domingo, 17 de agosto de 2014

ACERCA DEL CUCHARÓN

por Carlos A. Trevisi


Acerca del cucharón
(2000)

Un día cualquiera, volando hacia la nada: una escala en Frankfurt. 

Difícil de guardar –el tamaño de su media esfera lo aleja de la intimidad del cajón donde coloquian sus pares menores- solía  pender  a la vista, como era costumbre en las cocinas de antaño, gracias a  un cabo en anzuelo que le confería  destino de verticalidad  y presteza  de asido.

Íntimo de gorduras, caldos de pucheros  (o cocidos, como se prefiera, que la semántica no podrá con los contenidos) y comidas “de cuchara”, chorreante de esclerosantes y apetitosas grasas, con péndulos de  ajo porro enlazados cual húmedas bufandas verdes al cuello de un cabo que se hace cucharón; pringoso, aún lavado, con algún que otro resabio de suciedad negra que asoma donde se juntan sus partes, el noble utensilio, ante la postergación a la que lo ha sometido la cocina de hoy, excluyente de  potajes, guisos y sopas, pero  moderna, ágil, equilibrada y abundante  en desperdicios cárnicos triturados, sólidos, mordisqueables, ha sido relegado  y  yace escondido en alacenas desde cuyas baldas  asoma su cabo sin destino entre enlatados y cajas varias “ad hoc” de todo aquello que rueda por la casa: el pegamento, la tijera que ya no corta, el cepillo que da brillo mañanero al calzado, pilas agotadas,  trozos de hilo, lamparillas quemadas...

Su vigencia,  en el ámbito de las grandes concentraciones  a las que convoca la obligación o la miseria –cuarteles, campa-mentos, ollas populares- no autoriza ningún resplandor como no sea el funcional de acarrear jugos flacos de una olla desnutrida que no sabe de comensales  al plato indiferente.
Triste destino te cupo, cucharón amigo.

Tú, que has sabido acompañar cálidas cenas  en torno a la mesa familiar, salpicando manteles en el trasvase de la razón de ser de tu existencia, anticipando el sabor de la comida en el humo que elevabas  por encima de la  sopera hirviente, que has respondido ergonómicamente al manejo de madres y abuelas que te cogían con firmeza, te evoco desde ésta, mi pobreza de deglutidor de alimentos balanceados sípidos y odorosos,  sentado solo a una mesa sin humos, sin mamá y sin abuela, que cuelga del asiento que me precede.

NOTA
Ferlosio* refiriéndose al cucharón como metáfora de lo que se abandona nos dice con motivo del Premio Príncipe de Asturias con que fue galardonado: "Así, abandonado, tirado por ahí, entre el desorden y la confusión de lumbres y calderos, debe de haber algún cucharón, que ni siquiera llega a ser "EL cucharón", porque sólo se tiene idea de que alguno había o tendría que haber o parece verosímil que lo haya. Las cosas huelgan sueltas, desligadas las unas de las otras, yacen desperdigadas sin que nadie las tenga sometidas a control".

*

Carácter y destino, discurso de Ferlosio con motivo de la entregas del Cervantes. [...] entre los valores y los bienes hay un antagonismo irreductible" (http://www.uah.es/universidad/premiocervantes/documentos/discurso_ferlosio.pdf)

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