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Cuando en la década de los años 90 del pasado siglo, vigente ya la estrategia cubana del "período especial" para enfrentar la crisis generada en la isla por la desaparición de la Unión Soviética y la desintegración del campo de los países socialistas en Europa, ofrecía clases o simplemente charlaba con grupos de profesores o estudiantes de Estados Unidos sobre los avances de la enseñanza superior en Cuba pese a la crítica situación derivada de la escasez de recursos materiales, mis palabras eran siempre recibidas con sorpresa y una mezcla de incredulidad y asombro.
Atribuía el hecho a la falta de información verídica impuesta al gran público norteamericano por la campaña de hostilidad contra la revolución cubana por su tenor independentista y antiimperialista.
Hoy, advierto que el asunto es mucho más complejo y triste.
La orientación fundamentalista de mercado que ha marcado el desarrollo del capitalismo en los Estados Unidos durante la etapa en que el neoconservadurismo ha tomado las riendas de la nación, ha significado no solo la reducción del papel del Estado en los asuntos económicos sino también en el conjunto de la sociedad, para ceder esos espacios a la empresa privada.
Es como si se pretendiera la reproducción ampliada del capital financiero desmarcándose del factor humano de la economía.
Un estudio del Centro Nacional de Política Pública y Educación Superior que evalúa los beneficios públicos de ese nivel de enseñanza en Estados Unidos fue divulgado el 3 de diciembre por la agencia de noticias Associated Press. El informe de este estudio indica que en todos los estados -excepto California, gracias a sus universidades comunitarias relativamente baratas- el acceso financiero a las universidades está punto menos que vedado.
El estudio evalúa las posibilidades de acceso a las universidades sobre la base de la proporción del presupuesto de una familia promedio que se dedica a pagar por la educación superior de un hijo y otorga a 49 de ellos una calificación de F (en una escala de la A a la F). Dos años antes, 43 universidades habían sido calificadas con F.
En el estado de Illinois, el costo promedio de asistir a una universidad pública de cuatro años ha aumentado de 19 por ciento del ingreso familiar en 1999-2000 a 35 por ciento en 2007-2008, y en Pennsylvania el alza fue de 29 por ciento a 41 por ciento.
Obvio, son las familias de menores ingresos las más afectadas.
A escala nacional, la matrícula en las universidades públicas cuesta a las familias incluidas en el segmento de mayores ingresos (quinta parte del total) el 9 por ciento de sus entradas, mientras que las familias en el segmento de menores ingresos tienen que pagar el 55 por ciento, frente al 39 por ciento que pagaban en 1999-2000.
Según el presidente del centro que efectuó la investigación, Patrick Callan, citado por Justin Pope, autor del artículo difundido por la agencia AP, "históricamente, durante períodos de recesión, los estados hacen reducciones desproporcionadamente altas en la educación superior. A cambio de que las universidades acepten las reducciones, se les permite aumentar el costo de la matricula. Si manejamos esta recesión como las demás, la situación empeorará''.
Callan predijo que "como la educación superior no se mantiene al mismo ritmo que el crecimiento de la población, parece que las nuevas generaciones tendrán menor nivel académico que las anteriores".
Es explicable que la realidad cubana en materia de educación sea enigmática para quienes se saben ciudadanos de la nación más opulenta del planeta y no comprenden que un país vecino sobre el que desde hace cincuenta años vienen leyendo, oyendo y viendo en sus medios las peores cosas, sea capaz de lograr avances que son inalcanzables por su propio país.
En tan difíciles condiciones, con una población de poco mas de 11 millones de habitantes, Cuba muestra una matrícula de casi 750 mil estudiantes de la enseñanza superior que representan el 68 por ciento de los cubanos entre 18 y 24 años, en 65 centros de altos estudios de toda su geografía donde el acceso gratuito a las universidades se garantiza para toda la ciudadanía, sin excepciones ni exclusiones.
Hasta los adversarios de la revolución fuera y dentro de la isla reconocen el potencial profesional para el desarrollo que genera el sistema educativo cubano, cuya magnitud ya se percibe en la vida cotidiana.
La continuidad de la alta participación de profesionales en la población cubana y, además, su calidad en materia de género se deduce del hecho de que 57 por ciento del profesorado universitario son mujeres y el 63 por ciento de la matrícula de la educación superior es femenino.
No es fácil aceptar por quienes consideran eterno su orden económico, político y social en virtud del lugar de privilegio que hoy ocupa su país, que sean justamente las contradicciones internas de ese sistema las que obliguen, en un mundo mejor, a su reemplazo.
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