes no es una división en clases sociales sino en
clases de hombres, y no puede coincidir con la jerarquización en clases
superiores o inferiores. (…).
Así creo que las innovaciones políticas de los más
recientes años no significan otra cosa
que el imperio político de las masas. La vieja democracia vivía templada por
una abundante dosis de liberalismo y de entusiasmo por la ley. Al amparo de
ambas podían actuar y vivir las minorías. Democracia y ley, convivencia legal
eran sinónimos., Hoy vivimos una hiperdemocracia en la que la masa actúa
directamente, sin ley, por medio de presiones, imponiendo sus aspiraciones y
sus gustos. Yo dudo que haya habido
otras épocas de la historia en las que la muchedumbre llegase a gobernar tan
directamente como en nuestro tiempo.
Lo propio acaece en los demás órdenes, muy especialmente en el intelectual.
El escritor debe pensar que el lector medio si lee algo de lo que escribe no es
con el afán de aprender sino al revés para sentenciar sobre él cuando no
coincide con las vulgaridades que este lector tiene en la cabeza.
La característica del momento es que el alma vulgar,
sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de la la vulgaridad y
la impone dondequiera. La masa arrolla todo lo diferente, egregio,
individual, calificado y selecto.
(…)
Comentario
de Carlos A Trevisi
El
planteo de Ortega no es más que el inicio de lo que está teniendo lugar en la
sociedad hoy día. Las muchedumbres, ante la imposibilidad de abordar las
soluciones que demanda una vida apacible, reorientan sus afanes hacia las
distracciones que les ofrece el sistema para
apaciguarlas: el fútbol, sobre todo, donde se dan cita todo tipo de violencias y
la exaltación de ídolos promiscuos.
La
diferencia respecto de las primeras década del siglo XX es que el proceso se ha
acelerado a tal extremo que la aristocracia intelectual a la que alude Ortega se
ha transformado en una oligarquía espuria que ha invadido todos los centros del
poder y en nombre de intereses que nos son ajenos. Ahí nace aquello de que “España
está creciendo como ningún otro país de Europa” y toda una historia que incluye
la disminución del desempleo, los recortes en educación y qué no, que se niegan
a diario en discursos llenos de sonrisas y menoscabos para los que se les
oponen políticamente.
La
poca calidad intelectual de los políticos, que provienen de una masa ignorante que
actúa mintiendo sin piedad, no autoriza sino a obedecer los mandatos de los
agentes que “manejan” la globalización. El caso de Rajoy es paradigmático.
El
problema es lo que puede sobrevenir: el hartazgo de las muchedumbres y la
violencia.
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