Lancemos a la calle nuestra conciencia comunitaria, despertemos los valores ancestrales que han regido nuestra forma de vida a partir de una educación que no puede permanecer desactualizada; nuestra voluntad, para terminar con los miserables mentirosos que se felicitan por haber salvado a una España que dicen que crece mientras la ciudadanía vive tremendos desasosiegos para mantener a los niños, a sus jubilados y llegar a fin de mes con los míseros sueldos que cobran.
«Experimentamos métodos, técnicas, procesos de comunicación.
Superamos procedimientos. Nunca abandonamos la convicción, que tuvimos, de que
sólo en las bases populares y con ellas podríamos realizar algo en serio y
auténtico. De ahí que jamás admitiremos que la democratización de la cultura
sea su vulgarización ni tampoco que, sea algo fabricado en nuestra biblioteca y
entregado luego al pueblo como prescripción a ser cumplida. »
(Paulo Freire)
«Nací en el nordeste de Brasil hace mucho tiempo, en 1921,
lo que significa que en. septiembre cumpliré 57 años. Pero te diré que me
siento como si tuviera tu edad. Yo soy un hombre joven y sólo descubro que no
tengo veinticinco años cuando tengo que subir cinco pisos sin as censor.
Me siento muy contento de vivir y soy un hombre siempre
alegre, aunque tengo también mis depre siones y mis tristezas. Recife, capi tal
del estado de Pernambuco, es una sensación casi constante en mi vida. Allí me
enraícé, tuve mis pri meras experiencias de ser, mis difi cultades y una.
infancia dificil, du ra. Llevo en mi cuerpo y en mi alma a todas partes donde
voy las marcas de mi cultura y d -e mi historia.
En Recife crecí, estudié, me hice hombre, me encontré con
mi mujer -probablemente uno de los mejores encuentros que yo hice en mi vida-,
la encontré y fui encontrado por ella y nos gustó el encuentro, del que
vinieron los hijos. Hace 34 años que estamos experi mentándonos día a día e
intentan do crear algo hecho con cariño, con amor, con esperanza, con dudas,
con gusto, con sufrimiento, con todo lo que hay en la vida. Actualmente trabajo
en el Consejo Mundial de Iglesias porque tengo aquí mi espacio y mi trabajo.
Desarrollo, sobre todo, un trabajo de asesoría para varios Gobiernos africanos
como funcionario de esta Oficina de Educación. Me ofrecen este espacio que me
es necesario, fundamental. Esta es la razón por la que preferí estar aquí a ser
profesor en algunas universidades que me han invitado y significado. No se me
ofrece este espacio a cambio de ningún tipo de vinculación religiosa con este
organismo. Precisamente en toda mi experiencia nunca me sentí tan disponible,
tan liberado de trabajo como aquí. Por eso estoy.
Tenemos cinco hijos -tres mujeres casadasy dos hijos
jóvenes- y tenemos nietos. Los dos hijos son músicos: uno de veintiún años, que
termina su carrera superior de guitarra clásica y da clases en un conservatorio
aquí en Suiza y otro, más joven, que estudia percusión. A mí me gustaría hacer
lo que ellos, pero no puedo. Y me gusta que ellos lo hagan porque les gusta y
porque hacen lo que aman.»
Pregunta. ¿Usted
no ha hecho lo que le ha gustado hacer?
Respuesta. Sí,
por supuesto, hice lo que me gustaba: trabajar en el campo de una educación
comprometida. Me gustaba de joven y me gusta todavía ser un educador, pero un
educador que fuera también un educando constante de su educando, no un pedagogo
técnicamente frío, imposiblemente neutro. Un educador que experimenta
constantemente y se recrea y se rehace con los educandos.
P. Paulo Freire lleva muchos años
viviendo fuera de su país.
R. No fue una opción. Yo no dejé, yo
fui dejado. Tuve que salir de Brasil tras el golpe de Estado del 64, cansado de
prisión, de interro gatorios. No obstante, no puedo comparar mi experiencia de
cárcel con la de miles de brasileños. Después del golpe del 64 pasé 75 días en
dos períodos en la cárcel y vi que no había condiciones para quedarse en el
país. En el exilio, yo radicalicé mi brasilidad, al tiempo que me volvía una
especie de ser multicultural y multinacional, sin ninguna alusión a las
multinacionales, de las que estoy en contra. Estos catorce años de exilio me
han enseñado mucho, pero sigo siendo un brasileño radical en todo, en mi manera
de hablar, de pensar y en mi gusto por las comidas. Esto no significa que no
sea capaz de amar otros pueblos y de comprender otras culturas.
P. Los países que ha recorrido y el
trabajo que ha hecho, ¿hacia dónde le han decantado?
R. En definitiva, la razón por la que
tuve que salir de mi país fue mi opción de educador. Jamás pude admitir la
mixtificación de que la educación es un quehacer neutral. Yo pienso lo
contrario, que la educación es siempre un quehacer político. No hay, pues, una
dimensión política de la educación, sino que ésta es un acto político en sí
misma. El educador es un político y un artista; lo que no puede ser es un
técnico frío. Ello significa que tiene que tener una cierta opción: la
educación para qué, la educación en favor de quiénes, la educación contra qué.
A las clases socialesi dominantes no les gusta la práctica. de una opción
orientada hacia la liberación de las clases dominadas. Esta es mi opción: un
trabajo educativo, cuyos límites reconozco, que se dirija hacia la
transformación de la sociedad en favor de las clases dominadas.P.
¿Cuáles son los límites que usted reconoce?
R. La educación sistemática refleja
los intereses de quienes detentan el poder y no puede cambiarse radicalmente un
sistema educativo si no se transforma el sistema global de la sociedad. Se
pueden introducir reformas, pero no cambios radicales. Sería una ingenuidad de
grupos revolucionarios, por ejemplo, pensar que podría pedirse a las clases
dominantes que hicieran un tipo de educación que trabajara contra sí mismas.
P. ¿Cómo puede comérseles terreno a
las clases dominantes en este tema?
R. Es una pregunta histórica que tiene
que tener una respuesta histórica; por tanto, no puede asegurarse que haya
unarespuesta en forma de prescripción o receta. Es una de las cuestiones que
los movimientos progresistas democráticos revolucionarios han de abordar en
función de su realidad, sin que pueda haber una solución importada, porque las
acciones tienen que ser distintas según los contextos.
P. ¿Este concepto de educación puede
avanzar en sociedades como las que existen actualmente en América Latina, por
dar un ejemplo de características distintas, o en Europa Occidental, donde los
sistemas dé cultura y los mecanismos de cambios están más anquilosados?
R. En Latinoarnérica, con excepción de
Cuba, que hizo su revolucíón, hay diferentes espacios y oportunidades. A mi
juicio, cada vez es más difícil hacer una educación así allí, con establishment de
tipo militarista. Lo que se plantea no es poder o no en general, sino observar
los regímenes que están intentando una transformación, que tienen que
reflexionar bastante sobre qué y cómo hacer, lo cual no es fácil. Basta echar
una ojeada a los periódicos para saber cuál es el nivel de represión de Chile, Argentina,
Bolivia o Uruguay, para no hablar de Brasil que fue pionero en esto. Con
respecto al caso europeo, tengo la impresión de que algunas sociedades tienen
ciertas islas, su espacio político permite algunas experiencias progresistas en
cuanto a educación. A veces, dentro, incluso, de los sistemas educativos puede
hacerse algo en un sentido más progresista. A los educadores se les plantean
dos cuestiones: si tienen clara su opción política y si tienen igualmente clara
la relación entre táctica y estrategia: qué quieren, qué pueden hacer y cómo
aprovechar los espacios de que dispongan para hacer algo. Es fundamental no ser
ingenuo, ser crítico.
P. La mayor parte de su obra se basa
en dos libros pilares: la Educación
como práctica de la libertad y la Pedagogía del oprimido. ¿A qué etapa de su
trabajo corresponden?
R. La Educación como práctica de la libertad es la
primera etapa y fue escrita mucho después de llevar a cabo la experiencia.
Quizá interese saber, sobre todo a la gente joven, que se frustra porque no ha
escrito todavía, que yo pasé más de diez años de práctica sin escribir nada. Mi
mujer me llamaba constantemente la atención y me desafiaba para que escribiera,
pero, no obstante, este fue mi primer libro -anteriormente sólo hay una tesis
doctoral- y lo escribí con más de cuarenta años, probablemente con 41. Fue un
informe de muchas de las cosas que yo intenté hacer en Brasil. Estudia la
metodología en el campo de la alfabetización de adultos con análisis
históricos, sociológicos y filosóficos. En este libro es donde yo soy más
ingenuo. Algunas veces soy muy criticado por mis ingenuidades en tesis que
recibo de estudiantes. Pero no siempre lo hacen bien, porque analizan sólo uno
o dos de mis libros y yo no me he muerto, sigo haciendo y escribiendo algo.
Reconozco que en la Educación
como práctica de la libertad a veces no fui claro. Por
ejemplo, no hice ni una referencia a este carácter político de la educación, lo
cual fue un fallo.
P. ¿Quizá no se atrevió?
R. No, no era un problema de
atrevimiento. Era más bien que yo, ingenuamente, tenía otro nivel de
preocupación. Me preocupaba, por ejemplo, intensamente, por las marcas
cristianas que me dejó mi formación, por la cuestión del humanismo. Y muchas
veces me he olvidado de que si no concretas realmente la dimensión humanista
corres el riesgo de caer en ciertas posturas idealistas.
P. ¿La educación política que luego ha
salido de la obra de Paulo Freire está reñida con ese concepto cristiano de sus
primeras épocas?
R. Yo no renuncio a mi formación cristiana.
Ahora, no soy un mágico religioso. Hasta podría decir que no soy un hombre
religioso, soy un hombre en búsqueda constante.
P. No es religioso, pero es deísta.
R. Sí, claro. Y no he encontrado
ninguna razón para no serlo. A veces me dicen que ésta es una de mis
contradicciones, puesto que huelga análisis marxistas. Y respondo que yo
también tengo derecho a ser contradictorio. Lo que importa es con quién estoy
en mi lucha, qué quiero.
P. La Pedagogía del oprimido recoge sus experiencias en
la alfabetización de adultos. ¿Cómo empezó la puesta en práctica de su método?
R. Pasé mucho tiempo investigando en
silencio hasta que encontré algunas cosas que me abrieron camino, puertas que
me permitieron seguir adelante y en las cuales me encuentro todavía. Yo sigo
buscando. Mi trabajo actual, en Africa, principalmente, me ha dado una
oportunidad excelente de superarme constantemente con un espíritu siempre
crítico, a pesar de las ingenuidades, con el espíritu de quien no pretende
dormirse en base a los resultados obtenidos. Siempre he estado y sigo
insatisfecho; te diría mejor que intento experimentar una sensación de
satisfacción insatisfecha o de insatisfacción satisfecha. Esto es lo que me
empuja constantemente a buscar. Por esta razón, mi trabajo actual en Africa me
hace conocer de nuevo lo que yo pensaba que conocía de antes, reconocerlo
mejor, descubrir lo que desconocía y procurar conocerlo. Estoy trabajando con
los gobiernos de cuatro de las antiguas colonias portuguesas, Angola,
Guinea-Bissau, Cabo Verde y Santo Tomé y Príncipe, en el campo de la educación,
en general, y de la educación de adultos, en particular. Esta experiencia está
recogida en un libro que acaba de sacar la editorial Siglo XXI, de México: Cartas a Guinea Bissau.
P. ¿Qué era lo que más le preocupaba
cuando escribió su segundo libro, la Pedagogía del oprimido?
R. El papel de las clases oprimidas en
el proceso de su liberación y las relaciones entre ellas y los liderazgos
revolucionarios. Este papel debe ser el de sujeto de la propia transformación,
de la liberación. Y esta liberación no puede ser resultado de un regalo, sino
de un esfuerzo constructivo, creativo, y, por tanto, de superación del orden no
libre o no liberador. Esto es lo que yo intenté analizar, bien o mal, en este
libro, escrito en 1968 en Chile, tras cuatro años de estancia allí -donde, por
cierto, aprendí español, por lo que lo hablo un poco achilenadamente- Es, en
definitiva, una tentativa teórica de comprensión más radical de mi esperiencia
en Brasil, Chile y otros países de América Latina, un libro que está mucho más
allá del primero, aunque también tenga alguna de sus ingenuidades. Pero hace
pocos días releí algunas de sus páginas y, si me permites, te diría que me
gustaban. Y es interesante ver cómo este libro, cuya primera edición se hizo en
septiembre del 70, en Estados Unidos, tiene reediciones todos los .años en
todas las lenguas.
P. ¿Hasta qué punto cree usted que ha
influido en parte de las concepciones de los movimientos guerrilleros de
América Latina?R.
Tengo la impresión de que algunos movimientos guerrilleros, para los que tengo
mi respeto y también mis críticas, encontrarían que lo que yo dije en la Pedagogía
del oprimido era absolutamente nada, ingenuo. Como si yo hubiera dicho que
primero había que educar a la masas oprimidas, a las clases dominadas, para
después hacer la transformación. Yo no dije nunca eso. Lo que yo dije es que la
revolución es en sí un acto pedagógico, una pedagogía. Por tanto, es necesario
que aquéllos que se comprometen con un proceso de transformación revolucionaria
sean coherentes. La revolución no es algo para ser hecho por las masas, pero sí
con ellas. Y si es con ellas,
esta simple preposición ya sugiere una forma pedagógica dialógica a ser vivida
y experimentada entre el liderazgo y las masas populares.
P. ¿Es fácil llevar a cabo esa
interrelación?
R. Esta es una cuestión que los
liderazgos se tienen que contestar en su praxis revolucionaria. Yo diría, sin
embargo, que este intento de comunión con las masas se encuentra, a mi juicio
-y lo dije en la Pedagogía
del oprimido- muy encarnado en Guevara y en Fidel. En
Guinea-Bissau el intento de comunión con las masas está también muy enraizado
en Amilcar Cabral, a quien mataron. Amilcar fue exactamente un líder de la
liberación de su pueblo, que estuvo siempre con su pueblo y no para o sobre su
pueblo. Amilcar fue, al mismo tiempo, un gran educador y un gran educando de su
pueblo.
P. ¿Los actuales movimientos que han
heredado el sistema guerrillero en América Latina han olvidado este carácter
pedagógico?
R. No estoy muy al tanto, pero creo
que no, que lo sienten cada vez más, por su propia praxis. Así como fue mi
praxis la que me enseñó y me ensaña cada vez más, la práctica de estos grupos
les ha enseñado muchas otras cosas; pero yo no puedo hablar por ellos.
P. ¿Cómo puede introducirse en algunas
sociedades modernas el binomio educación-libertad, que usted propone, dado que
la clase dominante no está dispuesta a prescindir de parte de su poder?
R. Yo te diría de nuevo que la
educación en cuanto superestructura está directamente relacionada con las
transformaciones radicales que se den en la infraestructura y ligada
íntimamente al problema del poder. No puede pedirse a quienes tienen el poder
que dejen de tenerlo. Hasta hoy, en la historia, la clase dominante no cometió
ningún suicidio.
P. Actualmente, en España hay
planteado en el campo educativo un conflicto entre la escuela privada y la
escuela pública. Y quizá se pretende identificar la escuela privada con la
libertad de escuela. Otros piensan que esto se mueve en el campo de intereses
de los que hasta ahora han detentado la educación como un negocio.R.
Sí, me parece que es eso. Siempre que fue posible, mis hijos estudiaron en
escuelas públicas, pues éstas tienen muchas más posibilidades de superar un
cierto elitismo que crean las escuelas privadas.
P. Y, en muchas ocasiones, están
subvencionadas por el Estado.
R. Esas son peores que ninguna, porque
los defensores de la escuela privada dicen que los padres tienen derecho a
elegir el tipo de escuela para sus hijos. Pues que elijan; pero que no
pretendan que el Estado subvencione la escuela de sus hijos, que trabaje para
un grupo sólo y no para todos
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