por Carlos A Trevisi
“Vengo a buscar la vida”.
De baja estatura, ojos vivaces, achinados;
pelo duro, recto; de piernas cortas, fuertes.
Y se vienen nomás. No sé ni cómo
consiguen los dólares para venir, pero se vienen. Y llenan el metro
madrileño de carnavalitos y de melancolías andinas. Responden a la naturaleza:
quieren ser.
Traen la frescura del hombre nuevo.
Del que no sabe, pero intuye, del que puede y no lo dejan; del que sufre pero
sonríe.
Del conquistador.
Son un aire renovador, como el pampero, que
riñe con el moho de la humedad instalada; un dinamismo que asalta y perturba la
tranquilidad del que ha llegado, del que eructa la satisfacción de sus logros.
No todos se vienen. Muchos siguen allá.
Pero no impávidos. Los que no pueden irse se quedan y pelean. Pelean contra los
políticos mentirosos, partidócratas alcahuetes, que cuando asumen van a rezar
al Machu Pichu vestidos de poncho, pero se visten de traje oscuro para ir a
recibir el mandato de otros dioses más exigentes, menos contemplativos,
que se alzan en un olimpo de dineros y explotaciones, de mentiras y
sometimientos.
Y entonces explota Arequipa.
Y el Machu Pichu sonrie desde su verdad
permanente.
Éste artículo lleva el númeero 500 de la serie de GUADARRAMA EN MARCHA. Muchas gracias a los que nos siguen con esmero. Fue publiado con anterioridad, pero me pareció muy apropiado para complear un ciclo que ha demandado esfuerzo pero grandes satisfacciones.
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