martes, 11 de octubre de 2016

¿HASTA QUÉ PUNTO SON RESPONSABLES LOS MAESTROS?

Carlos A. Trevisi                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                             Cuando hago referencia a la educación que se brinda a nuestros niños me topo con una deriva que alude a los escasos presupuestos -recortes, que se dice-, a cambios intrascendentes tales como agregar un año más (o uno menos) a un nivel determinado de la currícula;  a que habría que terminar con los deberes en casa y un sin fin de cosas –sí, cosas- que no se corresponden sino lateralmente con la realidad de un proyecto educativo que sigue remitiéndose al siglo SIGLO IXX.
                                                                                 
No voy a insistir en aquello por lo que las 56.000 visitas a http://Guadarramaen marcha.blogspot.com ya han incursionado: Qué significa educar, la transformación de individuo en persona, el valor de las actitudes, el desarrollo de la imaginación, la creatividad, un afán por descubrir, ir más allá de la mera percepción para penetrar planos del pensamiento, de la reflexión y hasta la creación de un proyecto de vida comunitario EN EL QUE TODOS QUEPAN.               

Me voy a permitir abordar a los docentes: maestros, profesores, y directivos.
                                                     
Una niña de apenas 10 años fue agredida por seis compañeros de clase en el patio del recreo al extremo de que tuvo que ser ingresada en el hospital aledaño. El brutal atentado fue perpetrado en una escuela pública de Mallorca. Todo el mundo escandalizado: madres temerosas que no quieren enviar a sus hijos a la escuela mientras los niños agresores sigan asistiendo a clase, los telediarios comentando profusamente el hecho –fotos de la niña internada, con lesiones en las costillas, moratones, desprendimiento de un riñón y qué no, pero NI PALABRA DE LOS DOCENTES, NI DE LA DIRECCIÓN, NI DE LOS RESPONSABLES QUE SE SUPONE QUE ESTABAN  –ACASO NI ESO- A CARGO DEL PATIO DONDE LA CASTIGARON CRUELMENTE.
La última novedad que ha trascendido es que había dos maestros de vigilancia en el recreo, lo cual empeora más el caso: ¿qué diablos hacían allí como para que les pasara inadvertido el el castigo que estaban propinando a la niña.                                                      

Tengo una vasta experiencia en el tema.                          
Siendo presiente del AMPA de un colegio público, según caminaba por uno de los pasillos del área académica me crucé con una niña de unos 10 años que, ensangrentada corría hacia el baño en busca de papel para contener la sangre que corría por su carita. La acompañé al baño y cuando estuvo más o menos controlado me dijo que se había golpeado y el maestro la había autorizado a ir a “lavarse”.

Quince minutos más tarde apareció el maestro en el baño. Le pregunté qué había pasado. Su respuesta fue: “usted sabe cómo son los chicos de inquietos” y se la llevó de vuelta a la clase. Fui a ver al director para comentar el hecho: “Usted sabe cómo son los chicos”. A nadie se le ocurrió  -acaso lo disimularon- poner de relieve el “descuido-desinterés” del maestro.
                                     
Una madre me llamó muy inquieta porque a su hijo le iba muy mal en la escuela; tenía diez años; hablé con él. Era brillante. La maestra le había puesto un “CERO” en una prueba escrita agregando la palabra ¡SOCORRO! "¿Cómo se te ocurre poner que el Guadalquivir desemboca en el Mar del Norte?", le dije. Me respondió: "Porque un día le pregunté dónde estaba la Torre el Oro y me contestó que eso lo veríamos más adelante. No lo sabía.  
                                                
La menor de mis hijas me comentó un día que la maestra de inglés les había explicado que THIS  sonaba igual que THESE pero se diferenciaban porque THIS es singular y la otra plural.                                                                           
El director del colegio no dejaba pasar a los padres al edificio porque molestaban a los maestros.  
                          
En la escuela faltaban ordenadores en relación con la cantidad de alumnos que lo poblaban. El AMPA decidió invertir unos dineros que guardaba en comprar cinco máquinas. Un grupo de familias, encabezadas por un conspicuo miembro del PSOE se opuso. Adhirió otro que era de Izquierda Unida, y el cuerpo docente. Me amenazaron con denunciarme porque los fondos no eran para invertir en lo que tenía que ser responsabilidad del gobierno. Me fui el AMPA. Hacía apenas 6 meses que había llegado a España con la esperanza de que las cosas serían de otra manera.

Me equivoqué una vez más.

Poco antes de terminar el año escolar me llamó una autoridad del colegio para recomendarme que sacara a mis hijas porque “éste no es lugar para ellas”.

Acababa de instalarme en España – de esto hace 20 años- y tenía muy frescas experiencias profesionales de la Argentina que ponían de relieve que mi compromiso con los alumnos  me obligaban al extremo de adoptar actitudes que la formalidad de la ley –la bendita ley, las benditas normas, las no menos benditas reglamentaciones- no alcanzaban para educar en los términos que hemos señalado unas líneas más arriba.                                         
Mis niñas terminaron yendo a un colegio de curas que les ofreció afecto, impulsó su imaginación, las hizo reflexionar, ver la realidad y, como me dijo el cura secretario cuando pedí información acerca de las actividades que se desarrollaban en la escuela:

"AQUÍ NO LES VAMOS A ENSEÑAR
COMPUTACIÓN NI INGLÉS, PERO LE
GARANTIZO QUE VAN A APRENDER
A VIVIR EN LIBERTAD.


Tal cual. Se trata del Colegio Alfonso XII, el que funciona en el Monasterio de El Escorial. Cuando egresaron le agradecí al director que no hubiera echado a perder el proyecto de vida que tanto mi mujer como yo habíamos planeado para ellas.         
NB. Olvidaba decir que mis hijas no estaban bautizadas y que nosotros, sus padres, siendo agnósticos, jamás tuvimos limitación alguna en el ámbito  de la escuela; hasta llegamos a pertenecer a la Asociación de Padres y Madres del cole y tener una relación excelente con el personal docente.

Y ahora la pregunta del millón: ¿Qué pasa en la escuela pública que no alcanza a satisfacer un mínimo de exigencias más allá de enseñar cuánto mide El Tajo? 

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