¿Está preparado Magisterio para formar a los
profesores del futuro?
La herencia teórica en la forma de
enseñar y la falta de innovación por parte de las facultades son algunos de los
frenos ANA TORRES MENÁRGUEZ, Twitter, 9 MAY 2016 - 13:15 CEST
La calidad del profesorado es uno de los desafíos del
sistema educativo. Massimiliano Minocri
Ya existe un boceto de cómo será la escuela en el
año 2030. Los conocimientos académicos ya no
serán tan importantes y se valorarán mucho más las habilidades personales, la
capacidad de empatizar con los demás o de tomar decisiones. El rol del profesor
ya no será el de transmitir sus conocimientos al alumno, sino el de actuar como
guía para que el propio estudiante construya los contenidos a partir de
diferentes fuentes. Los métodos de enseñanza tendrán como base la creatividad y
la metodología será cada vez más personalizada. Cada niño aprenderá según sus
necesidades.
Ese es el escenario descrito por 1.550 profesores,
estudiantes y responsables políticos en materia de educación de la
organización WISE (la Cumbre Mundial por la Innovación en Educación,
en sus siglas en inglés), creada en 2009 por la Fundación Qatar. Según las
encuestas La escuela en 2030 (2014)
y Conectando la educación con el mundo real (2015), el principal desafío al que se enfrentan
los sistemas educativos en diferentes países del mundo es la calidad de los
profesores. Según los expertos de WISE en España, el aprendizaje basado en
proyectos es uno de los mayores retos para la escuela tanto en primaria como en
secundaria.
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¿Está preparado el grado de Magisterio para formar a los futuros
profesores de acuerdo con esos cambios? Hasta la fecha no hay estudios que
respondan a esa pregunta. Lo más cercano a la realidad son las opiniones de
algunos docentes universitarios de diferentes campus españoles.
Carmen Alba, profesora de la Facultad de Educación de laUniversidad
Complutense desde 1987, cree que muchas de
las clases que se imparten hoy se parecen a las de hace 20 años. "Tenemos
una herencia muy teórica. Puede haber profesores más pragmáticos, pero no
sabemos si los alumnos están aprendiendo o no métodos más innovadores".
Considera que el plan de estudios de los grados en Maestro en Educación Infantil y
Primaria -nombre de la carrera de
Magisterio tras la llegada del Plan Bolonia- tiene dos grandes lagunas: la competencia digital y la
formación en atención a la diversidad. En su universidad ninguna de esas
materias es obligatoria. “Todo maestro tendría que ser alfabetizado en cultura
digital y es una asignatura optativa. Además, los niños tienen diferentes
velocidades de aprendizaje y esa competencia no se está trabajando”, explica.
Entre los casi 300 profesores de los grados de Educación que se
imparten en la Complutense, muchos están liderando proyectos de innovación
docente, pero el principal freno, sostiene Alba, es que no existe un proyecto
impulsado por la Facultad. "Para que las cosas cambien hace falta que se
lance un plan estratégico desde la propia institución y que ésta defina qué
tipo de profesor quiere formar". Por el momento, existe una comisión de
calidad para cada uno de los títulos, pero solo evalúa si los contenidos se
ajustan a la normativa y no la forma en que se enseña a los alumnos. "La
evaluación tendría que ser de carácter pedagógico y no tan burocrática",
critica Alba.
En la cafetería de la Facultad, tres alumnos de tercero del
grado en Educación Primaria lamentan que las clases sigan el sistema
tradicional. Se trata de Daniel Ballesteros (), María Iturzaeta y Daniel Figueras en la cafetería de la Facultad de Educación de la Complutense. "No te dan ganas de venir, cada profesor se centra en dar su
asignatura y no se preocupan de que aprendas a dar clase. Es todo muy monótono,
una repetición de lo que ya dimos en el instituto", cuenta María
Iturzaeta, de 21 años. En dos meses de prácticas ha aprendido más que en los
casi tres años de carrera. "No utilicé nada de lo que he aprendido aquí".
Su compañero Álvaro Ballesteros, de 24 años, cree que el
profesor sigue estando en un pedestal y que los alumnos solo escuchan.
"Hay muy pocos profesores que hablen de la necesidad de innovar y de darle
la vuelta a la enseñanza. Las asignaturas de didáctica, que son las que más nos
interesan, son muy teóricas". "Te hacen memorizar papeleo",
añade Daniel Figueras, otro estudiante de 21 años.
El aprendizaje basado en proyectos es uno de los
mayores retos para la escuela tanto en primaria como en secundaria
Para David Reyero, profesor del grado en Educación Infantil de
la Complutense desde hace 16 años, el problema de la innovación educativa en el
sistema público es que no se tiene claro qué tipo de escuela se quiere. "A
diferencia de lo que sucede con la privada, que está en continuo cambio para
atraer a nuevos alumnos, aquí no hay presión externa que obligue a salir de lo
que se está haciendo". La Universidad es, en su opinión, un elefante que
se mueve de forma muy lenta, casi por inercia, al que le falta conexión con los
colegios para conocer qué necesitan. "Esa es una de las líneas que habría
que potenciar, analizar lo que está sucendiendo en las aulas para modificar el
programa académico de los grados".
Lo que está claro, según los expertos consultados, es que el
sistema educativo está agotado y no da más de sí. "La escuela tradicional
es un aburrimiento y por eso hay tanto fracaso. En las pantallas los niños
están aprendiendo de forma autodidacta y luego llegan a clase y chocan contra
un sistema decimonónico", apunta Mariano Fernández Enguita, profesor de la
Complutense.
En su libro La educación en
la encrucijada, señala que la baja exigencia en las facultades de
educación contribuye a la poca preparación con la que salen los profesores.
"Los estudiantes de Educación se gradúan con la nota media más alta de los
ocho grandes grupos de titulaciones (7,57 frente al 7,36 medio), mientras que
su nota media de acceso está por debajo de la media (en 2013 fue de 7,5 para
Infantil, por debajo del 8,37 del resto de grados). Hay dos interpretaciones:
las facultades de Educación son las más eficaces o son menos exigentes",
señala.
Muchas de las clases que se imparten hoy en las
facultades se parecen a las de hace 20 años
Falta de reflexión en la Universidad
"El problema somos nosotros, que no tenemos
competencias para formar a los docentes del futuro", asegura Nines
Gutiérrez, coordinadora del grado en Educación Primaria de la Universidad Autónoma de Madrid. "Vamos siempre detrás de lo que dicta la industria
en lugar de fijar las reglas desde las universidades. Empresas como LEGO lanzan
un robot y en los colegios se crea la asignatura de robótica para enseñar a los
niños a programarlos". Está claro que la programación fomenta la
creatividad y ayuda a estructurar la mente, sostiene Gutiérrez, pero la
reflexión de qué tipo de profesor y enseñanza se quiere debería nacer en la
Universidad. "La Administración elaborarankings de las
mejores universidades, pero ¿qué se hace con esos resultados? No se analizan
los errores para intentar mejorar".
Con el objetivo de acelerar el proceso de cambio
educativo y crear nuevas propuestas didácticas y metodológicas para la
enseñanza universitaria, la Universidad
Rey Juan Carlos lanzó hace casi un año
el Observatorio para el
estudio y desarrollo de innovaciones en el ámbito educativo, en el que ya participan 60 docentes de diferentes
especialidades. "La sociedad ha evolucionado mucho y la educación no. La
clave está en las facultades de Magisterio y pese al problema del corsé legal
para la configuración de los grados, la innovación es nuestra
responsabilidad", apunta Pilar Laguna, directora del Observatorio.
La clave es involucrar a docentes en investigaciones
ligadas a la innovación y llevar los resultados a las aulas para que los
alumnos participen en el cambio de paradigma educativo. En septiembre de 2015,
el porfesor de la URJC Jesús Paz-Albo inició junto a investigadores de la Universidad de Washington un estudio para mejorar el rendimiento de los
estudiantes en el aprendizaje
de matemátcas. Sus alumnos del grado en
Educación Primaria e Infantil están a punto de conocer las técnicas para
conseguir que los niños se motiven al aprender con números. "Estamos
trabajando con colegios en Estados Unidos y esa experiencia nos hace tomar conciencia de lo
que pasa en las aulas. Hay que modificar la forma de enseñar, si no seguiremos
teniendo los mismos resultados". El primer paso es, según este equipo de
investigadores, conseguir un cambio de actitud en el profesorado.
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