El País.com (España) -
Parece una muñeca rota, descoyuntada al menos, a la que intentan recolocar los brazos y las piernas. Se trata, en cambio, de una niña de carne y hueso que, dentro de lo que cabe, ha tenido suerte, pues quizá logren repararla. Hemos visto docenas de ellas que parecían muñecas muertas en sus cajas de cartón y que resultaron ser auténticos cadáveres de crías gazatíes. Enterradas como semillas infecundas, brotarán sin embargo en la memoria. Hemos seleccionado una de las imágenes menos duras para no herir la sensibilidad de Obama, Putin, Rajoy, Hollande, Merkel y el etcétera de dueños del mundo que ustedes deseen añadir. Hasta ahora, vienen ejerciendo de plañideras, fingiendo, y quizá cobrando, por un dolor inexistente frente al exterminio sistemático de una población inerme.
Todo ello en nombre del “derecho de Israel a defenderse”. He ahí un mantra de una descomunal eficacia. Significa que mientras por los ojos nos entra una información por los oídos nos introducen la contraria. No hay genocidio, no hay masacre ni liquidación ni exterminio. Tampoco hay instalaciones civiles minuciosamente bombardeadas, no hay edificios enteros, con sus familias apiñadas, destruidos por misiles que donde ponen el ojo cometen el crimen. Es como si nos obligaran a comer un plato de mierda al tiempo de que una voz con propiedades hipnóticas nos hablara de su excelente sabor y sus ventajas nutritivas. Cuando la información que reciben los sentidos es tan contradictoria y machacona, pierde uno el oremus, signifique lo que signifique oremus. A ver si algún mandamás lo recupera.
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