sábado, 3 de diciembre de 2016

UNA VISITA AL MUSEO THYSSEN: RENOIR


Carlos A. Trevisi

RENOIR
BIOGRAFÍA

Durante mucho tiempo, Renoir, el más popular de los impresionistas y el más detestado por los críticos, ha sido tachado de cursi y misógino por llevar su ideal femenino al lienzo, unas ficciones convertidas en pinturas que aún están pugnando por ocupar su legítimo lugar en la Historia del Arte. El escaso conocimiento que teníamos de su obra nos llevó a la muestra que presentó el Museo Thyssen de Madrid. 
Las coclusiones a las que llegamos fueron dispares. En mi caso personal debo decir que no me impactó como esperaba. Mi devoción por Velázquez y por Sorolla, sumado a mis desconocimientos en el ámbito de la pintura me obliga a una prudencia que reduce mi opinión al ámbito del gusto. Así es como se puede considerar como no válida. Como suelo hacer cuando me enfrento a circunstancias que exceden el marco de mi saber intento incursionar por opiniones que sí tienen el respaldo de aquellos que estan consustenciados con el tema de que se trate.

Figura central dentro del desarrollo del movimiento impresionista, el artista francés Pierre-Auguste Renoir se formó como pintor de porcelanas en el obrador de los Lévy, si bien su interés por la pintura hizo que visitase el Musée du Louvre con frecuencia donde, en torno a 1860, comenzó a copiar las obras de los maestros clásicos. Desde 1861 asistió a las clases de dibujo de Charles Gleyre y finalmente fue admitido en la École des Beaux-Arts en 1862, aunque permaneció ligado al estudio de Gleyre, donde trabó conocimiento con Claude Monet, Alfred Sisley y Frédéric Bazille. Junto a ellos, realizó excursiones al bosque de Fontainebleau y pronto se sintió atraído por la práctica de la pintura pleinairista.
En 1864 se expuso por primera vez en el Salon una obra de Renoir: La esmeralda, que él mismo destruiría posteriormente. Sin embargo, en los años anteriores el Salon había rechazado diferentes obras suyas, algo que le haría participar en el Salon des Refusés de 1863. Tras una pausa por la guerra franco-prusiana, en la que fue llamado a filas, Renoir expuso en la Primera Exposición Impresionista de 1874. Durante estos años inmediatos al fin de la guerra, pasó temporadas junto a Monet en Argenteuil, donde ambos realizaron paisajes que se convertirían en ejemplos paradigmáticos del estilo impresionista.
Su participación en las exposiciones impresionistas finalizó tras la tercera, celebrada en 1877, y a partir de 1878 sus obras fueron admitidas en el Salon oficial. Este cambio de actitud coincidió con una crisis creativa en la que Renoir se desvinculó del impresionismo. Sus composiciones se volvieron más equilibradas y aumentó en ellas la importancia del dibujo. La influencia de Jean- Auguste-Dominique Ingres y de su viaje a Italia, en el que se sintió especialmente atraído por Rafael, se hizo patente en sus nuevas obras, que tuvieron en las bañistas uno de sus temas más recurrentes.
En busca de nuevos campos de inspiración, Renoir viajó mucho dentro y fuera de Francia, visitando los museos de muchas ciudades europeas, como Dresde, Londres y Madrid.
En torno a 1900 la fama de Renoir se había extendido y estaba considerado como un gran artista. Con el cambio de siglo su salud empeoró y sus problemas reumáticos hicieron que se trasladase a una pequeña localidad del sur de Francia, Cagnes-sur-Mer, donde compró una casa, hoy museo. Finalmente tuvo que dejar de pintar y comenzó a dedicarse a la escultura, tarea que realizaba gracias a la ayuda de un joven escultor que llevaba a cabo las indicaciones del maestro.
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La mujer es la protagonista absoluta de la obra del pintor Pierre-Auguste Renoir (1841- 1919). Una evidencia que se pone de manifiesto en la exhibición Renoir entre mujeres, que se exhibe en la sala de exposiciones de la Fundación Mapfre en Barcelona hasta el 8 de enero.
En total, la muestra reúne 70 obras, de las cuales 40 están firmadas por el autor francés y han sido cedidas, en su mayoría, por los museos parisinos d´Orsay y L’Orangerie. El resto de las piezas corresponden a autores coetáneos o influidos por Renoir.
Lánguidas, inocentes, modernas, exquisitas lectoras o virtuosas del piano... Todas ellas parecen ser una sola mujer, con unos ojos vivaces cargados del brillo que produce la ilusión casi infantil o, por contra, la emoción de empatizar con el dolor humano.
Renoir ilumina los rostros  de una luz delicada y confiere tal expresividad a los ojos que atrapan la atención del espectador, incluso cuando aborda la figura femenina a través del desnudo.
Otras veces, funde a la mujer con la naturaleza y la construye a través de la pintura, como en Étude, Torse effet de Soleil, donde el pintor aplicó por primera vez los principios del impresionismo.
Este modo de abordar el desnudo reaparecerá al final de su vida en obras tan representativas como Les baigneuses (Las bañistas, 1918-1919). La exposición incluye esta pieza: un homenaje a Tiziano y Rubens considerado su testamento pictórico.
La obsesión de Renoir por las mujeres queda patente en un asombroso cuadro de pequeñas dimensiones, titulado Mujer sentada, donde condensa los rasgos de su ideal femenino.
Pero, sin duda, la estrella de la muestra es la célebre pieza Bal du Moulin de la Galette (Baile en el Moulin de la Galette, 1870), que regresa a Barcelona cien años después de haberse expuesto por primera vez en la gran exposición de arte francés que en 1917 organizaron Santiago Rusiñol y Ramón Salas.
Otro de los artistas influidos por la visión femenina de Renoir fue Picasso, del que se exhibe un desnudo. El malagueño admiraba tanto al francés que el marchante Ambroise Vollard se hizo con los cien grabados de su serie Suite Vollard a cambio de dos obras de Renoir y Cézanne.



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