El Código Penal como pilar del neoliberalismo
Eduardo Santos Itoiz
La corrupción que estamos viviendo tendría que inhibir a muchos españoles del desprecio que sienten por los diferentes: los sudacas, los rumanos, los moros, los negros y todos aquellos que vienen a nuestro país buscando lo que en sus países de origen se les niega. No quedan exentos aquellos que siendo españoles, por su condición socio-económica, el desempleo, el coste de la vivienda, y la subalimentación de sus hijos acuden a comedores de las ONGEs para paliar sus brutales escaseces.
Ya radicado en España tuvieron lugar algunos acontecimientos que me dejaron perplejo.1. Una vecina, ante un comentario mío respecto de la actitud que había asumido Aznar con motivo de un atentado sufrido en Madrid me espetó un "tú ocúpate de tu país, que del mío me ocupo yo". Mi respuesta en presencia de varios otros vecinos fue cruel, tan cruel como para que todos los allí presentes asumieran que acababa de marcar mi territorio y que sería yo quien autorizara a compartirlo.
El primer día de clase cuandoo llevé a mis hijas al colegio (público) -apenas a una semana de habernos instalado en España, una madre se acercó a mi a charlar acerca de la educación que se impartía alli. Su comentario final fue: "Usted no va a tener ningún problema porque no tiene biotipo sudaca; se ve de lejos que es europeo". Tomé nota sin comentarios. A punto de terminar el curso ese mismo año, una de las autoridades del colegio me sugirió que sacara a las chicas del colegio porque allí estaban perdiendo el tiempo.
3. En ocasión en que una persona muy mayor intentaba aparcar su coche arremetiendo contra los que ya lo habían hecho dejando poco espacio para un tercero, salió una empleada del mercado al que pertenecía el parking. Le habían avisado que le estaban machacando el auto. Éstas fueron sus palabras: "Viejo de mierda, porqué no te vuelves a tu puto pueblo".
4. Desde entonces estreché mi espacio y limité las relaciones que me vinculaban a mucha gente. De ninguna manera significó esto que no sostuviera amistades que mantengo, mantendré y seguiré haciendo: solo se trata de aquellos con los que la puesta en común es viable a partir de quienes que, al igual que yo, tenemos adentros compatibles, sean cuales fueren nuestras ideologías -que yo no la tengo (no quiero vivir amordazado).
A partir de estas experiencias y muchísimas otras por el estilo puse especial interés en penetrar la sociedad española dado que éramos una familia entera, con hijos, hijas y nietos que había optado por España de entre otros países de habla inglesa.
Descubrí que la escasez, la necesidad, la mentira y el interés por el poder se daban cita en todos los partidos políticos. Los militantes de la derecha asumen actitudes que evocan un pasado que se les ha hecho carne: sin manifestarse franquistas actúan según patrones de conducta propios de aquellas épocas. Son irreductibles con los que no comparten su forma de pensar, poco tolerantes, se sienten dueños de la verdad, hostigan con epítetos lacerantes a los que militan en la izquierda. En lo personal fui tildado de comunista y rojo. No encontré a nadie que entendiera la destrucción de las naciones – estado a las que estaba condenando la globalización, hija ésta de los Gardner, Rockefeller, Brrezinski, los Bush, y, entre varios más, los Kissinger. Mi interés no era político: solo aspiraba a ver como reaccionaba la sociedad.
En lo personal no podía ver ni puedo, 20 años más tarde, a Felipe González un falsario como pocos; tampoco, al secretario del PSOE de Guadarrama, hoy concejal, a quién el mismo día que lo conocí, al escuchar sus primeros comentarios acerca del proyecto del partido en el orden nacional y la necesidad de adherir a él LE PREGUNTÉ SI ERA DEL OPUS DEI. No podía soportar tanta hipocresía.
Según pasaba el tiempo fui conociendo gente de la derecha. No tenían proyecto politico como no fuera una plena adhesión a lo que había instaurado la Trilateral allá por la década del 70: terminar, como ha queado dicho, con las naciones-estado.
Reinaba (y reina) en la derecha el caciquismo más ácido:se abrogan un poder prepotente que solo el Partido Popular puede esgrimir con el apoyo de las muchedumbres que 50 años atrás se morían de hambre:no tenían calles asfaltadas ni coches, ni comida aunque sí un afán por emigrar en busca de una vida mejor para ellos y sus familias. Muchos se instalaron en América, otros, los más dejados de la mano de dios, buscaron en España un destino que le negaba Franco, hombre de salidas de paseo bajo palio; mujeres y hombres cogían sus escasos bártulos y abandonaban sus lugares de origen.
La Cifuentes -presidenta del la Comunidad de Madrid- ha falseado un master, ha hurtado dos potes de crema en un supermercado (40 euros) ha mentido a mansalva y comprometido el prestigio de una universidad pública.
El PP ha trastrocado los valores que ponen a la gente en común, que hacen compatibles sus adentros, que impulsan a sociedad a ser apenas un amontonamiento de gente a la que complacen con fútbol y mentiras.
La corrupción que estamos viviendo tendría que inhibir a muchos españoles del desprecio que sienten por los diferentes: los sudacas, los rumanos, los moros, los negros y todos aquellos que vienen a nuestro país buscando lo que en sus países de origen se les niega. No quedan exentos aquellos que siendo españoles, por su condición socio-económica, el desempleo, el coste de la vivienda, y la subalimentación de sus hijos acuden a comedores de las ONGEs para paliar sus brutales escaseces.
Ya radicado en España tuvieron lugar algunos acontecimientos que me dejaron perplejo.1. Una vecina, ante un comentario mío respecto de la actitud que había asumido Aznar con motivo de un atentado sufrido en Madrid me espetó un "tú ocúpate de tu país, que del mío me ocupo yo". Mi respuesta en presencia de varios otros vecinos fue cruel, tan cruel como para que todos los allí presentes asumieran que acababa de marcar mi territorio y que sería yo quien autorizara a compartirlo.
El primer día de clase cuandoo llevé a mis hijas al colegio (público) -apenas a una semana de habernos instalado en España, una madre se acercó a mi a charlar acerca de la educación que se impartía alli. Su comentario final fue: "Usted no va a tener ningún problema porque no tiene biotipo sudaca; se ve de lejos que es europeo". Tomé nota sin comentarios. A punto de terminar el curso ese mismo año, una de las autoridades del colegio me sugirió que sacara a las chicas del colegio porque allí estaban perdiendo el tiempo.
3. En ocasión en que una persona muy mayor intentaba aparcar su coche arremetiendo contra los que ya lo habían hecho dejando poco espacio para un tercero, salió una empleada del mercado al que pertenecía el parking. Le habían avisado que le estaban machacando el auto. Éstas fueron sus palabras: "Viejo de mierda, porqué no te vuelves a tu puto pueblo".
4. Desde entonces estreché mi espacio y limité las relaciones que me vinculaban a mucha gente. De ninguna manera significó esto que no sostuviera amistades que mantengo, mantendré y seguiré haciendo: solo se trata de aquellos con los que la puesta en común es viable a partir de quienes que, al igual que yo, tenemos adentros compatibles, sean cuales fueren nuestras ideologías -que yo no la tengo (no quiero vivir amordazado).
A partir de estas experiencias y muchísimas otras por el estilo puse especial interés en penetrar la sociedad española dado que éramos una familia entera, con hijos, hijas y nietos que había optado por España de entre otros países de habla inglesa.
Descubrí que la escasez, la necesidad, la mentira y el interés por el poder se daban cita en todos los partidos políticos. Los militantes de la derecha asumen actitudes que evocan un pasado que se les ha hecho carne: sin manifestarse franquistas actúan según patrones de conducta propios de aquellas épocas. Son irreductibles con los que no comparten su forma de pensar, poco tolerantes, se sienten dueños de la verdad, hostigan con epítetos lacerantes a los que militan en la izquierda. En lo personal fui tildado de comunista y rojo. No encontré a nadie que entendiera la destrucción de las naciones – estado a las que estaba condenando la globalización, hija ésta de los Gardner, Rockefeller, Brrezinski, los Bush, y, entre varios más, los Kissinger. Mi interés no era político: solo aspiraba a ver como reaccionaba la sociedad.
En lo personal no podía ver ni puedo, 20 años más tarde, a Felipe González un falsario como pocos; tampoco, al secretario del PSOE de Guadarrama, hoy concejal, a quién el mismo día que lo conocí, al escuchar sus primeros comentarios acerca del proyecto del partido en el orden nacional y la necesidad de adherir a él LE PREGUNTÉ SI ERA DEL OPUS DEI. No podía soportar tanta hipocresía.
Según pasaba el tiempo fui conociendo gente de la derecha. No tenían proyecto politico como no fuera una plena adhesión a lo que había instaurado la Trilateral allá por la década del 70: terminar, como ha queado dicho, con las naciones-estado.
Reinaba (y reina) en la derecha el caciquismo más ácido:se abrogan un poder prepotente que solo el Partido Popular puede esgrimir con el apoyo de las muchedumbres que 50 años atrás se morían de hambre:no tenían calles asfaltadas ni coches, ni comida aunque sí un afán por emigrar en busca de una vida mejor para ellos y sus familias. Muchos se instalaron en América, otros, los más dejados de la mano de dios, buscaron en España un destino que le negaba Franco, hombre de salidas de paseo bajo palio; mujeres y hombres cogían sus escasos bártulos y abandonaban sus lugares de origen.
La Cifuentes -presidenta del la Comunidad de Madrid- ha falseado un master, ha hurtado dos potes de crema en un supermercado (40 euros) ha mentido a mansalva y comprometido el prestigio de una universidad pública.
El PP ha trastrocado los valores que ponen a la gente en común, que hacen compatibles sus adentros, que impulsan a sociedad a ser apenas un amontonamiento de gente a la que complacen con fútbol y mentiras.
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