ESTE
MUNDO DE UNOS POCOS
Editorial LIBRORUM, 2013 (180 páginas que albergan 60 artículos referidos a las causas que han motivado la crisis actual, el
presente y cómo deberíamos abordarlo para asegurar a nuestros hijos un vida
menos incierta de lo que vaticinan las actuales circunstancias)
Con el apoyo de la Fundación Emilia
Mª Trevisi, la EDITORIAL LIBRORUM acaba de lanzar para GUADRRAMA EN MARCHA este
nuevo libro de Carlos A. Trevisi
Se abordan en él lo que su autor entiende son las causas del
desequilibrio que hay en todas partes. No escapa a su criterio que el problema
no se circunscribe a nuestro país y que hemos caído víctimas del emplazamiento
al que se ha sometido al mundo desde la década del 60 cuando la Trilateral
decidió terminar con las naciones-estado para someterlas al poder del sistema
económico financiero que reina desde entonces. Queda claro, sin embargo, la
responsabilidad que nos cabe respecto de no haber sabido atemperar su avance y,
lo que es peor, no saber-querer imponer reglas de juego para un futuro que se
torna cada vez más incierto. Nuestra despreocupación por asuntos que nos conciernen
personalmente nos ha llevado a caer en manos de terceros dejando a su arbitrio
el ineludible interés que tendríamos que haber puesto participando en
actividades que más allá del derecho que nos asiste a ejercerlo son
obligaciones ineludibles que nos competen.
Presentación de algunos capítulos
Hay un mundo que va quedando atrás
Esclavos de la
globalización
La
recuperación del hombre
La sociedad del conocimiento
En busca de la realidad
La desinformación
¿Liberalismo o neoliberalismo?
Vida pública, vida privada y vida íntima
Vivamos en
comunidad
La Iglesia: Polea de transmisión entre los “unos pocos”
Violencia
juvenil
Diálogo
acerca de las cosas, los valores y
qué no.
La salud no
es un derecho
La crisis en España
El Mercader de Venecia, la
ley y la piedad
La televisión: Prolongación de nuestros afectos
Acerca del nuevo mundo del siglo XXI
Aborto y prostitución
El desborde de la sociedad española
¿Puede el desborde superarse con educación?
Violencia de
género
Nos han
transformado en siervos, pero…
¿Servidores de quién?
Listado de
Webs para consultar
Un pasaje del libro
La televisión: Prolongación de nuestros
afectos
(2001)
La televisión no es ajena al
telespectador, no está enfrente de él, no es un estímulo que su cerebro procese
como si fuera un objeto extraño ante el que eventualmente podría reaccionar. La
televisión es una prolongación de sus afectos, de su voluntad, de su
inteligencia, de su libertad. La grandiosidad (¿grandio-sidad?) de la
televisión consiste precisamente en eso: se nos incorpora, pasa a ser parte de
nosotros mismos.
La televisión no es dialógica, didáctica ni pedagógica. No nace para serlo. Nace porque hubo quien tuvo la capacidad técnica de transferir una imagen por el espacio. Tampoco es una arma letal; ni un entretenimiento. Su trascendencia radica en que no se la puede encuadrar: sirve para todo lo que puede servir una imagen que es captada por una antena que la recoge allí donde se instale, y a la que todo el mundo tiene acceso. Es el ojo bobo por el que entra la realidad a los hogares. Un ojo que exhibe imágenes indiscriminadamente, sin orden alguno, sin prioridades, que dispara al bulto sin tener en cuenta a sus destinatarios: niños, jóvenes, adultos y ancianos; pega y pega.
Contrariamente a lo que sucede con el ordenador, que es interactivo (o puede serlo, claro), la televisión no sostiene diálogo alguno con el telespectador. Lo inyecta, se "le" instala y el cuerpo lo asimila como un alimento, como el oxígeno que lo mantiene vivo, como el afecto del que no puede prescindir.
El problema radica en los contenidos que inyecta. No siendo didáctica (para poder seleccionarlos); ni pedagógica (para poder orientarlos) y asumiendo que tampoco es un arma selectiva que pueda eliminar algún tipo de espectador, dejando otros a salvo, ni un entretenimiento (sólo para poder pasarla bien), sino todo a la vez, la heterogeneidad de su videncia y la amplísima gama de contenidos a los que puede apelar, impiden
una racionalización de sus entregas. Si
unimos a esto que es tan masiva como para desatar una multitud de intereses que
van desde lo económico-financiero hasta lo artístico, sólo una sociedad ideal
tendría una televisión que no alterara las conciencias.
Y ahí están nuestros niños, apabullados
por contenidos desvalorizados, atrapados en una maraña de imágenes que
superficializan su vida, que lo insolidarizan con su vida familiar, que los
aletarga en un ocio improductivo, que los impulsa a falsas imaginerías de las
que ellos son apenas sujetos virtuales.
Y nuestros jóvenes, desideologizados, abrevando del éxito fácil, del tener, de la apariencia, de la moda, del conformismo, del utilitarismo, del individualismo, como si fueran metas a perseguir.
Es menester detener el avance de esta televisión, someter su estilo, transformarla en un recurso que nos ayude a impulsar actitudes críticas, comunitarias, solidarias, reflexivas, indepen-dientes, apasionadas, consecuentes, dialógicas, democráticas.
El sólo intento ya será un éxito:
habremos conseguido compañeros de lucha, que no es poco.
CUENTOS CORTOS Y RELATOS Editorial LIBRORUM, 2013
Su contenido tiene una vertiente que enlaza los cuentos con lo cotidiano. Se ha
incluido un cuento del escritor ruso Afanasiev, otro del uruguayo Horacio Quiroga (ambos para niños de 12/14 años) y un tercero de
Ricardo Plaul, polifacético pensador argentino. Los cuentos abordan temas
cotidianos y los relatos traen, entre sonrisas, el miedo que meten los
dentistas, la falta de agua potable en la gran ciudad, la glotonería, de
ladrones y demás.
Un cuento tomado al azar
¡Nosotros
veraneamos en la
casita
de la sierra!
Carlos A. Trevisi (1998)
Era mi primer verano en Guadarrama
El pueblo que esperaba hacer mío, se
había llenado de caras nuevas.
Otras gentes, distintas, dispuestas al
“dolce far niente”, invadían bares y paseos y saturaban nuestras
estrechas calles con coches que aparcaban turísticamente (dónde les daba la
gana).
“¡Por qué no te vuelve a tu puto pueblo!”,
escuché un día.
Me sonó extraño el “vuelve”. Esperaba un
“vuerve”; pero, en fín, esta trashumancia a la que nos somete el mundo de hoy
autoriza cualquier cosa.
El epíteto iba dirigido a un no muy
venerable anciano que, impasible, a la vera de conocida
tienda, llevaba 10 minutos machacando coches según intentaba aparcar su
Mercedes. La “mujé” del epíteto me hizo reflexionar sobre las calidades
de mis gentes adoptivas, aunque debo decir que la entonación que le dio la
vecina a aquello de “puto pueblo” era lo más musical que
había escuchado hasta entonces: bajaba en “puto” y subía en “pueblo”,
seguramente en reconocimiento de que Madrid es más pueblo que... lo otro
(“puto”; eso).
“Los de siempre”, a los que me iba
haciendo, y con los que comenzaba a compartir un mismo espacio, sentíamos,
pesarosos, la presencia de extraños que abochornaban nuestra forma de vida,
tranquila y sin alardes: “Deme jamón de York, el más caro, que en casa recibo
gente importante”, al charcutero, o “nosotros compramos la ropa en el
Corte Inglés”, a un circunstancial tú que vestía rutilante camisola del
mercadillo.
Habiendo pasado muchos años desde
aquella anécdota del “poco venerable”, mi nieto, un día cualquiera, a sus
ya 9 años, me preguntó qué haría si de pronto dispusiera de 500 millones de
euros. Le dije que me compraría un coche más grande, una casa y que
viajaría mucho. “Pero para eso con dos millones –me gustó lo de los “dos” millones-
tienes de sobra” me atacó. “Yo me compraría dos -otra vez “dos”- dos
Ferraris, un no-sé-qué para navegar, el castillo de Manzanares...” Y seguía la
lista. “Claro”, meditó en voz alta, “tú para que quieres una Ferrari; ya eres viejo y te queda poco...”
No estaba dispuesto a admitir que me
sucediera algo así; y menos con mi nieto, con el que me había prodigado en
principios y picaresca. Concluí en que la civilización se había apoderado de la
cultura, acabando con mi esfuerzo, con mi nieto y hasta conmigo, que ni
me había dado cuenta.
Me acordé del viejo cretino del
Mercedes.
Salí de inmediato a la búsqueda de la
“muje der puto pueblo” y de mi amigo Nacho para que me abriera la Torre y me facilitara un
megáfono.
No aparecía por ningún lado. Lo busqué en el
pueblo, en Madrid, en su despacho, en su casa... No había nada que hacer.
Estaba en el restaurante. “El signo de los tiempos”, me dije; “en todas partes
y en ninguna; y cuando lo encuentras, no funciona. El desorden, la
confusión; ¿qué hacía el megáfono en el restaurante?”
Pero no era momento para reflexiones sin
importancia.
Cada vez más decidido, le pedí a la
“mujé” que me acompañara. Tiré el coche en la carretera, frente al parque,
delante de los venerandos de mi pueblo que, apoyados en sus bastones,
miraban sin entender. Bajamos y salimos disparados. Los turistas nos abrían
paso. Nos subimos a lo más alto del adefesio de puro plástico donde juegan los
niños. Y mirando a la gente, que a estas alturas del verano (y de la hora el
día) ya eran multitud, pusimos las manos en bocina sobre la boca y
gritamos, sin ninguna musicalidad, ¿Por
qué no os volvéis a vuestro puto pueblo?
CÓMO CONSEGUIR LOS LIBROS
Los libros NO SE VENDEN; se pueden solicitar escribiendo
a GUADARRAMA EN MARCHA (genmarcha@guadarramaenmarcha.org)
o a FUNDACIÓN E. Mª TREVISI (ctrevisi@fundacionemilianmariatrevisi.com) Editorial LIBRORUM indicando su nombre y domicilio. Lo entregaremos
personalmente en su domicilio o por correo contra reembolso a cambio de una donación
de 5 euros por unidad que se destinarán a afrontar nuevos compromisos
editoriales.
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