La
educación no puede con las circunstancias que imperan sino a largo plazo.
¿Mientras tanto qué?
La velocidad del cambio que vive el mundo me obliga
a una reflexión que comienza a echar por tierra, sino con los principios a los
que he adherido a lo largo de mi vida como educador, sí con la multiplicidad e
inimaginable proyección que tendrá a corto plazo.
Los principios
a los que aludo se refieren a la necesidad de transformar en actitudes el
bagaje de potencias que nos caracterizan como seres humanos. Cualquier proceso
educativo tiene que contemplar necesariamente que su desarrollo será
determinante de la inserción de cada cual en el mundo cualesquiera sean sus
capacidades intelectuales. La educación no apuesta por genios sino por gente
abierta, sensata, con visión del mundo como para insertarse en él creando
espacios participativos donde pueda instalarse.
Otra cosa es el rango operativo que impone
la realidad. Nunca como hoy día la realidad nos obliga a meditar acerca del
futuro y de las incertidumbres que conlleva a la vuelta de la esquina.
Por razones profesionales he frecuentado colegios
que siguen la currícula inglesa –privados- y colegios públicos sostenidos por
el estado español. Los primeros, atendidos por personal docente proveniente de distintos
países–muy pocos de ellos graduados- transmiten, sin tener acaso conciencia de
lo que hacen, pautas de vida enriquecidas por su derrotero por el mundo. Al
contrario, nuestra escuela pública, al
margen de unos pocos que provienen de países de habla inglesa para satisfacer
las necesidades del proyecto de las escuelas bilingües, se sostiene con
personal docente nativo español. Los primeros usan contenidos al servicio de
los cambios que imponen las nuevas
circunstancias de la globalización. Todo es imaginación, creatividad,
descubrimiento. Eso es lo que transmiten.
Los segundos asientan sus reales en el “dictado” de
contenidos –dirigidos por las grandes editoriales- que apuntan a la
memorización.
Las razones de estas diferencias son profundas. Nuestra
sociedad está atada a viejas costumbres –tradiciones, las llamamos- a las que
somos incapaces de inyectar el dinamismo que impone el mundo
El resultado no puede ser otro que el que denuncia Pisa.
El problema enraíza en algo más que en lo procedimental: Responde a una
actitud de vida que nos pone a la espera de lo que los demás puedan hacer por
nosotros. No salimos al encuentro del “otro”, no entendemos de puestas en
común, nos relacionamos mal.
Aunque nada más ajeno a mi voluntad, no puedo menos
que referirme a las culpas que nos atañen. Seguimos soñando con lo que ya no
existe ni va a volver y carecemos del
conocimiento y la voluntad de participar en un mundo nuevo que ya se ha puesto
en marcha.
Lo que acabamos de leer nos empuja a la política. ¿Es que ante ese panorama
podemos no referirnos a los políticos?
Los políticos no reúnen las condiciones
indispensables para solucionar el conflicto
que se ha creado en España. No siendo unos pocos de ellos, me atrevería
a afirmar que, entre las presiones que padecen y su falta de capacidad para
sacar adelante un proyecto político no-partidocrático, poco se les puede
exigir.
Tampoco nos ayudan los medios de comunicación ya radiofónicos,
escritos o televisivos; ni la Iglesia; ni las instituciones del estado; ni la
familia; ni nuestra ignorancia en el manejo de otras lenguas que nos
permitirían adentrarnos en circunstancias que desconocemos; ni nuestra pobre
formación docente tanto en lo didáctico como en lo pedagógico…
Mis razones para la participación no son para
adherir a las miserias que trae consigo este nuevo mundo. ¿Cómo podría?
Se trata simplemente de que nos instalemos en él inyectando
nuestros saberes (que los hay y de los que deberíamos sentirnos orgullosos) para rescatar a nuestros hijos de la imbecilidad
en la que se pretende hacerlos caer (la misma en la que millones de personas ya
han caído): el ensimismamiento, el éxito por el dinero, la despersonalización,
la especulación, no saber ser ni estar en los demás, el egoísmo…
Notas
El Gobierno británico planea una reforma de la primaria sin temarios cerrados
por PATRICIA
TUBELLA - Londres - 30/03/2009
Los colegiales británicos de primaria (de 7 a 11 años) deberán demostrar el
dominio de las nuevas herramientas de comunicación, como los blogs, los podcasts,Wikipedia
o Twitter, según el
proyecto de reforma de la enseñanza primaria que ultima el gobierno de Gordon
Brown para adecuarla a la era tecnológica. La inmersión de los alumnos en la
blogosfera ha sido el aspecto más publicitado del plan, que se aprobará el
próximo abril con la pretensión de aunar las temáticas tradicionales del
aprendizaje con una mayor comprensión de los productos multimedia, erigidos en
el signo de los tiempos.
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