miércoles, 24 de septiembre de 2014

LA LEY DEL ABORTO

por Carlos A. Trevisi


Ante todo y para evitar suspicacias, siendo contrario al aborto, no estoy de acuerdo con ninguna ley que regule la necesidad de abortar de las mujeres. Ante todo porque en cada mujer y su pareja -nadie habla del gestor del nonato (algo curioso, ¿verdad?)- debe equipararse su libertad de hacerlo con aquellas otras obligaciones a las que la ley la obliga por la igualdad de derechos que le asiste en otros órdenes: el laboral, el político y la actuación que le cabe en el orden social.

Sostengo firmemente que no basta con la gestación para considerar "persona" al nonato. Nacemos todos iguales, con las mismas potencias, siendo así, "uno" idéntico a todos los demás. La vida futura nos empujará  a ser "uno" en nosotros mismos, distintos a todos los demás. Nos transformamos en personas cuando gracias a un proceso educativo que se inicia en el mismo momento de nuestro alumbramiento con el afecto que nos dispensan nuestros padres, con su afán de instalar en nosotros una voluntad de hierro, una inteligencia al servicio del conocimiento y el sacrificio que impone vivir en libertad, la gran libertad, la libertad de conciencia.

El planteo que sostengo abarca a todos los seres humanos por igual, a los que tienen  deficiencias intelectuales (a un down, a un autista o a cualquier otro que la padezca) y a los que no, a los que se considera "normales", como si los que padecen una deficiencia no lo fueran.
Un nonato down -candidato al aborto según la ley de Gallardón- puede no resolver intelectualmente su vida, pero su entrega, su alegría de vivir, su capacidad de amar sin límites lo distinguen. ¿Que patrones morales abordamos para justificar el aborto de un minusválido? Pues, la moralidad de circunstancias que anima nuestro cotidiano vivir: el éxito y un mundo de diversión que alienta nuestra necesidad de consumir hasta de lo que no necesitamos.

Cada mujer debe asumir en libertad, según su propia conciencia, si ha de abortar o no. Pretender lo contrario es autoritarismo puro, es someterla a acatar una vida que no podrá sobrellevar porque no podrá soportarla.
Se me dirá que no todas las mujeres tienen la suficiente madurez para convivir con tamaña carga. Y es cierto.

La solución a la tragedia no pasa por una ley. Pasa por una educación a la que tienen que abocarse los gobiernos para evitar embarazos no deseados, por implicar al sistema educativo en algo más que "enseñar" cuánto mide el Tajo, en lograr que la imaginación que anida en los estudiantes se prodigue en actos creativos en los que cada chico/a asuma la fuerza interior que le estamos negando. En pocas palabras, que sea responsable de sus actos con plena satisfacción de lo que su intimidad le dicta.

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