Carlos A. Trevisi
Un matrimonio español tramitó con éxito la adopción de
dos niños etíopes con los que alcanzaron a convivir 4 meses. Al cabo de ese
tiempo un juez, por imputarles una firma a la que consideró
falsificada les retiró los niños porque había una firma falsificada en los
trámites oportunamente llevados a cabo. Los niños fueron enviados a un
orfanato a 400 kilómetros de distancia del lugar donde habían convivido con sus
padres adoptivos rompiendo los lazos afectivos que los unían como se pudo ver
por televisión.
Otra vez la ley, la dura ley que escriben los poderosos,
actuando en detrimento de la justicia y hasta de la misericordia ha coartado dos
vidas que vivirán el amasijo de carencias que padece su país de origen.
Conozco algo de Etiopía por contactos que mantengo
con un investigador de microbiología que trabajó en ese país en un pueblo
alejado de la capital (Adis Adeba) durante dos meses y medio enviado por la
Fundación Carlos III para colaborar en un laboratorio de investigación
microbiológica. La escasez de recursos - la gente calza botellas de plástico de
cocacola aplastadas que se sujetan a los pies con un hilo- se hace extensiva a
la sanidad: en el laboratorio donde trabajó, existía una nevera que ni siquiera
autorizaba a guardar los preparados por falta de frío, los investigadores
trabajaban a 45 grados de temperatura ambiente porque no andaba el aire
acondicionado y las puertas de acceso al hospital estaban obstruidas por montículos de tierra que sin impedir el aqcceso de la gente, bloqueaban la posibilidad de que se robaran las camas del hospital
¿Cómo puede ser que en un país con esas
características la inexorabilidad de la ley sea tan brutal como para privar a
dos criaturas que no superan los dos o tres años de una vida en familia que
satisfaría per se y por el medio en el que crecerían los niños una forma
de vida acorde con las necesidades que requiere una educación adecuada?
Solo porque LA DURA LEY IMPERA POR ENCIMA DE LA JUSTICIA Y DE LA MISERICORDIA.
No es el único caso, claro está.
Una hermosa criatura de 1 año de vida llegó sola, sin
sus padres, desde Marruecos a nuestro país, en un bote inflable al que no
pudieron acceder sus padres. Otra pobre criatura que viene del infierno de un
mundo que todavía no ha reconocido que en la vida de un ser humano nunca se
pueden perder de vista la justicia y la misericordia. La caridad y los derechos
que les asisten a ser libres tiene que estar más allá de la ley que será un
instrumento de ordenamiento social en el que la moral impone condiciones
de convivencia circunstanciales, temporales, pero jamás éticas.
Ante el aluvión de inmigrantes que aspiran a vivir una
vida plena arriesgando todo para escapar del infierno, la respuesta del
gobierno marroquí al gobierno español ha sido:
"Marruecos
admite “disfunciones” en la última llegada de pateras". El ministerio del
Interior ha enviado 500 policías más a la frontera para evitar la avalancha de
inmigrantes ilegales, no sin antes aceptar, imagino, las excusas de Marruecos.
Las matanzas de niños en Gaza, también por LA LEY que
autoriza a Israel A MASACRAR NIÑOS Y MUJERES en su "derecho a" como
lo hacía el ejercito alemán comandado por un canalla con delirios de
emperador del mundo es otro ejemplo de la falta de justicia, misericordia y
hipocresía de las instituciones mundiales que se la pasan buscando soluciones en
reuniones a las que asisten encorbatados delegados a los que no parece
importarles mucho las muertes, desapariciones, guerras y demás perversidades.
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