Por LUIS ESTEBAN G. MANRIQUE
(Especial Infolatam).- Desde 2005, China ha dirigido unos 100.000 millones de dólares hacia América Latina y el Caribe (AL-C), fundamentalmente en préstamos e inversiones en proyectos de infraestructuras.
En la reciente cumbre China-Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (Celac) en Pekín, el presidente chino, Xi Jinping, anunció que en 2020 el comercio bilateral alcanzará los 500.000 millones de dólares anuales con inversiones que superarán los 250.000 millones de dólares.
En los últimos años, esa relación se ha inclinado hacia Argentina y al ‘bloque bolivariano’: Venezuela, Ecuador y Nicaragua, sobre todo. El canal interoceánico que acaba de comenzar a construir la empresa china HKND en el país centroamericano, absorberá inversiones por valor de 50.000 millones de dólares de aquí a 2019.
Según Fred Hochberg, presidente del Export-Import Bank (EIB) de EEUU, las instituciones estatales chinas han repartido alrededor del mundo unos 670.000 millones de dólares en los dos últimos años, más que el EIB en sus 80 años de existencia. Para países como Argentina y Venezuela, con un escaso –o nulo– acceso a los mercados de capitales internacionales, se trata de un regalo del cielo: una “alternativa Sur-Sur” a la estricta condicionalidad impuesta por el FMI y el Banco Mundial a sus créditos.
China es ya el segundo mayor socio comercial de Argentina después de Brasil, con un intercambio bilateral de 17.500 millones de dólares en 2012. Desde 2007, China ha prestado a Argentina 14.000 millones de dólares. En su reciente visita a Pekín, la presidenta Cristina Fernández cerró acuerdos por valor de 6.800 millones de dólares para financiar la construcción de dos represas hidroeléctricas y una vía férrea.
Según Cui Shoujun, profesor de relaciones internacionales de la Universidad Renmin de Pekín, todo ello forma parte de una estrategia a largo plazo para establecer alianzas multilaterales globales y “reconstruir un orden mundial”. “Los beneficios o pérdidas a corto plazo son secundarias”, asegura.
Pero ese plan no está exento de riesgos para China, que pronto tendrá que decidir hasta qué punto está dispuesta a mantener a flote algunas de las economías más ineficientes y peor gestionadas del continente en medio de la caída de los precios de sus principales exportaciones.
Los créditos chinos a cambio de futuras entregas de materias primas –sobre todo petróleo– suponen casi la mitad del dinero que Pekín ha canalizado hacia la región. Según cifras oficiales venezolanas, los préstamos chinos suman más de 46.000 millones de dólares e incluyen un crédito de 10.000 millones garantizado por suministros futuros de crudo. Venezuela, por ello, va a ser la prueba de fuego de China en la región.
Cuenta atrás en Caracas
Con el precio del crudo venezolano en torno a los 40 dólares el barril, Standard & Poor’s ha degradado la calificación de crédito del país a CCC con perspectiva negativa, dado que estima que existe un 50% de riesgo de “default selectivo” en una economía cuyos ingresos dependen en un 95% de la renta petrolera.
Durante la década del boom petrolero, Hugo Chávez cuadruplicó el volumen de la deuda externa para financiar el consumo interno. En 2012, cuando el barril rondó los 103 dólares, el déficit fiscal se disparó al 17,5% del PIB. Con una inflación que podría llegar al 100% este año, una contracción prevista del PIB del 7% y una moneda que va seguir sobrevaluada pese a los cambios introducidos en el sistema de cambios, los acreedores chinos del gobierno de Caracas solo pueden esperar malas noticias en 2015.
Otra víctima potencial del agravamiento de la crisis es el programa Petrocaribe, que subsidia las importaciones de unos 200.000 barriles diarios de crudo venezolano a 13 países caribeños y centroamericanos –la mitad de ellos a Cuba– por valor de unos 7.000 millones de dólares anuales.Si Nicolás Maduro, cuya popularidad no supera el 20%, se ve en la necesidad de elegir entre pagar la deuda y mantener el abastecimiento de alimentos a la población, pocos analistas dudan que por instinto de supervivencia política, su gobierno declarará una moratoria selectiva (credit event) e incluso la interrupción de los envíos de petróleo a China para vender el crudo en el mercado spot.
La consultora venezolana Ecoanalítica calcula que una vez que se descuentan los 500.000 barriles diarios del consumo interno, virtualmente gratuito en Venezuela, los envíos a Petrocaribe y los que se dirigen a China –otros 540.000 barriles diarios para pagar préstamos ya otorgados–, Venezuela solo cuenta con 1,3 millones de barriles diarios para vender en el mercado abierto y por los que obtendrá este año unos 20.000 millones de dólares.
El servicio de la deuda externa absorberá 11.000 millones. Las importaciones de 2012 sumaron unos 77.000 millones y las de 2014 36.000 millones.
Los límites de la generosidad china
China ya está dando señales de que su generosidad tiene límites. De hecho, los créditos concedidos por el China Development Bank (CDB) han dejado de crecer al 50% anual como ocurrió entre 2009-11. Desde 2013 solo lo han hecho al 10% y están cada vez más ligados a financiar proyectos específicos.
En su último viaje a Pekín, Maduro se tuvo que contentar con una vaga promesa de financiamiento de proyectos a largo plazo por valor de 20.000 millones de dólares en lugar del préstamo de emergencia de 16.000 millones de dólares que solicitó para atenuar el desequilibrio en la balanza de pagos.
A cambio de ese dinero, Maduro ofreció mayores suministros de petróleo y la futura producción de oro, aluminio y hierro de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG). Pero el gobierno chino no se mostró interesado… a menos que CVG quedara bajo su control, una mínima prevención ante los numerosos casos de corrupción que han afectado algunas de sus operaciones anteriores.
Orlando Ochoa, profesor de Economía de la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas, cree que los chinos “le dieron algo, para que no quedara en ridículo”, pero muchos de los proyectos que mencionó Maduro están en el limbo. En Venezuela hay firmados proyectos de inversión por más de 150.000 millones de dólares que no se han ejecutado, especialmente en la faja del Orinoco. Según Antonio De La Cruz, director de la consultora InterAmerican Trends, para Maduro fue un “mensaje devastador” el hecho de que China no le brindara la ayuda que le pidió.
Lo que hace inusual la política crediticia de China en la región no solo son las cantidades de dinero que está dispuesta a prestar sino el modo en que lo hace. Pekín ha elegido un método bilateral especialmente opaco: casi nunca se sabe con certeza los términos de los préstamos ni el uso que se le dará al dinero.
El Parlamento venezolano no ha autorizado las deudas contraídas debido a que el gobierno las considera una “financiación” que debe ser pagada en petróleo y no en dólares. Gracias a ese dudoso argumento, ese dinero no ingresa a las partidas oficiales del presupuesto, con lo que escapa a todo tipo de control público. En 2013 ocho venezolanos fueron detenidos por apropiarse de 84 millones de dólares de un fondo conjunto sino-venezolano.
Para cubrir el déficit, la petrolera estatal PDVSA ha tenido que recurrir a préstamos del banco central por el equivalente a decenas de miles de millones de dólares, lo que ha agravado la inflación. Según el economista venezolano Ricardo Hausmann, director del Center for International Development de la Universidad de Harvard,Pekín está pagando el precio de su inexperiencia como financista en los países emergentes: “China ha ignorado la razón principal por la que los países prestamistas delegan en el FMI la evaluación macroeconómica de sus prestatarios: prestar dinero para mantener políticas insostenibles solo retrasa el día del ajuste de cuentas”.
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