Hacer un hijo es simple y hasta suena a gloria; tener un hijo es ya algo más complicado dado que nos atenaza la incertidumbre, pero empujarlo a que sea una persona que enlace sus vivencias con la realidad que le toca vivir es una tragedia: surgen las contradicciones entre lo que uno pretende de sus hijos y la escuela; los riesgos de una adolescencia atrapada en tablets, móviles, ordenadores y qué no; la forma de encarar su educación ante un futuro incierto respecto de sus posibilidades laborales y, acaso lo peor: sus vidas van tomando una senda que nos aleja de ellos dado que no podemos/sabemos prestar apoyo ni acompañarlos ante las aventuras de un nuevo mundo que se nos va tornando incomprensible.
Prestemos a tención a las palabras que nos ha dejado Saramago respecto de los hijos para penetrar sus vidas sin dañar su intimidad.
"Un hijo es un ser que Dios nos prestó para hacer un curso intensivo de cómo amar a alguien más que a nosotros mismos, de cómo cambiar
nuestros peores defectos para darle nuestros mejores ejemplos y, de
nosotros, aprender a tener coraje. Sí, ¡eso
es!, ser madre o padre es el mayor acto de coraje que alguien pueda tener, porque
es exponerse a todo tipo de dolor. Principalmente de la incertidumbre de estar
actuando correctamente y del miedo a perder a alguien tan amado. ¿Perder?, ¿Cómo? ¿No es nuestro?
Fue apenas un préstamo… El más preciado y maravilloso préstamo
ya que son nuestros mientras no pueden valerse por sí mismos; luego le
pertenecen a la vida, al destino y a sus propias familias.
Dios bendiga siempre
a nuestros hijos pues a nosotros ya nos bendijo con ellos.
José Saramago.
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