Por Carlos A. Trevisi
No he leído un solo comentario
desfavorable al nombramiento como concejal de una joven con síndrome de
Down. El periodismo, que encuentra pelos en la sopa de cualquier
político y hasta parece disfrutar con sus denuncias, calla. ¿Será por
temor a que los traten de insensibles, de que no se animan, no los
autorizan o simplemente que no saben qué decir? Vaya uno a saber.
El hecho es que el PP incluyó en sus listas a la joven concejala como
maniobra política, que otra cosa no puede ser: ubicada en el puesto 18
de las listas era más que improbable que lograra llegar a
serlo. Pero sucedió lo imprevisible: siguiendo lo estipulado por la ley,
pasó a ocupar el cargo ante la renuncia (o destitución) del titular que lo ejercía.
Entre los muchos hijos que tuve (9) uno
de ellos, el que más he querido y el que más me quiso, era Down. Murió
tempranamente. Su corta vida no nos impidió estrechar un mutuo
amor que me permitió hacerlo feliz y a él darme pruebas fehacientes del
suyo, al extremo de que cambió el rumbo de mi vida. Me hizo ver lo poco
importante que es ser "inteligente" si esa capacidad nos distrae
de la significa ser desde los demás.
Nunca habría autorizado a los
felibusteros de la política ni a nadie que utilizaran a mi
hijo como bandera de ninguna propuesta que terminara con su inocencia
y su entrega para con aquellos que lo amaban con verdadera devoción,
como fue mi caso.
Un político del PP salió por televisión
explicando cómo Ángela había llegado al cargo gracias o simplemente
"porque" así lo establece la ley. Lo sucedido es propio de la
incapacidad de la gentuza para ver la realidad más allá de la
ideología pero muy cerca de sus intereses, en cuyo logro son
inclementes.
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