España ha vivido un época ficticia de
vacas gordas. Su participación como estado miembro de una Europa que le prestó
todo tipo de ayudas impulsó a más de un español a emprender actividades que la
ineficiencia del estado y la alegría de vivir de los políticos no supieron
controlar porque eran de la misma especie: los unos defraudando impuestos y
dando trabajo en negro y los otros disfrutando de los beneficios de una
corrupción escandalosa.
No hemos sido ajenos a tal disloque
los hombres de a pie que, deslumbrados por una Europa que ofrecía un estado de
bienestar jamás soñado nos hemos dispensado gustos que excedían nuestras
necesidades.
El resultado de tanto disloque acaba
de explotar en nuestras narices. Nos acosan la corrupción -Bankia y sus tarjetas “negras”; la disolución de la nación -léase Cataluña; el ébola; una educación decimonónica -que no porque haya unos pocos colegios que han adoptado actitudes pedagógicas y contenidos didácticos actualizados contempla las necesidades de todos ni cuenta con un plantel docente que responda a los requerimientos de un mundo en el que no sobrevivirá nadie sino es con imaginación y espíritu investigador.
Nos sentimos orgullosos de que
nuestro turismo sea la principal fuente de ingresos del país, cuando de todos
los recursos que integran el PIB es uno de los que más dependen de
circunstancias que, llegado el momento, pueden ser insostenibles: simplemente
bastaría con citar el peligro que nos ha caído el cielo repatriando dos
sacerdotes que se contagiaron del Ébola trabajando caritativamente en África.
Ante esto, ¿quién va a hacer turismo en España con el temor que implica tamaña
peste? ¿A NADIE SE LE OCURRIÓ PENSAR QUE HABRÍA SIDO MEJOR QUE TRAERLOS DE
VUELTA A ESPAÑA ENVIAR UN EQUIPO DE PROFESIONALES DE LA SANIDAD Y LOS RECURSOS
NECESARIOS AL ÁFRICA A PRESTARLES ATENCIÓN MÉDICA ALLI MISMO? ¿Es que nadie del gobierno se da cuenta que no somos Inglaterra, ni Alemania, ni,
ni... como para querer equipararnos cuando nuestro entorno solo puede terminar
en lo que ha terminado?
Desgraciadamente el ébola ha puesto
en blanco sobre negro lo que hasta este momento circulaba en zonas de grises, cuando nos permitíamos criticar al gobierno por sus espantosas carencias de
vista a la ciudadanía. ¿Qué otra actividad va a cubrir la tromba de dinero que entró el verano pasado gracias al DIOS SOL?
¿Cuál ha sido la actitud de la gente, de los
medios, y de una deplorable ministra de Sanidad en las presentes circunstancias?
Los primeros no han sabido
responder con la sobriedad imprescindible para afrontar el problema. A la precariedad de vida en la que los ha sumido
un gobierno que piensa en los bancos y en las elecciones venideras antes que en
la ciudadanía, se le agrega el peligro de que la peste los contagie. Y es
razonable que así sea: la brutal ausencia de interés por ellos en todos los
ámbitos, desde lo educativo hasta lo social los aleja de un mundo cuyas realidades
superan sus trasnochadas exigencias del estado de bienestar que el poder
económico les ha prestado por un tiempo, un tiempo que ya se ha acabado
y que el gobierno no acierta, no puede, no quiere o no sabe recuperar con ideas
acordes al momento que nos toca vivir.
Los medios han demostrado,
salvo excepciones, la mediocridad de los periodistas. Aparecen por televisión
personajes esperpénticos que siguen atados a ideologías decimonónicas, que
sería lo de menos, si no fuera porque arrecian con lugares comunes en los que
insisten el hartazgo, creando un ambiente asfixiante que empuja a la
gente al miedo. El hospital Carlos III se va atiborrando, de a poco, con gente que
teme infectarse solo por conocer a Teresa, la pobre enfermera que se presentó voluntariamente
a prestar ayuda y un reverendo hijo de tal por cual trató de mentirosa.
Y finalmente a la ministra Matto que
pertenece a una raza de políticos incalificables por su incapacidad y a un
gobierno que se caracteriza por elegir a sus ministros todavía no sé si por
incapacidad o porque no conoce a nadie mejor (que los hay, pero que seguramente
no quieren colaborar para no incendiarse)
Su manifiesta incapacidad para
manejarse en el terreno de la sanidad -y no solo en ése, sino en la
calidad que debe prevalecer en la ejecución de los proyectos y en el de su
sostenimiento no admite politiquerías; exige conocimientos, planificación con
visión de futuro, y no la dictadura de una vieja política acordada entre tres o
cuatro de la cúpula del partido, lo que alguien denominó "LA CASTA" y
más políticamente me permito denominar PARTIDOCRACIA.
Teresa está grave. Se puede esperar
lo peor. La presencia de Rajoy en el Carlos III, tardía como suele suceder con cualquier
gestión que encare, no deja de ser una visita de cortesía. Lamentablemente.
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