viernes, 23 de mayo de 2014

TEMPERAMENTO, CARÁCTER Y EDUCACIÓN

Por Carlos A. Trevisi

Cuando decimos que tal o cual tiene un temperamento fuerte nos referimos  a aquellos que son impulsivos, que tienen una “marca de fábrica” que dificulta la relación que sostienen con los demás y hace prácticamente imposible el encuentro. Se trata de gente que altera la convivencia, que transforma la realidad según y conforme sus propios intereses. Son erráticos en sus juicios y categóricos en su forma de reaccionar ante las vicisitudes que la vida va sembrando a su paso. Ofenden, desgracian, no escuchan –apenas si oyen. Tienen respuesta para todo. Su inteligencia, su voluntad, su juicio acerca de la libertad que asiste a los demás y su afecto están condicionados por la ignorancia que transita sus vidas; sus respuestas irreflexivas empañan su juicio, por lo general condenatorio, y el ejercicio de su independencia lo impulsa a una crítica feroz de todos y todo cuanto lo rodea.  
En el fondo todos tenemos una vertiente que según vamos viviendo muestra alguna de esas facetas. Por lo general sucede cuando las circunstancias son hostiles y no encontramos salida a nuestras dificultades.
Cabría preguntarse, dado que aún los que no padecemos esa irrefrenable actitud a veces caemos en sus redes,  si existe alguna posibilidad de atenuar los efectos devastadores que insufla en nuestras vidas una “marca de fábrica” que acompaña a los de “temperamento fuerte” y termina hartando a los más allegados.
La respuesta sería afirmativa. El moderador de “tanto” temperamento  sería el carácter. Mientras el temperamento es inmodificable, innato, no educable, el carácter es modificable, se adquiere, es educable y actúa como moderador de aquél.
Se forja el carácter desde la niñez mediante la educación. Educar, como tantas veces hemos dicho, es algo más que llenar la cabeza de contenidos. Educar es transformar las potencias propias que nos caracterizan como seres humanos en actitudes. Es poner en acto aquello que la naturaleza nos ha regalado para diferenciarnos de cualquier otro ser vivo –nuestra voluntad, nuestro afecto, nuestro sentido de la libertad y nuestra inteligencia- de modo que en su ejercicio amemos, luchemos por nuestra libertad, pensemos, reflexionemos, creemos proyectos de convivencia que exalten nuestra capacidad relacional, salgamos al encuentro de los demás, conozcamos la realidad como para seleccionar de todo lo que nos ofrece aquello que más satisface nuestra necesidad  de prodigarnos, de crecer, de crear circunstancias nuevas, de hacer, y de lanzarnos a la lucha buscando compañeros que compartan con nosotros las metas que nos hemos propuesto.
Los últimos acontecimientos han puesto de manifiesto que hemos crecido al albur de circunstancias inconsistentes. Los que han proclamado la muerte de la presidente de la Diputación de León agregando a la lista otros personajes de ese ámbito  que deberían seguir su camino son prueba de ello; el cantamañanas que dio prueba de machismo vituperando a las mujeres ha demostrado que ser inteligente y sabido –que lo es- no alcanza: no sabe o no puede –lo traiciona su temperamento- que hay que ser armónico y desplegar actitudes que sean algo más que fruto de la inteligencia; que el otro cantamañanas que dijo que los inmigrantes eran una mierda y que los iba a expulsar de su municipio a hostias arrastra consigo la implenitud de una personalidad autoritaria y xenófoba; las dos mujeres que asesinaron a la política leonesa –madre e hija, algo incomprensible digno de una telenovela- más allá de la brutalidad que han demostrado, del delito que encierra tamaña salvajada, tendrían que ir a un manicomio; Rajoy que sale a cubrir la pendencia del candidato número uno de su partido contra las mujeres reitera su afán por cubrir a unos desparpajados que no tienen nombre (el primero al que protegió fue Bárcenas). Y faltamos nosotros, los de a pie. Algunos  seguiremos votando tanta locura, tanta ignominia en nombre de una democracia que hemos perdido de vista hace ya mucho tiempo y algunos otros a los que les ha faltado tiempo para justificar a todos los que nos quieren hacer creer que esto es una maravilla y que estamos mejor que nunca porque la prima de riesgo, Mood´s, el FMI, la Merkel y  Botín aplauden una gestión que no ha congelado ls pensiones como el PSOE (este mes, en efecto, me aumentaron 1 un euro con 50 céntimos), los 5 millones de parados ya no son de computar porque aumenta el empleo y los enfermos que apilan en los pasillos del hospital de Segovia se han amontonado porque hay gripe a roletes, algo muy propio de este época del año.
En fin, algunos amiguetes insisten en que no hay alternativa: hay que salvar a España y eso demanda sacrificios. ¡Viva España!
NB. No quisiera que pudiera pensarse que la ¿? izquierda ¿? socialista que alienta el bipartidismo sería una alternativa. Me inclino por partidos locales, núcleo fundacional de la democracia.

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