viernes, 1 de mayo de 2015

LOS CAMBIOS QUE SON MENESTER EN EDUCACIÓN

Por Carlos A. Trevisi

EL CAMBIO

La vida es cambio; todo lo que atañe a la vida es cambiante. Aunque nada hagamos para cambiar, cambiamos por la fuerza de un entorno que nos involucra sin atenuantes. Negar los  cambios es vivir en el pasado, cerrarse a la realidad, quedar inmerso en la  soledad y el desasosiego, dejar vía libre para que se entronicen el egoísmo y la especulación.
El camino que se transita desde las potencialidades -virtudes generativas exclusivas del ser humano- hacia los actos, es de cambio.
Somos concebidos con capacidad para amar, para desarrollar nuestra inteligencia, nuestra voluntad y nuestra libertad, y desde que irrumpimos en el mundo comenzamos el tránsito hacia el amo, pienso, puedo, soy libre; hacia nuestro propio crecimiento.
Se crece, únicamente, en estado de permanente cambio e incertidumbre; nada está garantizado. Sin embargo, ésa es la sal de la vida: que seamos infinitos. Tristes las finitas aves que sobrevuelan paisajes que no son capaces de apreciar! Triste destino el de los hombres que no saben gozar de los privilegios de su infinitud, de su propia creación.

Es función de la escuela que asumamos nuestra infinitud creadora, esta característica soberana que se extiende a todo lo que el hombre hace -su cultura.
Nos toca vivir una época de cambios acelerados. El entrecruzamiento de variables se constituye en una red que ha terminado con la linealidad 'causa-efecto' en beneficio de una intercausalidad que reina indiscutida: todo tiene que ver con todo; todo es susceptible de integrarse con todo.  Los que solíamos "educar” apenas si somos aprendices atónitos en un mundo de imágenes y ordenadores. El eje de la "enseñanza" se ha tornado errático ¿Qué podemos "enseñar" cuando la realidad ha satisfecho hasta el hartazgo la natural arbores-cencia del aprendizaje? La  red crece tan velozmente que para mantener el sistema en equilibrio se ha hecho imprescindible actuar con gran precisión.
Es imperioso que la escuela participe de la red y, velocidad mediante, se mantenga en ella; que se integre a la realidad e integre a las partes actuantes; que se actualice para  mantenerse en un equilibrio homeostático de acomoda-miento y cambio ante lo que se avecina.

Las dificultades que ofrece la implementación de un cambio.

Ante todo, la política económica que ha implementado el gobierno -que no es de analizar en estas circunstancias aunque es fiel reflejo de la educación que recibieron sus ejecutores: nada de imaginación para compensar las miserias que genera el proyecto y pura lógica para que las cuentas cierren -la `política económica del gobierno,  decíamos, atenta definitivamente.

Se han impuesto responsabilidades a quienes no están en condiciones de asumirlas, ya por inesperadas, ya por insolvencia económica, ya por incapacidad (excepcionalmente los políticos están en  condiciones  de reaccionar ante el proceso cambiante que nos toca vivir; son meros depositarios de políticas globales sin capacidad para interpretarlas, transformarlas  y ejecutarlas , o por deshonestidad -holgaría hablar de corrupción. No hace falta mucha imaginación para ver que las editoriales dirigen la marcha de la educación

Se ha procedido, en el orden nacional, a un salvataje económico con desmantelamiento de las prestaciones sociales públicas. Esto repliega al individuo a la seguridad de las relaciones primarias con lo que conlleva en el plano relacional: nos somete a la domesticidad, una vuelta al "sí señor, como usted diga señor". 
Parte de la  gravedad de lo que sucede radica en que los maestros hemos abandonado el hábito de pensar. Es tal la maraña que anida en nosotros que hemos perdido de vista lo actitudinal. Enseñamos  el agua  por el agua misma y matemática porque "enseña" a pensar. Nos enfurecemos contra el enciclopedismo y lo practicamos a diario. Así,  el agua sigue corriendo bajo su fórmula química y el MCD y los logaritmos nos mantienen actualizadas las tablas de multiplicar.
No he visto muchos maestros que partan de los intereses que necesariamente deben vincular al chico con la realidad que le toca vivir. Casi todos las que asisten a mis charlas anotan, como si fuera la primera vez que lo escuchan (aunque es probable) que con tres consignas básicas se maneja toda la primaria: de primero a tercero, aprender a elegir; de cuarto  a sexto, elegir para cambiar y de séptimo  "in fine",  cambiar para crecer. La gran incógnita es qué hacer con estas consignas, saber para qué sirven. 

Existe  una imposibilidad de compromiso pedagógico. Se "flota" a la espera de mejores momentos. El campo de acción de un director se ciñe a lo relacional. Vincula a las partes en juego -inspectores, maestros y padres de familia- y se desgasta  intentando mantenerlos "en equilibrio" ; dificilmente pueda promover un  encuentro enriquecedor de circunstancias comunitarias ¿Cómo hacerlo, ante la escasez reinante? Un país que aspira a ser en el futuro debe asumir, generosa y prioritariamente, a costa de cualquier sacrificio,  a sus niños y a sus mayores, otorgando a los primeros el crédito que merece su futuro, y a los segundos, los beneficios de una vida de ocio contemplativo a la que se han hecho acreedores . El egoísmo, la especulación y el hedonismo no nos permiten  ver  estas cosas tan simples, y, de resultas,  a los niños les retaceamos maestros y con los viejos  abundamos en geriátricos. La dura lucha por la vida enerva esta otra por la educación. La falta de trabajo -pesada carga sicológica , no sólo económica- debilita el prestigio y cambia los roles de los miembros de la familia. Se suma a esto el deterioro educativo que han padecido en lo personal y la velocidad del cambio, que todo lo ha desactualizado.


NB. No debemos claudicar, maestros. Rescatemos a la educación  de su sepulcro. La consigna, unamuniana, será conseguir compañeros de lucha. ¿El éxito ? La lucha misma.

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