jueves, 17 de agosto de 2017

ORTEGA Y GASSET Y LA REALIDAD ACTUAL

Carlos A Trevisi

Ortega, como otras tantas personalidades relevantes en el campo del saber representa una de las figuras sobresalientes de una España que lo ha postergado. Hasta es razonable que así sea cuando la vorágine que vivimos nos ha hecho olvidar nada menos que a Cervantes.

En su libro LA REBELIÓN DE LAS MASAS describe con meridiana claridad lo que le tocó vivir  durante las primeras décadas del siglo pasado cuando las muchedumbres asomaban en el horizonte.

“Las ciudades están llenas de gente. Las casas llenas de inquilinos. Los hoteles llenos de huéspedes. Los trenes llenos de viajeros. Los cafés llenos de consumidores. Los paseos llenos de transeúntes. Las salas de los médicos famosos llenas de pacientes. Los espectáculos, como no sean muy extemporáneos, llenos de espectadores. Las playas llenas de bañistas. Lo que antes no solía ser problema, empieza a serlo casi de continuo: no encontrar sitio. (…)  ¿Que es lo que vemos y al verlo nos sorprende tanto? Vemos la muchedumbre, como tal, posesionada de los locales y utensilios creados por la civilización. (…) Sorprenderse, extrañarse es comenzar a entender. Es el deporte y el lujo específico del intelectual. (…) La aglomeración, el lleno, no era antes frecuente. ¿Por qué lo es ahora? (…) La muchedumbre, de pronto, se ha hecho visible, se ha instalado en los lugares preferentes de la sociedad. Antes, si existía, pasaba inadvertida , ocupaba el fondo del escenario social; hora se ha adelantado a las baterías, es ella el personaje principal. Ya no hay protagonistas: solo hay coros. El concepto de muchedumbre es cuantitativo y visual. La sociedad es  siempre una unidad dinámica de dos factores: minorías y masas. Las minorías son individuos o grupos de individuos especialmente cualificados. Masa es el  hombre medio. De este modo se convierte lo que era meramente cantidad –la muchedumbre- en una determinación cualitativa: es la cualidad común, es el hombre en cuanto no se diferencia de otros hombres, sino que repite en sí un tipo genérico. ¿Qué hemos ganado con esta conversión de la cantidad a la cualidad? Muy sencillo: por medio de ésta comprendemos la génesis de aquél. La formación normal de una muchedumbre implica la coincidencia de deseos, de ideas, de modo de ser  en los individuos que la integran, pero hay una diferencia esencial. En los grupos que se caracterizan por no ser muchedumbre y masa la coincidencia efectiva de sus miembros consiste en algún deseo, idea o ideal que por sí solo excluye el gran número. Para formar una minoría es preciso que, antes, cada cual se separe de la muchedumbre.

(…) Masa es todo aquel que no se valora a si mismo. Sino que se siente como todo el mundo y sin embargo no se angustia;  siente el saber sentirse como todos los demás. Imagínese un hombre humilde que al intentar valorarse por razones  especiales –al preguntarse si tiene talento  para esto o lo otro, si sobresale en algún orden- advierte que no posee ninguna cualidad excelente. Este hombre se sentirá mediocre y vulgar, mal dotado, pero no se sentirá masa.

 (… ) 
La división en masas y minorías excelentes no es  una división en clases sociales sino en clases de hombres, y no puede coincidir con la jerarquización en clases superiores o inferiores. (…).
Así creo que las innovaciones políticas de los más recientes años  no significan otra cosa que el imperio político de las masas. La vieja democracia vivía templada por una abundante dosis de liberalismo y de entusiasmo por la ley. Al amparo de ambas podían actuar y vivir las minorías. Democracia y ley, convivencia legal eran sinónimos., Hoy vivimos una hiperdemocracia en la que la masa actúa directamente, sin ley, por medio de presiones, imponiendo sus aspiraciones y sus gustos. Yo dudo que  haya habido otras épocas de la historia en las que la muchedumbre llegase a gobernar tan directamente como en nuestro tiempo.
Lo propio acaece en los demás  órdenes, muy especialmente en el intelectual. El escritor debe pensar que el lector medio si lee algo de lo que escribe no es con el afán de aprender sino al revés para sentenciar sobre él cuando no coincide con las vulgaridades que este lector tiene en la cabeza.
La característica del momento es que el alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de la la vulgaridad y la impone dondequiera. La masa arrolla todo lo diferente, egregio, individual,  calificado y selecto.
(…)
Comentario de Carlos A Trevisi
El planteo de Ortega no es más que el inicio de lo que está teniendo lugar en la sociedad hoy día. Las muchedumbres, ante la imposibilidad de abordar las soluciones que demanda una vida apacible, reorientan sus afanes hacia las distracciones  que les ofrece el sistema para apaciguarlas: el fútbol, sobre todo, donde se dan cita todo tipo de violencias y la exaltación de ídolos promiscuos. 

La diferencia respecto de las primeras década del siglo XX es que el proceso se ha acelerado a tal extremo que la aristocracia intelectual a la que alude Ortega se ha transformado en una oligarquía espuria que ha invadido todos los centros del poder y en nombre de intereses que nos son ajenos. Ahí nace aquello de que “España está creciendo como ningún otro país de Europa” y toda una historia que incluye la disminución del desempleo, los recortes en educación y qué no, que se niegan a diario en discursos llenos de sonrisas y menoscabos para los que se les oponen políticamente.
La poca calidad intelectual de los políticos, que provienen de una masa ignorante que actúa mintiendo sin piedad, no autoriza sino a obedecer los mandatos de los agentes que “manejan” la globalización. El caso de Rajoy es paradigmático.

El problema es lo que puede sobrevenir: el hartazgo de las muchedumbres y la violencia.  

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