miércoles, 7 de enero de 2015

EL ROSTRO DE LA IGLESIA

El rostro de la Iglesia

por Bruno Forte

El conocido teólogo y arzobispo Bruno Forte, miembro del consejo asesor de Criterio, fue secretario especial del reciente Sínodo de la Familia. Aquí su reflexión y su testimonio.
¿Qué rostro de la Iglesia católica expresó el Sínodo de los obispos apenas celebrado y que concluyó con la beatificación de Pablo VI en la plaza San Pedro? La respuesta puede articularse en tres afirmaciones: una Iglesia “sinodal”, una Iglesia comprometida en el diálogo con la complejidad de las culturas y una Iglesia dispuesta a apostar por la familia como célula vital para el futuro del mundo.
En primer lugar una Iglesia sinodal. Fue el mismo Papa quien usó esta expresión dirigiéndose a los obispos participantes al concluirse el Sínodo, el 18 de octubre pasado: “Hemos vivido de verdad una experiencia de «Sínodo», un itinerario solidario, un «camino juntos». Y habiendo sido «un camino», como en todo camino hubo momentos de marcha veloz, casi queriendo ganar al tiempo y llegar lo antes posible a la meta; otros momentos de cansancio, casi queriendo decir basta; otros momentos de entusiasmo e ímpetu. Hubo momentos de profunda consolación escuchando los testimonios de auténticos pastores que llevan sabiamente en el corazón las alegrías y las lágrimas de sus fieles… hubo también otros momentos de desolación, de tensión y  de tentaciones”.
A quien, como a mí, le ha tocado vivir desde adentro este Sínodo, no puede dejar de confirmar esta descripción que se corresponde con la de una Iglesia no anclada en sus seguridades, sino en la escucha de los signos de los tiempos y dispuesta a salir al ruedo para responder a las llamadas de Dios y para entregarse por el bien de los hombres, a cuyo servicio se debe. Una Iglesia donde todos tienen que sentirse implicados y partícipes, cada uno según las responsabilidades acordes a los dones recibidos. Al contrario de una masa pasiva, la Iglesia que el Sínodo expresó es la que repetidamente auspició Francisco, una comunidad de bautizados adultos en la fe que, en la más completa libertad de expresión y en la escucha recíproca, se esfuerza por discernir y realizar los designios divinos con y para los otros. Una Iglesia en la que, más allá de toda lógica individualista, todos somos llamados a caminar juntos, según el significado etimológico de la palabra “sínodo”: camino común, sendero a recorrer codo a codo.

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