sábado, 21 de abril de 2018

DE AQUELLOS POLVOS ESTOS LODOS

Página del periódico La Voz de Galicia, 21 de marzo de 1976.

XOSÉ MANUEL PEREIRO
Es difícil quedarse con alguno entre los penosos momentos que nos ha infligido nuestra clase dirigente, de uno u otro signo, en los últimos días. De tener que escoger uno, como quien escoge un número del uno al cien, yo optaría por aquel en el que el ministro Íñigo Méndez de Vigo desgranó su play list de melodías inolvidables de ayer y de hoy en el Congreso de los Diputados. El ministro, con esa prestancia y ese tronío que dan a los varones celtíberos una alimentación rica en proteínas desde la cuna y unos apellidos interminables, contestaba así a la pregunta, impertinente y sin garbo alguno, de por qué había entonado –en público– el bonito tema legionario Soy el novio de la muerte, hecha por una diputada de ERC. Solo le faltó terminar la contestación con un “España y yo somos así, señora”. Y no le habría faltado un ápice de razón. Salvo en lo de poder votar antes de obedecer –que era, según Charles Bukoswki, lo que diferenciaba una democracia de una dictadura–, España se ha democratizado más bien poco. E Íñigo Méndez de Vigo tampoco demasiado.

Hace 38 años, por estas fechas, un grupo de 17 alumnos de la Facultad de Derecho 
de la Complutense se dirigían por carta al ministro de Educación, Carlos Robles Piquer 
(a todo esto, cuñado de Manuel Fraga), felicitándole por un telegrama que había remitido a los rectores de las universidades “como alumnos que día a día venimos contemplando con repulsa todo lo que ocurre en los recintos universitarios que usted no quiere ver prostituidos ni sometidos a tantas explosiones de barbarie”. Pero no estaban completamente de acuerdo con el ministro, ni mucho menos. Estaban profundamente indignados porque en una declaraciones al diario Ya había afirmado que “la violencia moral está en manos de la extrema izquierda” y que “hay comandos de extrema derecha que utilizan la violencia física”. Los futuros licenciados en Derecho por la Complutense rechazaban lo de “moral” por ambiguo. Por una parte podía hacer entender que la extrema izquierda no ejerciese la violencia física, y por otra porque la palabra “moral” podía inducir erróneamente a que, en los que llamaban “esos pseudo
universitarios pagados por ello” –no sé si en alusión a que tenían becas–, pudiese haber “algún cierto valor de actitud”.Sin embargo, “la violencia de la impropiamente denominada extrema derecha es el reflejo de su legítima defensa. Mientras la convivencia pacífica no esté debidamente garantizada, la respuesta no puede ser otra por parte de quienes queremos que la autonomía de la Universidad sirva para erradicar de ella la blasfemia intolerable y las  soeces injurias para la patria y el Rey”. Estos buenos mozos que empleaban este lenguaje de las porras y las pistolas, que decía el Rivera original, estaban encabezados por quien 38 años después sería el sucesor del destinatario de la carta. Sí, Íñigo Méndez de Vigo y Montojo, IX barón de Claret, el ministro canoro.
Si traigo a colación la carta no es como evidencia del poco presentable pasado ideológico del ministro encargado de velar por la educación y la cultura de este país llamado a recuperar su importancia en Europa, según la parte del programa electoral del PP al que en teoría no ha renunciado. Creo, como Mark Twain, que quien tiene la conciencia tranquila lo que en realidad tiene es mala memoria. Y me parece comprensible que un pollo pera de 20 años, hijo de un ayudante militar de Franco y de una condesa, descendiente de la reina regente María Cristina de Borbón por parte de padre y del Marqués de Esquilache por parte de madre, salga un poquito conservador, por mucho que ese lenguaje fuera ya rancio en 1976, cuando en esa Europa en la queremos volver a ser importantes, el mundo normal, pasaban cosas como que los Sex Pistols grababan discos y se constituían grupos como U2 y The Clash.
Si saco a colación la carta es porque el grupete de abajo firmantes ha atravesado los 40 años de democracia sin apearse de los privilegios. 
Es decir, Íñigo etc. no fue el único de los firmantes que ha triunfado en la vida. Entre sus compañeros de legítima defensa estaban y están Andrés Sánchez de Apellaniz, ahora secretario general de CONFEMETAL, Confederación Española de Organizaciones Empresariales del Metal. Pedro Churruca y Díez de Rivera, IV marqués de Valterra, es directivo de  varios grupos Inmobiliarios. Javier Gil-Casares Armada, sobrino del general Alfonso Armada, es también abogado y asesor de FCC, entre otras decenas de empresas. Carlos Semprún Bullón –que en la actualidad se llama Carlos Mendoza y Bullón– es un filósofo y profesor de yoga que pleiteó por el título de conde de Montalbán. 
Ricardo Fortún Esquifino es General de Brigada y Jefe de la Asesoría Jurídica del Cuartel General del Ejército de Tierra. Carlos Balbás Arenaza es un abogado ligado a varias empresas de la construcción y del sector servicios. Fernando Gortázar Rotaeche, de los Gortázar Rotaeche de Neguri de toda la vida, es director ejecutivo de Aon Global Client Network (AGCN) y pertenece al Centro de Estudios Constitucionales. Alfonso de Ceballos-Escalera, III marqués de la Floresta y VIII vizconde de Ayala, es cronista de armas de Castilla y León, profesor de Criminología en la Universidad Camilo José Cela y el CESEDEN, teniente de navío, capitán de la Mercante y otras muchas cosas, pese a lo que le ha dado tiempo a escribir 42 libros. Iván Bernaldo de Quirós (en realidad Iván Bernaldo de Quirós y Álvarez de las Asturias-Bohorques) es el III marqués de Quirós, el XI de Campo Sagrado y el XII conde de Marcel de Peñalba. Ignacio Mora y Narváez es el hijo de Gonzalo de Mora y Aragón, y sobrino por tanto de Fabiola de Bélgica, aunque no parece prodigarse mucho en los negocios de altura. No como Jerónimo Merino Enseñat, uno de los Marino Enseñat que actuaron de intermediarios entre el expresidente de Cepsa, Khadem Al Qubaisi, investigado internacionalmente por blanqueo, y Amancio Ortega en la venta de la Torre Cepsa por más de 400 millones. Dos han fallecido, creo, y de los otros dos, los de los apellidos corrientes y molientes, no he logrado averiguar nada.
Como verán, parece haber una cierta relación entre tener apellidos complicados, defender el orden establecido, a golpes si hace falta, y triunfar en el teórico reino del esfuerzo y el mérito, la empresa. Yo no veo más meritocracia que haber heredado las prebendas o el acceso a los despachos donde se conceden. Algo que tuerce el eje principal del sistema: la libre competencia. Salvo que apliquemos aquella teoría de quelos hijos de la clase dirigente están mejor preparados, una que se sacó de la manga Manuel Fraga para justificar que el hijo del eterno presidente de la Diputación de Lugo, Francisco Cacharro, obtuviese la plaza de secretario de la Diputación de Ourense, gobernada por el mismo partido. Debe de ser cierto porque Francisco Cacharro Jr logró, la vez, ser el más alto funcionario de una administración decimonónica como una diputación y ser designado secretario general del Partido Liberal Español. Y con dos apellidos normales.        

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