Carlos A. Trevisi
Acaba de ser noticia: una jueza preguntó a una mujer que denunció haber sido violada si había "cerrado las
piernas".
No escapa al criterio de una
gran mayoría de españoles que la actitud de la jueza fue correcta.
Tendríamos que preguntarnos
porqué es así.
El grave problema que acosa a
la sociedad española es que no sabe ponerse en común y consecuentemente no sabe
estar en los demás, fuente ésta a partir de la que son de juzgarse las
actitudes que asumimos en relación con acontecimientos como el que encabeza
nuestro escrito.
Es en este tipo de actitudes donde
se manifiesta este desencuentro con “el
otro”.
En la administración pública
cualquiera sea la actividad de la que se
trate, en cuanto a trámites, caemos todos por igual. Los funcionarios son los amos de ese mundo de
papeles que manejan a voluntad prescindiendo de las necesidades de la gente.
No es comprensible que una
jueza proceda de este modo. Si en efecto es así no es por ignorancia –faltaba más-
sino por que no ha sabido ponerse en el lugar de la pobre desgraciada.
Vaya uno a saber, Sra. Jueza,
qué le habría pasado si no las hubiera abierto, como usted supone que tendría que haber sido.
El equilibrio que es menester para convivir , y ¡cómo no! para impartir justicia,
es una actitud que resuma algo más que una inteligencia pródiga y el
conocimiento de la ley: es la capacidad de armonizar el afecto, la voluntad y
la libertad. El afecto para ver con el corazón, la voluntad para evitar
cualquier quebranto que pueda lastimar y la libertad como recurso de
conciencia.
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