sábado, 4 de enero de 2014

ESPAÑA CONTRA LAS CUERDAS

Juan José Estellez

A punto del K.O. técnico, los españoles nos despertamos a diario con la emisora de las malas noticias. Un día las eléctricas nos dejan a dos velas con un tarifazo del once por ciento y al otro llega Superrajoy para anular la subasta y convocar previsiblemente otra que nos ponga la subida en un seis para que todos celebremos la gallardía del gobierno. Hoy, nos aprueban la ley mordaza y mañana la ley contra el aborto. Desahucian a los desahuciados, vencen a los vencidos, se niegan a darle la simple limosna de una tregua de invierno a la solemne pobreza energética de este país.
Vivimos en un golpe de Estado al que no le hacen falta tanques: es mucho peor arruinar a cualquier manifestante de por vida que encerrarlo un par de noches en la Puerta del Sol. ¡Qué añoranza de Billy el Niño! ¡Contra Fraga Iribarne vivíamos mejor!. Nos encañonan a golpe de talonario, nos torturan con reformas laborales, echan a los tiesos de las universidades y privatizan la salud sin derecho siquiera a montepío. Las pensiones para quienes menos las necesitan. La tierra, para el que especula con ella. Las cárceles están llenas de robagallinas y los fiscales se alían con la defensa de la infanta para evitar que pueda defenderse ante el banquillo de los acusados como cualquier hija de vecina. La jueza Alaya es una heroína porque persigue a la maléfica Junta de Andalucía y a los mangantes de UGT, pero el juez Ruz es un villano porque hace lo propio con la Gurtel del PP. Tienen los medios y tienen los fines. Nos colocan contra las cuerdas en una ofensiva que toma nuestras casas y nuestros corazones. Si nadie piensa ya en revolución, ¿dónde está, al menos, la resistencia, el simple derecho a la defensa propia?
En nuestro rincón, el de los perdedores, hay un sinfín de asambleas de máximos, nacidas de la ira justa del 15-M, que ensayan nuevas constituciones, propuestas inteligentes para acabar con la corrupción sin límites, las colas del racionamiento del hambre, el acoso y derribo de un sistema que huele a podrido como la Dinamarca de Shakespeare. Piensan en el mañana quizá sin percibir que los de siempre nos están llevando irremediablemente hacia el ayer, mientras los partidos y los sindicatos al uso ni siquiera saben defender el día de hoy. Ignoramos si nos recortan libertades para evitar que pensemos en que nos recortan dinero y derechos o nos recortan dinero y derechos para evitar que pensemos que nos recortan libertades. Pero lo cierto es que hay una tijera en mitad de la rojigualda.
¿En qué se afana el resto del Estado, si es que no anda sólo en las francachelas de las fiestas, en el dolce far niente de las vacaciones, en el beber para olvidar simplemente? En días como estos, los parados buscan empleo y los currantes buscan regalos. Hay quien se ocupa de su propio sector, bien en las mareas que a veces se reúnen o en conflictos aislados como los de Navantia, que a veces rompen el puente Carranza en Cádiz y emerge las protestas de quienes lo cruzan a diario. Otros deciden tomar el dinero y correr a la suyo, olvidarse del resto y que gane el mejor, o el peor, siempre que ellos mismos ganen.
¿Rodean el Congreso o no es más cierto que el poder les rodea a ellos y terminan en la trena o ante los tribunales de la injusticia, implacables con los vulnerables y generosos con los poderosos? ¿Cuántos nos dejaremos detener por los detenidos? Apenas quinientas manifestantes –“pero, ¿dónde los hombres?”, que diría Rafael Alberti– contra el retroaborto de Alberto Guiz Gallardón cuando Rouco y la Santa Madre sacaban decenas de miles a las calles contra Bibiana Aido. Hubo un tiempo en que algunos españoles arriesgaban su vida por la libertad de todos. Hoy, nos lo pensamos dos veces porque una sanción no nos permitirá pagar la hipoteca o los plazos del frigorífico. No hacen falta censores porque el iva cierra teatros y prohíbe películas. O cierran televisiones públicas por mucho que les favorezca su propaganda. El AVE llega a París pero España es un cangrejo que corre hacia atrás mucho más que un AVE.
Se escuchan gritos supuestamente patrióticos: Gibraltar español y Cataluña también, pero ¿de qué España hablamos, de la del imperio o de la de las libertades? No es el fascismo, en sentido estricto, quien nos acosa, a pesar de que Franco y José Antonio sigan vivos en el colegio de abogados de Madrid y en medio callejero nacional, sino que nos asedia el viejo país tradicionalista a la par que borbónico, donde mandan los espadones de las finanzas y los curas trabucaires: sin embargo, que nadie pierda de vista que el huevo de esa serpiente está creciendo ya, no sólo en los chalets de la alta burguesía sino en la infravivienda de los suburbios. Tampoco es el liberalismo el que nos domeña: de serlo así, no se meterían en nuestra cama, en nuestro sexo y en nuestras costumbres.
Hogaño la emprenden contra la Ley de la Dependencia, para que sólo dependamos de su caridad, como antaño prohibieron los convenios colectivos para hacer inútiles los comités de empresa y los propios sindicatos. En dos años, no sólo han logrado acabar con las conquistas de treinta y cinco. Nos han dejado tan sonados que, desde nuestro rincón, no sabemos si tirar la toalla de una vez por todas o morir en la lona, aunque recibamos tantos golpes que ya ni siquiera distingamos donde está nuestro adversario o donde su reflejo, como un laberinto de espejos en donde anduviéramos perdidos: donde estaba ZP ahora está Mariano, José María Aznar se refleja en Miguel Blesa y sus emails en los sms de Luis Bárcenas, Angela Merkel se cruza con los hombres de negro, el FMI con la OCDE, la burbuja inmobiliaria con las preferentes, los ochos mil millones de Novagalicia con la sombra de Rodrigo Rato, Díaz Ferrán en el banquillo y Fabra de rositas, la banca a salvo y treinta mil personas sin techo según los últimos recuentos.
¿Quién está dispuesto a pegarle un revés de izquierdas a semejantes campeones de los pesos pesados? Miramos alrededor y no vemos a nadie. Nuestros pugiles no existen y nosotros no sabemos. Algún día es probable que nos llegue la hora de la revancha pero el árbitro ya está acabando hoy con la cuenta atrás de nuestra derrota. Quizá tendríamos que levantarnos de un salto y volver al ring con la energía de los esclavos y con la fuerza de los desesperados para que, al menos, esta vez no nos ganaran por puntos los viejos pero tan nuevos amos del cortijo, chulos del barrio, miserables y cainitas, los sepulcros blanqueados, los beatos que imponen a sus dioses al resto, los del siempre hubo clases y esa antigua gente de orden que tanto desorden provocan en quienes no son como ellos.

    

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