LA CONSTITUCIÓN
La constitución es algo así como el reglamento general
del juego democrático. Leyendo su texto uno debería saber más o menos a qué
atenerse respecto al tipo de convivencia que va a conocer en su país, así como
los derechos y deberes que le corresponden (por supuesto, hará bien en rebajar un tanto las promesas más
radiantes, porque las constituciones son un poco como los folletos de las
agencias de viajes, en los que todos los paisajes fotografiados aparecen
bañados por el sol). Sin duda, la Constitución no es un texto intocable, una vaca
sagrada jurídica que nunca podremos apartar de nuestro camino aunque haya
buenas razones para ello: no es una jaula de la que ya no se puede salir una
vez que se ha entrado. Pero tampoco parece prudente someterla ante cualquier
oleaje social a cambios sucesivos, siguiendo la moda o las presiones del
momento: le va bien una cierta
imperturbabilidad anticuada, como la peluca a los jueces británicos. Y eso a
pesar de la opinión de Jefferson, que proponía cambiar la Constitución cada
cinco o seis años para evitar a la nueva generación la carga de los compromisos
del pasado…
A mi juicio la Constitución más
satisfactoria es la que deja ligeramente insatisfecho a casi todo el mundo. Si
la constitución satisface plenamente a una parte de la población, aunque sea a
la mayoría, será porque ha dejado también radicalmente frustradas a varias
minorías. Después de todo, se trata de establecer la convivencia entre
intereses sociales contrapuestos, y es sano que todos hayan tenido que ceder en
sus propósitos y prerrogativas, para que nadie olvide que no vivimos solos, que
la armonía con los demás siempre se consigue al precio de asumir alguna
frustración en nuestros deseos. Ningún ciudadano está exento de acatar la
constitución, pero este respeto debe exigirse mucho más a quienes ocupan puestos
de autoridad y también a los que gozan de mayores privilegios sociales o más
reconocimiento público: si ellos, los más directos beneficiarios de la Magna carta, no dan ejemplo
de respeto a las reglas del juego será difícil que se lo exijan a quienes padecen
los aspectos menos favorables de la sociedad.
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