Por Carlos A. Trevisi
En el año 2006 escribí lo que sigue.
Dejando de lado las circunstancias
propias de aquel momento entiendo que en el 2011 estamos viviendo las
consecuencias de la inoperancia del PSOE para terminar con la partidocracia y
el desinterés de una militancia que se sintió titular de todos los derechos y
distante de las obligaciones que eventualmente pueden llegar a imponer momentos
tan críticos como los que estamos vivien-do. La participación es definitiva
para poner en blanco sobre negro lo que se aspira a lograr. No se hizo; no hubo
interés y, de resultas, el PSOE va a ser el gran derrotado del 20 N.
Pero eso no sería todo si no fuera porque
detrás del decorado de la crisis mundial hay un hombre, Zapatero, que al
erigirse en el fac totum de la solu-ción no hizo sino asumir que ante el
abandono al que se lo sometió decidió patear la pelota en propia puerta
haciendo todo lo contrario de lo que se es-peraba de él. Entre otras cosas,
ante la presión a la que lo sometían los mercados, en lugar de negar la crisis renunciar
a la presidencia denunciando que su gobierno no estaba dispuesto a cumplir con
las exigencias que se le impondrían que lo llevarían a trastornar todos los principios
que habían sus-tentado su vida de hombre de izquierdas. La crisis habría
avanzado lo mismo, pero le habría dado una lección a más de un partidócrata y
quedado como un político de bien.
Decía en el 2006
Si
bien todo indica que el gobierno está llevando a buen puerto las iniciativas
que el PP se ha empeñado en denostar con términos que no son propios de
"señoritos bien" tan identificados con los valores democráticos (a
los que nunca han prestado atención), y con la Iglesia , con la que
sostienen una ardua relación que difícilmente pueda terminar en encuentro -tal
la mugre que la tiñe (a la relación, me refiero) - está claro que el nuevo
Estatuto de Cataluña, ETA, la LOE ,
Batasuna y un tal Mena, General tercer-mundista metido a salvador de una patria
primer mundista -que no necesita de su ayuda para salir adelante-, han traído
no pocas complicaciones a Zapatero.
Zapatero
aspira a impulsar a la ciudadanía a la participación porque entiende que se ha acabado
la época en que eran los dirigentes los que interpretaban su voluntad. El pro-yecto
se va cumpliendo pero con gran esfuerzo: no cala en la gente ni en la militan-cia.
Y las razones son varias.
En un
país abundante como España, dónde el alto nivel de vida empuja poco a la re-flexión
política, es muy difícil que la ciudadanía asuma un rol que tradicionalmente ha
quedado reservado a la dirigencia partidaria. El hombre de la calle, que se
entera en el bar “que un general… que Batasuna… que la LOE …, que la ETA … que el esta-tuto…”, llega
a la inmediata conclusión de que, en efecto, España se está haciendo añicos.
El militante, por su parte, que aún tiene una idea partidocrática de la política y, consecuentemente, sólo aspira a ocupar espacios que lo vayan proyectando “hacia arriba” en el “aparato”, se remite, ante la falta de estímulos de la ciudadanía, a mirar hacia la “usina” desde dónde le llegan las directivas. Así, a los que militan en los pue-blos, les llegan noticias de que en Madrid esto o aquello, que hablará éste o aquél hacerca de esto o aquello otro, pero jamás les llega una invitación de la agrupación local para ayudar al director del instituto porque se “le” drogan los chicos en el recreo o para protestar porque la construcción de miles de viviendas especulativas está termi-nando con la sierra. Y los que lo intentan, los que quieren ver a la gente en la calle re-clamando por sus derechos y apoyando a su dirigencia caen bajo sospecha y se apar-tan.
Planteadas las cosas en estos términos no cabe sino aceptar que Zapatero esté bajando en los índices de apreciación de la gente. El “aparato” necesita lubricación. El PSOE tiene que salir a la calle so riesgo de momificarse. Una democracia de multitudes sólo lo será con la gente en la calle.
El militante, por su parte, que aún tiene una idea partidocrática de la política y, consecuentemente, sólo aspira a ocupar espacios que lo vayan proyectando “hacia arriba” en el “aparato”, se remite, ante la falta de estímulos de la ciudadanía, a mirar hacia la “usina” desde dónde le llegan las directivas. Así, a los que militan en los pue-blos, les llegan noticias de que en Madrid esto o aquello, que hablará éste o aquél hacerca de esto o aquello otro, pero jamás les llega una invitación de la agrupación local para ayudar al director del instituto porque se “le” drogan los chicos en el recreo o para protestar porque la construcción de miles de viviendas especulativas está termi-nando con la sierra. Y los que lo intentan, los que quieren ver a la gente en la calle re-clamando por sus derechos y apoyando a su dirigencia caen bajo sospecha y se apar-tan.
Planteadas las cosas en estos términos no cabe sino aceptar que Zapatero esté bajando en los índices de apreciación de la gente. El “aparato” necesita lubricación. El PSOE tiene que salir a la calle so riesgo de momificarse. Una democracia de multitudes sólo lo será con la gente en la calle.
NB. Milité para esos años en el
PSOE local y lo que acaban de leer es producto de esa experiencia.
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