viernes, 23 de enero de 2015

EL DINERO INAUDITO


Parte de la novela El dinero inaudito

El dinero inaudito

Sabido es que los pensamientos son ejercicios mentales que habitualmente realizamos para satisfacer nuestros propios intereses. La imaginación que nos acompaña en cada momento, se suele plasmar en esos pensamientos, que difícilmente se materializan. 
Hubo de correr un tiempo, a las afueras de una gran ciudad, donde aquel pensador imagino un futuro, sin medir las consecuencias. 
Seguro de sí mismo, el joven ejecutivo asesor en finanzas dejo volar su imaginación, a partir de un hecho real, en donde estaba involucrado. Gracias a su perseverancia, y por haber estudiado en detalle los movimientos financieros de ciertos grupos europeos, su mundo ideal se transformo en su propia tumba. 
Una mañana como cualquier otra, su frondosa imaginación lo llevo a crear un detallista mecanismo de retornos monetarios, donde el anonimato era su fuerte, y sus pensamientos el límite. 
A cierta edad, todos los hombres que pertenecen a una sociedad suelen poseer un esquema de tranquilidad y equilibrio. Sea este familiar e incluso económico. Del primero, aquel joven habría logrado un objetivo familiar que le permitía gozar de un par de hijos y una adorable esposa. Su pertinaz elaboración de aquella situación, lo hacia un hombre fiel y de principios, que sólo se verían alterados con sus infrecuentes visitas a ciertas damas de la sociedad, a las que el mismo llamaba amigas comprensibles.
Su entramado financiero le permitía incursionar en actividades extra laborales, que el solo conocía, pero que no representaban riesgo alguno para su familia. 
De aquellos movimientos monetarios europeos, su sorpresa fue mayúscula cuando salió de su control el manejo que solía tenerlo como protagonista. 
Comenzando la primavera, recibe en su casa de residencia habitual, una caja herméticamente cerrada de unos 30cm de lado, sin remitente ni sellos que indicaran su procedencia. El peso era razonable a lo que pueden ser libros que llegan por correo, razón por la cual aceptó su primer encomienda. 
En la privacidad de su escritorio, y aprovechando que nadie de su familia estaba presente, abrió la caja en forma de cubo y encontró un envoltorio plateado, que le daba un aspecto de sellado al vacío. 
Con una tijera y mucha paciencia, rasgó el papel metálico y un prometedor aroma lo invadió inmediatamente. Olor a dinero. Ese aroma inconfundible que acumulan los billetes recién impresos. 
Su destreza y conocimiento del dinero, lo hizo calcular rápidamente la cantidad que guardaba su encomienda. GUAU !! Un millón y medio de dólares !! 
Girando la cabeza a ambos lados, como buscando un cómplice y a su vez intimidad, no se detuvo en inhalar ese exquisito aroma que poseen los billetes. 
La caja seria cada vez menos importante, pero debía poseer la explicación del por que había llegado a su casa, semejante cantidad de dinero. 
Después de unos minutos, ya más tranquilo y habiendo encontrado el lugar para atesorarlos, comenzaba a preguntarse si era parte de un plan, emanado de sus pensamientos, rara vez materializados. 
Sus damas amigas y comprensibles, solían consultarlo por movimientos financieros poco comunes, que involucraban paraísos fiscales en tierras lejanas y siempre, siempre sin responsables visibles. 
Su conclusión fue que nada tenían que ver sus amigas comprensibles en este tema y que sus sueños imaginarios podían ser los responsables de su repentina fortuna, que llegaba en una caja sin marca alguna.
Ya a la noche, después de haber disimulado hábilmente ante los suyos, aquel encuentro con la fortuna, su descanso fue inquietante y planificador.No era sencillo, esconder tanto dinero. Aunque sí situación siempre había sido buena y su prolijidad bien recompensada, esto excedía el marco de lo normal. 
Su imaginación lo llevo diseñar un entramado de "buenos negocios ficticios" que le permitieran justificar esas sumas. Una y otra vez, su dedicación al tema le entregaba satisfacciones y angustias, en una rara mezcla de sentimientos encontrados, con un solo objetivo: ocultar para mejor aprovechar esa repentina suerte. 
Veinticuatro horas más tarde, una nueva encomienda llega a su puerta. La misma caja, sin remitente y con su nombre, será otra vez suya. Ahora ya eran 3 millones, que en sus manos debían ocultarse. Sus estrategias de justificación quedaron casi obsoletas, y todo comenzó de nuevo. Físicamente, la segunda caja -aún- tenía lugar donde no despertar sospechas, siempre y cuando nadie supiera de su impúdico contenido. 
La biblioteca de la casa, siempre había sido un refugio para aquel hombre fiel, que amaba la lectura y con ella recorría un mundo imaginario de aventuras y sabiduría. Nadie suele revisar los estantes de las bibliotecas, colmados de libros cuyos lomos descoloridos, son testigos de épocas pasadas. El lugar para su segunda caja, detrás de la enciclopedia británica. 
La mañana siguiente, había amanecido brillante. Y su pasión por el remo, lo llevaría a practicar su deporte en coincidencia con el comienzo de la primavera. De impecable ropa blanca, se dirigió al YACHT CLUB, y juntó a un amigo de la infancia, partió esa fría mañana, por el tranquilo río con destino incierto, pero seguro. 
La precisión que requiere ese deporte, se veía en perfecta armonía con aquella persona que atesoraba repentinamente, una fortuna, sin que ello le exigiera dar explicación alguna. 
Su amigo, reconocido por ser un hombre extremadamente rico, rara vez hablada de dinero con el, de modo que el encuentro era estrictamente deportivo. 
Al caer la tarde, de regreso a su casa la esposa lo recibia con una sonrisa, que no dejaba de ocultar una duda. Durante su ausencia, un correo privado había llegado con una caja, y su destinatario era su esposo. Una caja, sin remitente, al parecer de libros y que ella, había recibido en su nombre. 
Con astuta especulación, el marido le explica que estaba esperando una encomienda -precisamente de libros- que debía llegar en algunas entregas, a partir del comienzo de la primavera. 
La esposa, confiando en sus dichos, le indica donde puso la caja y cariñosamente lo besa, dándole la bienvenida al hogar. 
Ya en su escritorio, la caja inquietante, le entrega otra suma idéntica de dinero. 
Si bien la biblioteca podía ser el lugar ideal para ocultar el dinero, ya era necesario pensar en otras alternativas. Dos cajas idénticas, cerradas y con semejante botín, desvelaban la imaginación de su repentino dueño, que -además- debía justificar su contenido. 
Cada día, sus pensamientos se habrían materializado con la siguiente entrega. Cada veinticuatro horas, una nueva caja llegaba a su casa. 
Lo que en un primer momento había sido un seguro de planificación familiar, ya después de un mes, era un problema cada vez mayor. 
La biblioteca quedaba como refugio del desvelo que representaba la llegada de cada nueva caja. 
Un sótano, al que nadie iba jamás, había pasado a ser el depósito de las cajas, que ya, ni siquiera abría. 
Su obsesión por ocultar cada nueva fortuna que llegaba a las puertas de su casa, lo transformo en un ser extraño y especulador. Desconfiado y triste. Ansioso y calculador. Un ermitaño que cada día debía esperar su caja, y sin decir nada, debía ocultarla.
Del capítulo final:
Los años fueron transcurriendo y aquel hombre nunca más encontró la tranquilidad para la que había trabajado gran parte de su vida. 
Cada día, una caja llegaba a su casa y así engrosaba su desesperación. 
Sus hijos fueron creciendo, su esposa envejeció a su lado soportando a un ser cada vez más extraño y triste. Extremadamente rico, con una riqueza que el solo conocía y de la que nunca pudo disponer. 
Sus pensamientos hechos realidad, fueron su tumba.


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