Disculpen ustedes, por Carlos A. Trevisi
A propósito de este mundo
El ser humano
El hombre es lo que puede, no lo quiere
Sólo los más equilibrados quieren lo que pueden.
Vivimos en un mundo en el que se nos hace creer que podemos todo. Nos despierta intereses que no tenemos y de resultas empezamos a querer lo que no podemos.
El mercado es el instrumento del que se vale el poder económico para que aspiremos a tener lo que no podemos. Nos empeñamos más allá de nuestras necesidades y llegado el momento de asumir nuestros compromisos no hay forma de hacerles frente. Sobrevienen entonces angustias de todo tipo que terminan con la familia que es por su propia naturaleza el lugar del sosiego pues pone en común a sus miembros por el afecto.
La libertad
La libertad que tanto se cacarea no es tal. El que se cree que es libre porque puede opinar lo que le de la gana está equivocado. Se es libre cuando se puede elegir. La primera libertad –y única, porque es íntima- es la que anida en nosotros. Cuando nos dicen que la libertad de cada uno termina donde comienza la de los demás mienten descaradamente. Mi libertad no termina en la de los demás: se amplía con otras libertades con las que comparto un espacio común en el que somos todos pares.
El poder económico
El poder económico de las grandes corporaciones me impide moverme en libertad porque orienta la información de modo que lo que me llega ya ha sido filtrado por sus intereses. En Europa estamos todos convencidos de que los piratas somalíes son unos asesinos descastados.
Un juicio más hondo nos permitiría ver que la piratería la ejercen sobre todas las empresas que van a sus 4000 kms de costas a robarles lo único que tienen: pescado.
Ni hablar de los musulmanes: se dice que se van a quedar con la Europa Cristiana y van a imponer su feroz fe. Mientras tanto nadie dice nada de China que ya ha invadido Europa –basta con darse una vuelta por Guadarrama para ratificar el comentario. Los medios no dirán nada porque la estabilidad de la economía norteamericana –y del mundo- depende de los chinos. Los españoles deberían pensar que a corto plazo van a tener que contar con los moros para quitarse de encima a los chinos, que sí van a quedarse con todo. Se calcula que en China hay 100 millones de superdotados en la universidad o prestos a entrar en ella –ni que hablar de los que vienen atrás. En España somos geniales –es un decir- pero apenas somos 40 millones. Que ni se les ocurra a los chinos asentarse aquí porque nos van a usar de miuras en las lidias.
El capital
Cuando comenzó a concentrarse el capital –empresas que se compraban unas a otras- y no había dónde reinvertir las ganancias porque el mercado se había saturado (1965 +/-), se inventaron las islas Jersey, Bahamas y demás paraísos fiscales donde iba a parar el dinero “sobrante”, el que no se podía reinvertir en las empresas para seguir produciendo porque no había quien comprara. Era necesario quitar poder a las naciones estado –Argentina, Brasil, España y más –incluso Estados Unidos- para que pasaran a ser manejadas directamente por el poder económico-financiero que manejaban los Kissinger, los Gardner y demás indeseables. Nada mejor para “negociar” la entrega que dictadores que hicieran viable el despojo al que se sometería a todos esos países. En democracia la resistencia al atraco es mayor: no es lo mismo negociar con Pinochet o con Videla que con todo un gobierno que tiene que debatir en las cámaras las grandes decisiones. Así, en América Latina, aparecieron militares gobernando en todas partes. Y los movimientos subversivos que aspiraban a derrocarlos: Castro, el Che Guevara, los tupamaros, el ERP y no sé cuántos más. Entonces aprendimos que los Tupamaros eran unos asesinos –como los piratas de Somalía- y que los militares eran los salvadores de la Patria (como el poder económico, al que entonces llamábamos YANKEES). Fue cuando un gran país como la Argentina de mi infancia se fue al garete: se derrumbó la universidad, las libertades para poder elegir, comenzó la desocupación, los pobres pululaban por todas partes y los ricos cuidaban sus caudales que ponían a buen recaudo en los paraísos fiscales. La Argentina debe exactamente la misma cantidad de dinero que algunos argentinos tienen “trabajando” en el exterior. En pocas palabras esos argentinos, insisto, tienen en la actualidad 200 mil millones de dólares fuera del país, exactamente la misma suma que debe el estado argentino, es decir todos los argentinos. Si se pudiera confiscar ese dinero que está en manos de particulares, la Argentina no tendría deuda externa.
La historia se repite
Cabría preguntarse porqué las semejanzas entre aquello que pasó entonces, por ejemplo en la Argentina , y lo que está pasando ahora en todo el mundo. Si pones atención a lo que sucede en este momento las estadísticas del año 2009, publicadas en diciembre, dicen que los grandes empresarios españoles, en medio de la crisis más feroz que azota España en muchos años, han ganado un 27 % más que en el 2008. Los empresarios incluyen a Florentino Pérez, a Botín y a todos esos sinvergüenzas que distraen a la gente con el fútbol o regalando vino a sus clientes como ha pasado conmigo el último día hábil de diciembre cuando el gerente del banco me regaló vino en agradecimiento a nuestro pulcro desempeño con las cuentas y…. Etc. etc.). A mi me regalan vino y a los empleados los tienen con un dedo allá donde te dije. Por su puesto agradezco el vino (y me lo tomo), pero no me la creo. El problema es que nos creemos que tiene que ser así y que el problema es que a la gente no le gusta trabajar. (Joder!) No en vano me echaron de once colegios y me sumariaron en dos (siendo profesor, claro, porque siendo alumno yo pintaba para ser socio de Botín)
La realidad
La gente generalmente ve la realidad desde su propia idea de lo que es la realidad. Me dirás que no puede ser de otra manera. Pero no es así. La realidad hay que mirarla desde la realidad misma
En lo personal he logrado compatibilizar “mi” realidad con “la realidad”. Cuando me adentro en la realidad intento ver a todos los que me acompañan en su transcurrir y voy descubriendo muchas cosas.
Por ejemplo, que la gente ve la realidad desde la información que recibe a través de los medios; que no sale a buscarla; que los medios están en manos del poder económico que deciden por la gente, no sin antes haber investigado el mercado que incluye a los políticos a los que consultan acerca de los “comos” del mensaje. Por ejemplo, Berlusconi es uno de los dueños de la cadena 5 de televisión española, pero para más INRI, el canal cuatro que era “socialista” –de PRISA- lo ha comprado la cadena 5, con lo que queda claro que cuando discutimos si derecha o izquierda somos unos idiotas venerables. No hay izquierda ni derecha; hay negocios que los políticos nos hacen interpretar de un modo u otro para que los votemos.
El hombre ha pasado a ser un mero instrumento descartable. No tiene estabilidad en el trabajo –una mera fusión de empresas lo deja en la calle aunque sea competente-, cobra una miseria, se ha llenado de gran cantidad de cosas innecesarias que hay que pagar, su relación de pareja es también inestable –las separaciones y divorcios marcan records-, viven alejados de sus lugares de origen, apiñados en pisos de 50 m2 , se casan tardíamente y hasta último momento viven una prolongada adolescencia en casa de sus padres… en fin, su vida es una miseria. Ante circunstancias cómo éstas nadie sale en ayuda. Y me refiero a la ayuda válida, no a la limosna. La miseria trasciende y molesta. Siempre hay un chivo expiatorio a mano.
En la Argentina eran los “cabecitas negras”, “unos negros de mierda que se morían de hambre en sus provincias y emigraban a la gran ciudad: Buenos Aires. En España son los “moros” y los que vienen del este de Europa y también los “sudacas”.
Ni en Argentina ni aquí los miramos desde ellos mismos: lejos de su tierra, de la que han escapado para poder seguir vivos, solos, sin trabajo, amuchados según su lugar de origen, mal vistos por los lugareños, disfrutando de los mismos beneficios asistenciales que los nativos… lo que se nos hace insoportable.
Empezamos a clasificarnos entre nosotros mismos; los que somos iguales de los que son diferentes. Ante el desconocimiento de lo que significa ver la realidad desde los demás, condenamos; los que vemos desde la realidad, entendemos; los que ven la r4alidad desde ellos mismos dicen, como acaba de hacerlo una dirigente conservadora: “si seguimos en esta línea con los inmigrantes no vamos a caber en España”.
Eso es todo lo que pasa. El problema es que uno no puede ser inteligente según y conforme: para esto sí y para aquello no. Uno es inteligente o no lo es. Si lo es y descalifica a los muertos de hambre disfrazados de empleados de banca, o del Corte Inglés o de empleados de pymes se está haciendo trampa, está desdeñando su propia capacidad y su afecto por la humanidad. (Ya que salieron a relucir las pymes: son una gran estafa a la sociedad que nadie se atreve a tocar porque el 80 % de la riqueza de España viene de allí, de las Pymes, que tienen a la gente en negro y, cuando no, les pagan 1200 euros y arre, caballito! que por lo menos no te pego (aunque a veces te dejo tirado en un zanjón cuando pierdes un brazo atrapado en mi máquina mezcladora para hacer pan)
En fin, así es –creo yo por lo menos. Todo el mundo tiene derecho a pensar lo que le parezca pero para saber convivir es menester ser lógico para diferenciar, misericordioso para juzgar y certero para condenar.
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