martes, 2 de julio de 2013

CARTA A UN PERIODISTA QUE HABLA DE EDUCACIÓN

Por Carlos A. Trevisi

Apartado de  ´Cuentos cortos y relatos´, por el autor. Editorial LIBRORUM, 2011

Leo atentamente tus columnas porque la sutileza que anima tus comentarios me dicen mucho acerca de ti. En este caso no has apelado a los recursos que habitualmente te distinguen: mordacidad, ironía y demás virtudes que destacan tu quehacer. Acaso sea porque la educación  todavía no ha entrado en la categoría de aquellos temas que son tan opinables que se pueden abordar libremente (la política, por ejemplo), y eso te enaltece.

La educación sistemática está al margen de lo opinable. Las variables que encierra son o no son, dependiendo  su existencia de las circunstancias que animan a la sociedad en un lugar y un momento determinado: el “hic et nunc” de los romanos, que algo entendían de “estar” en el lugar indicado en el momento preciso.  

Cuando Pedro señala que el “problema de la enseñanza es que ni para los niños ni para los adolescentes  lo que se les enseña tiene el más mínimo interés”, entiendo que se refiere a  los contenidos que se imparten, a la “enseñanza”;  y cuando se refiere  a que “está muy lejos de sus intereses y de lo que ellos ya saben que es la realidad” apela a la demanda educativa que vienen exigiendo desde hace muchos tiempo y a la que nadie ha dado respuesta: una educación en actitudes.

Los  chicos no necesitan un maestro para saber cuánto mide el Guadarrama: esa información la conseguirían, de serles necesaria, a toque de tecla en Internet.
Yo nunca necesité saber si Enrique VIII tuvo cinco o seis mujeres y seguramente de haber sido así habría conseguido el dato gracias a  mi curiosidad y al manejo de los recursos de que disponía y no por haber apelado a mi memoria de aburrido escolar atormentado por un cúmulo de contenidos que atiborraban inútilmente mi memoria.

Podría interesarles, sin embargo, saber porqué un río  huele mal  en verano, información ésta que no encontrarían fácilmente a menos que investigaran el asunto  haciendo uso de su imaginación y una metodología que contemplara el manejo de los recursos que son menester para tal búsqueda.

Si se trata de enseñar contenidos –cuánto mide el Tajo– , exigiremos memoria; si de aprender a descubrir, abriremos puertas para que sepan seleccionar cuidadosamente de entre la inclemente cantidad de información que los asedia. 
Así iniciarán un proceso que parte de la selección de datos, continúa con su procesamiento y finaliza con la elaboración de una estrategia  que les permita llegar al conocimiento. En el camino ampliarán sus saberes: Descubrirán contenidos secundarios, no todos conducentes  aunque algunos  de gran utilidad. Enlazados que sean se encadenarán nuevos interrogantes  que habrán de impulsarlos a  investigar la contaminación de los ríos, del mar, del medio ambiente, y hasta iniciarse en lo ecológico como tema candente de actualidad.

Esta arborescencia es suya. Nadie les ha “enseñado”, como no sea a administrar los recursos, el material, los medios y el manejo del entramado para que no se pierda en la búsqueda.

Hablas  de forzarlos. Nuestra integridad como seres humanos cuenta con la voluntad como factor determinante del encuentro del hombre consigo mismo. Es menester forjarla. Eso requiere esfuerzo, empeño, dedicación. ¿No te parece que forzarlos como tú sugieres es mucho más simple atendiendo sus intereses que los de una brutal antipedagógica, añosa y prepotente  “enseñanza?.

El mundo me va diciendo que el asunto no es enseñar ni educar, es  educarse, que  “nos educamos” todos a la vez, cada cual aportando lo suyo, dando, pero sobre todas las cosas dándonos.

Un cordial saludo

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