¿A usted
le importa quién fue Piaget?
Seguramente
no. Le confieso que a esta altura de los acontecimientos que pueblan el mundo
educativo, a mi tampoco. La relación que mantenemos con nuestros hijos excede
el marco de esa necesidad.
Según
estadísticas que ruedan por ahí, el 20 % de los españolitos en edades que no
sobrepasan los 12/14 años tiene trastornos de comportamiento derivados de
circunstancias de vida angustiantes. Se calcula que a este ritmo hacia el 1020
la cantidad rondará el 50 %.
La
familia, victimaria y víctima de los chicos, vive una gran angustia. La
realidad de una sociedad que la
ametralla con el peligro de alcoholismo y de la droga, devastadoras ambas, poco
se ocupa, sin embargo, de su propio calvario en la lucha que sostiene
contra el desinterés de los chicos al momento de atender sus obligaciones
escolares, su falta de voluntad , su escaso afecto por el estudio…
Habría que
preguntarse si la solución, tal cual se propone en los colegios, es
dedicarse más a los chicos, primera instancias ésta que por lo general
se acepta porque, poco más o menos, todos sentimos que dedicamos poco tiempo a
la prole. Cuando transcurrido un tiempo la cosa no mejora, entonces acudimos en
busca de ayuda externa. Aparecen en el horizonte profesores particulares que
“enseñan” lo que los chicos no aprenden (la raíz cuadrada, por ejemplo). Esta
etapa dura en relación directa con un estado de vértigo que nos hace pensar que
nuestro hijo es medio tonto. Nos llama
la atención que la criatura sea tonta nada más que en el ámbito de la escuela,
pero, si no le entra, si no quiere, si no… pues “este chico no es para estudiar”.
Antes de entregarnos lo llevamos al psicólogo. El profesional nos dice que es
muy común en los chicos, que es un chico normal, que está desganado por la
pre-niñez, pre pubertad o pre-adolescencia, según la edad del crío, y así nos
tiramos seis meses. Al cabo de ese tiempo la maestra vuelve a llamar para decir
que el nene no puede, no quiere, no sabe, no estudia, no…
La
situación en casa es explosiva; “no te ocupas del nene” (el padre a la madre);
“el que se desentiende eres tú”, (de la madre al padre), y hasta la abuela, que
entiende a su nieto, que habla con su nieto, que consuela a su nieto,
que malcría a su nieto, que termina siendo cómplice de su nieto, harta de tanta estupidez de
pronto dice: la maestra es una idiota. El nene no tiene nada. Es ella, la
maestra que no lo entiende.
A la
pobre vieja se la quieren comer cruda, pero , pero…
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