martes, 6 de diciembre de 2016

LA INDIGNIDAD

Por Carlos A. Trevisi

Es muy difícil que la gente reconozca actitudes honrosas en un mundo cuyo “modus vivendi”  gira en torno de la diversión , el prestigio y la corrupción.  Poco interesa que seas un tipo sabido, que te retraigas socialmente o que dediques tiempo a la reflexión. Comienzas a contar enemigos no bien te lanzas con una denuncia contra los que gozan de un estatus social de relevancia o te apartas de la norma de pensar como los demás.

Bien se podría sostener, como de hecho sucede, que cada hombre es lo que los demás ven de él. Como el juicio es propio  de una esfera social donde reina el poder económico y una enconada lucha por acceder a él , pasarás por un gran hombre si tienes fortuna, si eres ejecutivo de una empresa importante, si juegas al golf, si eres  empresario o si eres católico de misa y comunión en La Almudena. Si vives recogido en tus adentros y el patrón de tus virtudes es una conciencia clara de lo que significan los demás, vas muerto. La indiferencia que ha reinado acerca de tu persona se transforma de pronto en un  “está loco, quiere notoriedad, aspira a…” . Esto, que es “vox populi”, alienta un “no te metas en líos que vas a terminar mal”.

El humanismo cristiano le ha dado al hombre la posibilidad de asumir su individualidad y fortalecer su intimidad. Sin embargo, el tiempo y las circunstancias creadas por  la Revolución Industrial, con todo que favorecieron el crecimiento de los recursos de los que se ha valido el hombre hasta el presente, lo ha ido convirtiendo, paulatinamente, en uno más  de una masa informe de individuos que han perdido la capacidad de ver al “otro”. Su afán por el éxito, el dinero y el poder le ha hecho perder de vista al “otro”, que se ha ido desdibujando en su desdicha de no poder “pertenecer”.

La humanidad, ya en plena globalización, está viviendo ese momento.
Los que no aceptan que el poder se haga con sus vidas son traicionados por los políticos –comisarios de aquél-, atenazados por los medios –al servicio del capitalismo (que no del capital) y estrangulados por el sistema bancario que se queda hasta con las casas de los que, en su pobreza e ingenuidad, no pueden afrontar las hipotecas a 30 y 40 años que pesan sobre ellas.
El sistema no pierde ocasión para reforzar sus beneficios. Políticos mediante, abochorna  la educación pública, arancela la universidad, recorta los presupuestos para la investigación científica y la sanidad y todo en beneficio del país al que todos tenemos que ponerle el hombro para que salga de la crisis porque, según nos explican, ”hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”.

Las cosas van mal. Los que antes vivían al día, pero vivían, han bajado a la pobreza extrema y a esta altura, con cinco millones de desocupados habrá de suceder lo que sucedió en las villas miseria de la Argentina, que desplegaban pancartas dando la bienvenida a la “clase media”.

La sociedad ya está dividida. Se distingue con toda claridad a los que se han salvado y a los que buscan comida caducada en los contenedores de basura de los supermercados.
Como nunca antes estamos informados al detalle de lo que sucede. Pero no basta. No alcanza con enterarse y difundir “urbi et orbe” el atropello al que se nos somete. Recibimos a diario en nuestros ordenadores noticias que se multiplican “ad infinutum” y reenviamos en cadena a nuestros amigos como si las hubiéramos generado nosotros, como una gran novedad.
Es una forma de expurgar nuestra inacción. A pesar de que no siempre todo lo que hacemos los hombres es lo debido, hay pocas actitudes tan indignas, especialmente en estos momentos de profunda crisis, como la sentarse a dar testimonio de lo mal que anda todo. Hay que actuar y actuar no significa nada  más ni nada menos que  PARTICIPAR.

ASOCIACIÓN CULTURAL “GUADARRAMA EN MARCHA”
Fundación Emilia Mª Trevisi                      

Diciembre 2012

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