Por Carlos A. Trevisi
EL CAMBIO
La vida es cambio;
todo lo que atañe a la vida es cambiante. Aunque nada hagamos para cambiar,
cambiamos por la fuerza de un entorno que nos involucra sin atenuantes. Negar
los cambios es vivir en el pasado,
cerrarse a la realidad, quedar inmerso en la
soledad y el desasosiego, dejar vía libre para que se entronicen el
egoísmo y la especulación.
El camino que se
transita desde las potencialidades -virtudes generativas exclusivas del ser
humano- hacia los actos, es de cambio.
Somos concebidos
con capacidad para amar, para desarrollar nuestra inteligencia, nuestra
voluntad y nuestra libertad, y desde que irrumpimos en el mundo comenzamos el
tránsito hacia el amo, pienso, puedo, soy libre; hacia nuestro propio
crecimiento.
Se crece, únicamente, en estado de permanente cambio e
incertidumbre; nada está garantizado. Sin embargo, ésa es la sal de la
vida: que seamos infinitos. Tristes las finitas aves que sobrevuelan paisajes
que no son capaces de apreciar! Triste destino el de los hombres que no saben
gozar de los privilegios de su infinitud, de su propia creación.
Es función de la
escuela que asumamos nuestra infinitud creadora, esta característica soberana
que se extiende a todo lo que el hombre hace -su cultura.
Nos toca vivir una
época de cambios acelerados. El entrecruzamiento de variables se constituye en
una red que ha terminado con la linealidad 'causa-efecto' en beneficio de una
intercausalidad que reina indiscutida: todo tiene que ver con todo; todo es
susceptible de integrarse con todo. Los
que solíamos "educar” apenas si somos aprendices atónitos en un mundo de
imágenes y ordenadores. El eje de la "enseñanza" se ha tornado
errático ¿Qué podemos "enseñar" cuando la realidad ha satisfecho
hasta el hartazgo la natural arbores-cencia del aprendizaje? La red crece tan velozmente que para mantener el
sistema en equilibrio se ha hecho imprescindible actuar con gran precisión.
Es imperioso que
la escuela participe de la red y, velocidad mediante, se mantenga en ella; que
se integre a la realidad e integre a las partes actuantes; que se actualice
para mantenerse en un equilibrio
homeostático de acomoda-miento y cambio ante lo que se avecina.
Las dificultades que ofrece la implementación de un
cambio.
Ante todo, la
política económica que ha implementado el gobierno -que no es de analizar en
estas circunstancias aunque es fiel reflejo de la educación que recibieron sus
ejecutores: nada de imaginación para compensar las miserias que genera el
proyecto y pura lógica para que las cuentas cierren -la `política económica del
gobierno, decíamos, atenta
definitivamente.
Se han impuesto
responsabilidades a quienes no están en condiciones de asumirlas, ya por
inesperadas, ya por insolvencia económica, ya por incapacidad (excepcionalmente
los políticos están en condiciones de reaccionar ante el proceso cambiante que
nos toca vivir; son meros depositarios
de políticas globales sin capacidad para interpretarlas, transformarlas y ejecutarlas , o por deshonestidad -holgaría
hablar de corrupción. No hace falta mucha imaginación para ver que las editoriales
dirigen la marcha de la educación
Se ha procedido,
en el orden nacional, a un salvataje económico con desmantelamiento de las prestaciones
sociales públicas. Esto repliega al individuo a la seguridad de las relaciones
primarias con lo que conlleva en el plano relacional: nos somete a la
domesticidad, una vuelta al "sí señor, como usted diga señor".
Parte de la gravedad de lo que sucede radica
en que los maestros hemos abandonado el hábito de pensar. Es tal la maraña
que anida en nosotros que hemos perdido de vista lo actitudinal.
Enseñamos el agua por el agua misma y matemática porque
"enseña" a pensar. Nos enfurecemos contra el enciclopedismo y lo
practicamos a diario. Así, el agua sigue corriendo bajo su fórmula química y el MCD y los logaritmos nos mantienen
actualizadas las tablas de multiplicar.
No he
visto muchos maestros que partan de los intereses que necesariamente deben
vincular al chico con la realidad que le toca vivir. Casi todos las que asisten
a mis charlas anotan, como si fuera la primera vez que lo escuchan (aunque es
probable) que con tres consignas básicas se maneja toda la primaria: de primero
a tercero, aprender a elegir; de
cuarto a sexto, elegir para cambiar y de séptimo
"in fine", cambiar para crecer. La gran incógnita es
qué hacer con estas consignas, saber para qué sirven.
Existe una
imposibilidad de compromiso pedagógico. Se "flota" a la espera de
mejores momentos. El campo de acción de un director se ciñe a lo relacional.
Vincula a las partes en juego -inspectores, maestros y padres de familia- y se
desgasta intentando mantenerlos "en
equilibrio" ; dificilmente pueda promover un encuentro enriquecedor de circunstancias
comunitarias ¿Cómo hacerlo, ante la escasez reinante? Un país que aspira
a ser en el futuro debe asumir, generosa y prioritariamente, a costa de cualquier
sacrificio, a sus niños y a sus mayores,
otorgando a los primeros el crédito que merece su futuro, y a los segundos, los
beneficios de una vida de ocio contemplativo a la que se han hecho
acreedores . El egoísmo, la especulación y
el hedonismo no nos permiten ver estas cosas tan simples, y, de resultas, a los
niños les retaceamos maestros y con los viejos
abundamos en geriátricos. La dura lucha por
la vida enerva esta otra por la educación. La falta de trabajo -pesada carga
sicológica , no sólo económica- debilita el prestigio y cambia los roles de los
miembros de la familia. Se suma a esto el deterioro educativo que han padecido en
lo personal y la velocidad del cambio, que todo lo ha desactualizado.
NB. No debemos
claudicar, maestros. Rescatemos a la educación de
su sepulcro. La consigna, unamuniana, será conseguir compañeros de lucha. ¿El
éxito ? La lucha misma.
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