Carlos A. Trevisi. (Buenos Aires, 1990; ACTUALIZADA 2018, ESPAÑA)
Los argentinos hemos aprendido a fugarnos de la realidad dando por satisfechos los objetivos que perseguimos a partir de la comprensión de las circunstancias que los motivan y su mera enunciación. Los logros se “refuerzan” organizando una comisión que puede denominarse de cualquier manera: de estudio, de enlace, de organización, mixta, etc. La desaprensión con que se enuncian proyectos sin que nadie haya contemplado los “presupuestos” es enajenante. Pareciera que desconocemos que la concreción de lo que alentamos está emparentada con circunstancias distintas de aquellas que motivan su razón de ser. Se trata de otras circunstancias: las referidas a los objetos, pre-supuestos cuya existencia, disponibilidad, costo y demás contribuirán determinantemente al objetivo. Existe un afán verdaderamente inaudito por ver las cosas como se quiere que sean, antes bien que como son en realidad. Por desgracia para nosotros, la heterogeneidad del mundo que vivimos es inexorable y el entrecruzamiento de sus infinitas variables ha derivado en una red donde las cosas se intercausalizan. El efecto multiplicador de esta íntercausalidad puede llegar a ser devastador si el sistema no enraíza en la realidad. No holgaría preguntar si este trastorno no nos afecta a todos y porqué.
La escasez de “objetos” nos condiciona. De haber abundancia, nos moveríamos con las seguridades y las certezas a las que necesariamente convocan las cosas. Transitar por una calle sin pozos, señalizada, limpia y bien iluminada es garantía necesaria de orden en el tránsito. Se podrá afirmar, con todo, que no es suficiente, y es cierto. La suficiencia del sistema estará dada por conductores responsables y vigilancia adecuada. En otros países del mundo se “goza” de lo necesario como para que por ese efecto multiplicador de la red de intercausalidades al que nos referíamos, se satisfaga suficientemente el sistema.
La importancia de los “objetos” es relevante cuanto que sirven a distintos objetivos, y su abundancia contribuye a una proyección armónica de todos los miembros de la sociedad que fijan nuevas metas y recrean valores en un circuito donde se realimentan permanentemente los intereses vitales de la nación.
La escasez, que no es sino la insuficiencia de lo necesario, exacerba los conflictos entre los sectores a los que involucra provocando inestabilidad económico-social por entre-cruzamientos de intereses no resueltos; despierta el egoísmo y todo lo que éste conlleva: autoritarismo, cosismo, dogmatismo y derivados: conformismo, cobardía, convencionalismo y especulación. En lo social aniquila la comunidad, en lo económico destruye el consumo y bastardea la calidad. Naturalmente, afecta también el ámbito político y el institucional.
La “información” es uno de los “objetos” escasos en la Argentina. No es raro que así sea cuando los medios están vinculados a grupos económicos y políticos interesados en mantener el “statu quo” social.
Los argentinos vivimos víctimas de la desinformación a la que nos someten; seguimos atados a ideologías y fobias de posguerra mientras el mundo se debate contra el poder económico transnacionalizado; no sabemos de sus estrategias, qué es la “Trilateral” ni estamos enterados de que los capitales que ya no tienen nación apuntan a la exacción de nuestros insumos básicos para abastecer necesidades del primer mundo. No nos informan que, gobiernen militares o civiles, el poder transnacional opera mediante delegados sectoriales: políticos, empresarios, gremialistas, periodistas, hombres de la FF.AA. y otros, que sirven a la articulación del capital nacional con aquél en la explotación intensiva de nuestros recursos fundamentales. Sólo sabemos que nuestro país se consu-me en la escasez y a los argentinos nos abate un sentímiento de desvalorización por el estancamiento, la inflación, la destrucción sistemática del medio social, el desempleo creciente, la escasez de bienes y servicios, la violencia social, el caos y el avance del terrorismo político, económico y financiero. De hecho, sumidos en una escasez paralizante, nos replegamos sobre nosotros mismos. La irresolución de intereses individuales despierta un natural afán por priorizar necesidades particulares en detrimento del “todo”. Así los sectores más poderosos se constituyen en regidores del bien común: los bancarios paralizan las finanzas, los ferroviarios los trenes, los militares interrumpen la continuidad de las instituciones políticas y las corporaciones económicas deciden por todos: por los bancarios, por los ferroviarios y por los militares.
La incapacidad y venalidad de las dirigencias políticas para poner fin a esta injerencia oligárquica redunda en la atomi-zación de los sectores sociales y consolida el estamentalismo de las corporaciones, cuya viciosa existencia se dogmatiza en manos de ideólogos, burócratas muy bien pagos por las grandes empresas que los contratan como jueces de certámenes literarios, les consiguen cátedras en universidades del primer mundo, financian sus publicaciones y los lanzan al conocimiento del público a través de programas periodísticos de gran difusión, igualmente financiados por la oligarquía.
Este esquema somete al hombre a una feroz despersonalización cuyo efecto principal es el despojo de todos sus valores de conciencia, que pasa a “depositar” en la corporación a cambio del “honor” de pertenecer al grupo y en nombre de las verdades absolutas que anidan en su dogma. Ésta es la razón por la cual las FFAA no están integradas a la nación; como tampoco lo están la Iglesia ni las agremiaciones de trabajadores. Las instituciones se han corporizado y sus miembros despersonalizado. A las FFAA las desintegra la falta de un programa que responda explícitamente al objetivo para el cual han sido creadas. Esta responsabilidad le cabe a la dirigencia política que no ha sabido arrebatar el poder económico a los intereses agro exportadores que desde la década del 30 en adelante acuden a los golpes militares para ejercer el poder político de la Nación. Así, la oligarquía ha utilizado el inevitable dogmatismo y estamentalismo de las FFAA en empresas bastardas a las que adherían sus cúpulas y acompañaban corporativamente los cuadros subalternos. Alimentadas por ideólogos trasnochados no supieron aceptar que no están llamadas a efectuar cambios sino a acompañarlos.
La Iglesia Argentina, vieja aliada de la oligarquía, no ha leído Medellín, ni Puebla, ni los documentos del CELAM. Algunos sacerdotes –Novak, Nevares, Zaspe (y el actual Papa Francisco)- han dado pruebas de su consustanciación con la realidad debiendo padecer todo tipo de diatribas, cuando no la muerte, como en el caso de M. Angelelli. En cuanto a los seglares, ¿quiénes han leído el llamamiento final de la “Populorum Progressio” (http://w2.vatican.va/…/ency…/documents/hf_p-vi_enc_26031967_
populorum.html , que reza que a ellos “…corresponde con su libre iniciativa y sin esperar pasivamente consignas y directrices , penetrar de espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en la que viven”, o la “Gaudium et Spes”, http://www.vatican.va/…/vat-ii_const_19651207_gaudium-et-sp… cuando dice que los laicos “conscientes de las exigencias de la fe y vigorizados por sus energías , deben acometer sin vacilar , cuando sea necesario, nuevas iniciativas y llevarlas a buen término”?
El argentino concreto, así como ha consentido y aplaudido los golpes de estado, se ha apoltronado en una comunión preconciliar –salva tu alma- o se ha fugado en busca de azares religiosos donde convergen el fatalismo y el mito junto con la participación, que aunque irrelevante en muchos casos, alienta, sin embargo una dosis de quehacer que la estructura administrativa de la Iglesia Católica no autoriza. No es raro entonces, que Mons. Collino haya celebrado en Malvinas y bendecido las armas cuando la locura de Galtieri y Cia. nos llevó a la guerra; que Martínez de Hoz, Ministro de economía de Videla comulgue impunemente en la “Redonda” de Belgrano y a Mariano Grondona le llamen la atención tibiamente cuando habla de sacar los tanques a la calle para controlar saqueos de supermercados.
El sindicalismo (CGT) -Confederación General del Trabajo- no es ajeno a esto. La estafa a la que han sometido a los trabajadores actuando como delegados del poder económico de las corporaciones industriales argentinas es una mancha que sólo puede limpiar la contrapartida de dirigentes gremiales que perdieron la vida en aras de ideales de grandeza. El actual momento es crucial y la perspectiva del tiempo dirá que la actitud que han asumido Triaca y otros responde a viejos vicios o a un acompañamiento imprescindible para salir del caos.
En cuanto a derechos y obligaciones, la escasez hace estragos
La subalimentación de nuestros niños, que los condena a la marginalidad en un mundo nuevo y distinto como será el del siglo venidero, y la no menos trágica supervivencia de nuestros mayores que hace ya tiempo vienen pagando el altísimo precio de sentirse de más, es prueba suficiente de derechos insatisfechos y obligaciones incumplidas. Nosotros mismos, en la plenitud de nuestras vidas, sabemos del cansancio de la convivencia en escasez: teléfonos que no funcionan, falta de luz, de agua, de cloacas, de escuelas para nuestros hijos, calles rotas, actitudes egoístas que desnudan la precariedad del entorno….
La escasez ha desnaturalizado la íntima relación entre la jerarquía de una tarea y la capacidad adquisitiva que esa tarea genera, trastoca la producción de bienes y la prestación de servicios en cantidad y calidad; desestabiliza el consumo, la capacidad de compra del consumidor se torna errática y vicia la relación entre el trabajador y su trabajo. Los trabajadores reciben míseros salarios que desalientan la iniciativa personal. Los más emprendedores se inician en el trabajo por cuenta propia, ganando mucho más, pero dando por tierra con la posibilidad de insertarse en un proyecto totalizador de esfuerzos orientado orgánicamente al bien de la comunidad. Esto contribuye a crear un circuito marginal de producción y consumo, y favorece el mercado negro en detrimento de un estado impotente que desatiende la educación, la salud, la justicia, la defensa y la seguridad.
La política tampoco es ajena a la escasez. Desnaturalizada por una partidocracia ambiciosa e ineficiente, desvirtúa en el accionar errático de los políticos las esencias mismas no sólo de los partidos y de las instituciones, sino del sistema democrático. El debilitamiento de este trípode, que es el objeto sociopolítico del que se valen las comunidades para crecer en busca de su razón de ser, supremo objetivo trastorna la relación para con el ciudadano común que se torna escéptico del sistema. Si la partidocracia argentina sigue operando como poder delegado de la oligarquía, la escasez económica terminará con el argentino. Seguiremos siendo víctimas de una relación de intercambio deteriorante de nuestros intereses, pues mientras los insumos críticos mantienen precios fijos es constante el alza de los precios de los productos industriales que debemos traer del exterior. Ya en 1961, la brecha que separaba a unos de otros era un 25% mayor que apenas una década antes cuando ascendía a un escaso 5% (1954) Esto redunda en pérdidas de divisas y empobrecimiento general: nuestro nivel de tractorización es inferior al de Chile, Uruguay y Brasil. Utilizamos 3,4 kg. De fertilizantes por año contra 716,9 de Holanda, 33,3 de chile y 31,4 de Uruguay. El consumo de acero bajó de 185 Kg. Por habitante en 1975 a menos de cien en 1984. Entre 1974 y 1984 la pobreza de los argentinos se triplicó, pasando del 10% de la población a un 27,8 %. ¿A cuánto ascenderá en 1989 cuando hubo de recurrirse a la olla popular para paliar el hambre?
Advertimos que el mundo asiste a transformaciones estructurales debidas al aceleramiento de los plazos de producción, pero muy especialmente a los referidos al proceso de inversión-desarrollo-comercialización masiva. Estas circunstancias han llevado al poder transnacional a activar una política económica de redistribución de las fuerzas de la producción en el mundo. La Argentina ha sido ubicada dentro del nuevo esquema a partir de su propia realidad de escaseces económicas, políticas y sociales, pero además de sus escaseces geoestratégicas: una debilidad ancestral en aprovechamiento del terreno en relación con aspiraciones del mismo carácter de los intereses transnacionales articulados con la oligarquía vernácula. Son prueba de ello dos inmensos desiertos: uno, al norte, 300.000 Km. de pampa subtropical, y otro, al sur, la Patagonia. Ambos actúan como desintegradores económicos y como baches geoestratégicos. El desierto al norte centrifuga las provincias del noroeste hacia el Pacífico (Pacto Andino) y el del sur nos desvincula de la Antártica sobre la que actúa como base y trampolín al alcance de cualquier potencia. La Guerra de las Malvinas, ejemplo patético de escasez y uno de los disparates más colosales que registra nuestra historia, favoreció la instalación de una base del Nato en el Atlántico Sur dando pie a una escalada que no sabemos en que ha de terminar.
Los recursos humanos requieren ser informados para satisfacción de su búsqueda de la verdad. Qué no decir de la educación que les es menester.
Si educar es satisfacer la plenitud de las potencialidades propias del hombre y las derivadas de un estado de necesidad nacional en el que las transformaciones de los recursos físicos, la producción y el consumo realimentan el circuito educativo para favorecer la instalación definitiva de una sociedad preñada de saber y en ejecución de su propia cultura, lejos estamos de tal logro. Corresponde a la dirigencia política resolver el problema de la educación y les cabrá la responsabilidad de tal incumplimiento mientras no sepamos a dónde vamos como nación, mientras no se echen las bases y se faciliten los objetos que orienten el objetivo.
Se vislumbrará la solución cuando cesen los mensajes unidireccionales que asedian al individuo y amenazan despersonalizarlo, cosificarlo; cuando se subraye la importancia que tiene la distinción entre individuo y persona, lo que equivale a tener como horizonte de nuestra acción al hombre desalienado, al hombre que ha elegido la lucidez como meta, cuando comprendamos que una sociedad vale lo que valen en ella las relaciones del hombre con el hombre, cuando transformemos el “yo” del humanismo burgués en el “yo-tú”, que es la “ecuación verbal de la persona”.
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